Poesía que un pintor, vecino de Cobeña, escribe a un amigo boticario de Potes en el día de su cumpleaños

Fecha 26 de Agosto de 1816.

Pues no voy allá, querría
por escrito este ermitaño,
aunque te viene cada año,
darte de tu santo el día.

Y tanto con alegría
mi amistad, siempre invariable
unido a tu esposa amable
te deseo en este suelo
que, antes que vayas al cielo
tengas vida perdurable.

Nunca enfermedad te ofenda,
que yo lo deseo así:
jamás gastes de tu tienda.
A los extraños se vende
tu armería y facultad;
y en el laboratorio haz,
con simple y tu virtud
la pública enfermedad.

Este siglo, amigo, es broza:
pues vesme aquí solitario
convertido en un Macario,
y mi torre en una choza.

La vida aquí no se goza:
del diablo y la carne nada;
y este retiro me agrada
por ser tu vecino, pues
ésta triste aldea es
del mundo la rinconada.

Pero hay buena vecindad
que vivimos como hermanos
hombres, cabras y marranos
juntos en comunidad.

Yo no distingo en verdad
las mujeres de los machos;
y si mozas y muchachos
observo, pienso en rigor
que, estando de mal humor
pinté yo estos mamarrachos.

Porque aquí no hay compañía,
¿he vivir a lo muerto
tan solo en este desierto?
¡Válgame la Virgen pía!.

Pachorra y la sangre fría,
bien necesarios serán:
que para mayor afán
y más mortificación
heredé este rincón
como pecado de Adán.

Por no olvidar el hablar
converso con los difuntos,
con Virgilio y Nasón juntos,
tengo trato familiar.

De guerras no hay que tratar,
ni si la Reina está pocha,
porque esta gente es tan chocha,
con Gaceta tan propicia,
en dándoles la noticia...
que parió la vaca mocha.

Por poderme divertir,
si me aplico a la pintura,
no hay aquí del hombre figura
que al copiar pueda servir.

Y si me da en repartir
la epidemia del poeta,
sacando tal cual cuarteta;
que, en fin, en algo he de dar
(pues nunca dio en rezar)
éste triste anacoreta.

Y si a preguntarme pasas
del pueblo y sus edificios,
sus calles son precipicios,
pero sus plazas, bien rasas,
y a las que aquí llaman casas,
son ruinas muy mal seguras,
tan estrechas, tan oscuras,
y tales que en mi sentir,
antes de morir
habitan las sepulturas.

Entre aquestas casas viejas,
la que habito es la mejor,
que tendrá por cobertor
una docena de tejas;
y a ser colmena de abejas,
toda su traza se inclina;
pero por dentro es divina
la arquitectura que tiene
porque, en pie y medio, contiene
bodega, sala y cocina.

Su desván original,
resto del diluvio fue,
que como Arca de Noé,
vive en él todo animal,
y de su diente fatal
mis libros despojos son,
de suerte, que aquí hay ratón
que chilla en verso medido
por haberse ya comido
media Eneida de marón.

Y de la Iglesia no te hablo
porque cuando a Misa asisto
me parece veo a Cristo
de Belén en el establo.

Un cajón es su retablo,
que le alumbran pocas veces;
y para rezar las preces
y juntar el pueblo corto
tirando por un bilorto
repican dos almireces.

También en su cabaña
el Abad que considero
el hermano compañero
en ésta vida ermitaña.

Y a nuestra salud no daña
ni merienda ni función;
porque si hacemos unión
de mi renta y mi abadía,
hay... para ayunar un día
sin parva ni colación.

El Abad va a enriquecer
que tras ésta iglesia ha hecho
un jardín que yo sospecho
que ni aún tiesto puede ser.

Ni se distingue, a mi ver,
si es cementerio o es un huerto;
y todo él está cubierto
con media teja de sol,
porque un solo caracol
puede dejarle desierto.

Cuando, a la peseta atento,
dice misa, ayudo yo,
porque si no se quedó
el sacrificio incruento
y entre ambos en el momento
clamamos de corazón:
"Señor, como en su prisión
Pedro salió del encierro,
sácanos de este destierro
a tierra de promisión".

Al fin al Abad ya están
las cosas más en propicio,
que logra el beneficio
de salir de aquesta tran.

¡Oh fortuna! ¡Cómo van
las vueltas de esta tu bola!
¿Quién diría que tu sola
trajeras a este cortijo
dos beneméritos hijos
de la calleja Amapola?

Junto a un peñasco macizo
está el lugar de Cobeña,
como nido de cigueñas
que de basura se hizo.

Y en la región del granizo,
encaramados nos vemos,
solo de bueno tenemos
muy bellas y frescas fuentes
que vierten aguas corrientes...
de las que todos bebemos.

He aquí, amigo, en borrón
el retrato de esta aldea,
para que también se vea
mi vida, muerte y pasión.

A tu esposa da un millón
de expresiones por lo pronto
y (adios) que yo me remonto
cual si estuviera contigo,
y usando a tu fiel amigo
desterrado en este Ponto.
 

RABAGUCO

Publicado en la revista ""Temple Lebaniego" Año 1- nº 2. Mayo - Junio de 1987

Atrás

Resolución recomendada:1024x768
©Página creada por José Angel Cantero Cuevas
En Internet desde: 26-01-2.004