DE PANES A POTES

(A mi amigo José Ángel Cantero, que me lo había advertido: “Inspira”.)

Al dejar el escondido Panes, que, en sus celadas aceras, se puede escuchar el amplio clamor del silencio, me fijo en la caprichosa nube que se hace fuerte y arisca ante el viento, que la instiga a abandonar tan placentero lugar. Privilegio sin alas en las alturas. No dejas de percibir un olor a madera húmeda que empieza a soltar brasa de vida y calor que son bien advertidas en las chimeneas que se desarrollan sobre los tejados. A la carretera le acompaña, en contracorriente, el río Deva, peregrino, que lleva en sus aguas miles de acentos y rimas y cánticos que son fácil presa para poetas y aves. Los árboles con sus curvaturas rinden homenaje cansino a su cansino descender. Un sinfín de vocablos descuelgan de sus gotas de otoño que se deshicieron del hielo, recuerdos de nevadas, en la amplia cimbra de montañas empujadas al cielo. A lo excelso.

Desfiladero de la HermidaApetece apretarte, e, incluso, romperte la garganta cuando la carretera parece cerrarse, entre el posible contraste que parece, a pesar de todo, invitarte a seguir el sendero. Gritar contra el eco. Miles de caminos en la vida y tan sólo este el soñado. Desfiladero de la Hermida en donde la fuerza de la tierra es envidia de la debilidad del hombre. De ahí que tanta belleza se descuelgue en sus aristas. De norte a sur y de este a oeste, viajando en los pinceles cansados que dejaron su huella en la acuarela viva. Lo arrepentido ha quedado en la espalda. La nada es todo entre lo imaginado. Todo debe ser final en estos atajos. En mi pluma, más fiel que mi retina, trato de archivar mis andanzas para que un día sean plasma de mi voz. Recuerdos de un día y un despertar.

Al pasar un puente, de aquí para allí o de allí para aquí, contemplo la hierba verde fibrosa tantas veces nido de rocíos y escarchas. Remanso del músculo cansado del verano y del frío invernal. Flores sin nombre se cuelgan de árboles sin patrimonio. La suavidad se va abriendo por un valle en que el encanto, con el tiempo, deja de ser sorpresa.

Al final se levanta el empedrado Potes y uno llega a pensar que tienes el infinito al alcance la mano. La vela del sol se está ocultando entre montes y nubarrones. La luna es testigo detrás del campanario. Acechando su sitio. De los balcones salen bienvenidas y calores. Las calles con arcos, siempre para mí, fueron citas de pasiones y adverbios de amor. Se te desnuda la villa para ofrecerte sus encantos de susurros y plegarias. La noche ya descansa.

Reconozco que para un poeta, semejante trayecto, es la máquina de la diálisis que nos renueva la sangre acoplada a nuestras venas y arterias, y que alguien, advirtiéndome antes, había llamado Inspiración.

Eugenio ALONSO

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