CAMINO REAL DE LA MONTAÑA

CARACTERÍSTICAS DEL CAMINO REAL ENTRE LIÉBANA Y LA COSTA CANTÁBRICA

 

En primer término el Collado de Taruey y al fondo el de PasaneoHace aproximadamente 200 años por el desfiladero de la Hermida lo único que discurría era el río Deva. No existía aún la carretera que se terminó de construir alrededor de 1.850. Por todos es sabido la singular orografía de Liébana, sumergida en un pozo y rodeada por altas montañas. La carencia de unos adecuados accesos la hacía casi inexpugnable, con las lógicas dificultades para salir de ella y como es lógico también para entrar. ¿Cómo salir de Liébana hacia la costa sin que existiera el paso por el desfiladero de la Hermida?.

Alberto Ansola y José María Sierra, en un celoso trabajo, nos señalan las rutas que existían para el transporte de personas, ganados, víveres y mercancías entre las poblaciones de Liébana y la costa. Y como principal itinerario nos marcan el “Camino Real de la Montaña”, que transcurre por el valle de Bedoya, con descripciones de las características del mismo así como su posterior decadencia y su arqueología.
Empiezan señalando dichos autores que en la época romana ya pudo existir una hipotética ruta entre Liébana y la costa, y lo más sensato y normal era que se buscase la costa por el collado de Pasaneo y Lamasón.

Este hipotético camino se convirtió en la Edad Media en el paso más habitual, aunque con grandes obstáculos debido a sus pronunciadas pendientes y su altura respecto al mar. Para que pudiera estar transitable, eran los propios vecinos los encargados de sus arreglos. A finales del siglo XVII así lo demuestra un documento en el que el valle de Lamasón demanda a los vecinos de Bedoya dicho arreglo: “Pidan compeler a los vecinos y naturales del valle de Bedoya de la Provincia de Liébana a que reedifiquen y compongan el camino Real que sale de dicho Valle de Bedoya para éste, de forma que puedan andar carros cargados y vacíos, porque dicho valle de Bedoya no ha compuesto lo que le tocaba hasta el puerto de Taruey y paraje que llaman la Venta de los Lobos”…. “el andar de carros y el que anden es muy útil y conveniente por ser dicho camino la salida para Castilla y llevarse pescados de los puertos de mar de las villas de Comillas, San Vicente de la Barquera, Pesués y Llanes; y para sacar la sal de las Reales Salinas de Cabezón y Treceño; y a un mismo tiempo gozar la costa de traer pan y vino de Castilla y de Liébana y llevar maderas y otros efectos”. Hay que hacer constar que los vecinos del valle de Bedoya no estaban ajenos a su arreglo. En las Ordenanzas del citado valle (año 1.674) se dice: …. ordenaron y mandaron y ponen entre ellos y demás sus vecinos, que en cada un año los vecinos del Concejo sean obligados hacer aderezar el Camino Real; cada barrio de este valle su pedazo de camino, según lo tienen de costumbre y partido antiguamente: desde las "Peñiscas" de Sierra Tama hasta la riega de la "Venta de los Lobos".

El documento de Alberto y José María establece las características del camino y esclarece el itinerario: desde la costa hacia Liébana y Castilla pasando por la Venta de los Lobos y el Collado de Taruey. Así mismo nos narra el tráfico más habitual: pescado y sal hacia el interior (Liébana y Castilla) y de cereal y vino hacia la costa, así como la pretensión de su arreglo para la transformación de dicho camino en carretero. “Camino sumamente penoso y con tránsito inevitable para conducir el vino de Liébana hacia la costa. En el año 1.785 asociado a un pleito entre los valles de Bedoya y Lamasón, aparece con entera claridad dicho camino, denominado “Camino Real de la Montaña”, y que es trazado por el Collado de Taruey, Collado Pasaneo y Venta de los Lobos hacia los lugares de Lamasón. En dicho pleito se aporta más información sobre el camino: “dicho Camino Real desde Pasaneo hasta el mojón de la Venta de los Lobos, siempre lo ha compuesto y reparado dicho Valle de Bedoya y además abierto la huella en tiempo de nieves”. Y se alude a la ruina de la venta de los Lobos que advierte “tener claros vestigios de un edificio con algunas piedras artificiales descubiertas”.

No era el único camino, había algunos más, pero más pendientes y no carreteros, como el de Arcedón por Lebeña, que se usaba únicamente en tiempos de nieves. Así lo demuestran algunas informaciones como la propiciada por fallecimiento, debido al frío y carencia de albergue, de un vecino de Río (Lamasón) en el puerto de Taruey cuando volvía de la feria de Potes. Algunos testigos afirmaron que ellos habían podido pasar “por haber echado delante caballos y otros animales que abrieron brecha venciendo las dificultades de las muchas nieves”; otros, “más recatados se volvieron del camino y le tomaron por otro más a propósito” y por supuesto de menor altitud, pasando por Lebeña, por puertos con cotas mas bajas, unos 400 metros menos que Taruey y Pasaneo.

Hay diferentes constancias del transporte que discurría por dicho camino, empezando por el ganado con abundantes transacciones entre Lamasón y Liébana y como queda dicho de pescado. “En el año 1.769 se incautaron en el puerto de Comillas ocho cargas de bacalao salado a arrieros de Lamasón que tenían como destino tanto su propio valle, como Potes en Liébana. Un movimiento bastante frecuente debía ser acceder a Liébana y Castilla con pescado y volver con vino. En ese sentido un arriero asturiano ante una acusación de amancebamiento con una posadera de Sobrelapeña declaraba ser “trajinante con mis cinco o seis caballos de recua a las billas de Billada, Rioseco, Balladoliz, Madriz y Liébana con pescado fresco y de buelta cargados de bino blanco y tinto para el principado de Asturias y otras partes” a lo que los testigos añadieron que dicho arriero llevaba muchos años transportando pescado fresco y salado procedente de Llanes y San Vicente de la Barquera.

Decadencia del camino real

En el Diccionario de Madoz (1.850) nos dice que la carretera de la Hermida estaba en construcción y que los pasos de Liébana hacia la costa se continuaban realizando bien por el Puerto de Taruey, bien por el de Arcedón. Del primero se dice que es carretero unas veces y de herradura otras. En cualquier caso parece que el de Arcedón era únicamente de herradura “muy pendiente y con malos pasos y encontrase en mal estado por mas que fuese arreglado hace pocos años”. De todos modos, era el más utilizado, especialmente en invierno por no cargar tanto la nieve como el de Taruey. Ambos caminos, después se unirían en la localidad de Cires. Ya adentrada la segunda mitad del siglo XIX y ya abierta la moderna carretera de la Hermida, el Camino Real de la Montaña fue perdiendo su función principal de unión entre Liébana y la costa.

Arqueología

Con ayuda de documentación y fruto de un pormenorizado trabajo de campo, se ha conseguido tanto la reconstrucción del itinerario del Camino Real como la localización de sus vestigios camineros localizados. Partiendo del valle de Bedoya y desde los pueblos de San Pedro y Salarzón salen pistas con dirección a Taruey y Pasaneo. En ese itinerario en un lugar de bosque claro, pasto y agua aparece el primer vestigio: un pequeño humilladero semiescavado en el suelo. Se trata de una construcción con entrada flanqueada por muros de piedra que hacen pasillo hacia la capilla de grandes losas y hacia la margen interior un Sagrado Corazón de metal, inserto en un molde de madera. Una de las losas lleva inscrito el año 1.922, época en el que el camino ya había perdido su función comercial, por lo que la fecha puede corresponder con algún arreglo. Queda la duda de si ese arreglo estuvo relacionado con la importancia adquirida por ese lugar en el pasado.

Siguiendo la pista hacia el puerto de Pasaneo se divisan los primeros restos evidentes de camino empedrado, con piedras bastante bien concertadas y de buen tamaño, alguna de ellas colocadas de forma transversal a la dirección del tráfico y con un ancho de al menos 2,25 metros en el punto mejor conservado. Allí mismo, en el collado de Pasaneo, el diccionario de Madoz alude a una antigua mina de oro y plata concedida en 1.532, aunque en los años centrales del siglo XIX lo que había era una cantera de losas de grano duro y de gran tamaño. Las actuales galerías que ahora se pueden observar, están relacionadas con una extracción de plomo y blenda en los años de 1.960.

Un poco más allá, en el lugar donde marca el límite entre Peñarrubia y Lamasón, en la Venta de los Lobos, podemos observar una acumulación de grandes piedras de mampostería regularmente trabajadas que parece tratarse de los restos de la venta que dio lugar al topónimo y que según la documentación de finales del siglo XVIII estaba ya arruinada y disfuncional. A falta de un sondeo, las huellas de las piedras permiten adivinar una planta de unos 4 por 7,75 metros, dividida en dos espacios; uno que en parte pudo estar abierto de unos 6 metros de largo y otro apenas de un metro y posiblemente cubierto. Dadas esas reducidas dimensiones, cabe pensar más bien en un pequeño albergue caminero de montaña. Estos edificios multifuncionales eran frecuentes en los puertos de montaña para socorrer a los caminantes y arrieros en situaciones extremas, pudiendo incluso ocupar en algunos momentos a un alberguero, el cual no solo debía anunciar a viva voz o toque de campana la ruta correcta en los días de niebla o nieve, sino también asistir a los transeúntes en esos días difíciles. No se trataría por tanto de una venta en el sentido de edificio pernocta y avituallamiento.

Conclusiones

La combinación de trabajo de campo y de archivo, permite reconstruir gran parte de la historia del Camino Real de la Montaña. Por un lado la documentación escrita y gráfica habla de un camino de origen al menos bajomedieval, capaz de evitar portazgos externos hacia Castilla y obstáculos naturales hacia Liébana, desde finales del siglo XVII hasta buena parte del XIX, aparece perfilado con claridad como vía fundamental de paso de vino hacia la costa y de pescado hacia el interior. Lo que no está tan claro es el medio de transporte que soportaba el tráfico, ya que si en unas fuentes hacen referencia a un transporte mulatero y de herradura, o a lo sumo al arrastre de troncos mediante rabona, en otras hablan de un camino carretero. Las características técnicas de los restos que llegaron hasta nuestros días, no solo lo alejan de las técnicas empleadas de las calzadas romanas, sino que lo emparientan con las vías de procedencia temporal intermedia, aquellas que además de aprovechar pasos prerrománicos o sendas megalíticas, aceptaron sus características a un tráfico menos exigente, principalmente de herradura y a todo lo demás de carros ligeros.

 

Alberto Ansola Fernández y José Sierra Alvarez
Departamento de Geografía U.y O. del T. Grupo de Geografía Histórica del Paisaje. Universidad de Cantabria.
El Camino Real de la Montaña: de Liébana a la costa por el valle de Lamasón (Cantabria)

 
Resolución recomendada: 1024 x768
Mi correo ©Página creada por José Angel Cantero Cuevas
En Internet desde: 26-01-2.004