La bolera de San Miguel

Existe documentación de la bolera desde hace casi doscientos años

El juego autóctono de los bolos en Cantabria no pasa por sus mejores momentos, sobre todo en las zonas rurales, ya que la despoblación es tan grande que apenas quedan jóvenes en los pueblos. El que esto suscribe conoció, hace unos setenta años, hasta diez boleras en el valle de Bedoya, a saber: una en el “Castañeu” de Cobeña. En Trillayo había dos, una por encima del pueblo, en el “Enebral” y la del “Rio”. En Pumareña la de San Miguel y la más pequeña del “Campu”. En Esanos encontramos otras dos, la de “Bicarral” para jugar en los inviernos y la del “Casar” en verano. En San Pedro había otra, al lado de la fuente pública y en Salarzón otras dos, una cerca de la Iglesia, donde en la actualidad está el potro y otra en la “Cotera”, cerca de la Escuela.

¿Qué fue de tantas boleras?. La de Cobeña es un monte. Las de Trillayo en el Enebral parecido y la bolera del Rio un parque infantil. En Pumareña, la del Campu es un camino y la de San Miguel, es la única que queda en uso. En Esanos más de lo mismo, ambas boleras se convirtieron en un bosque. En San Pedro hace años que no se juega y se instaló allí un parque infantil. Y en Salarzón, la de la Cotera un monte y la que está en el pueblo es un camino vecinal. Resumiendo…., de las diez boleras, actualmente solamente está en uso la bolera de San Miguel, que es la mayor de todas, la mejor situada, aunque su actividad es mínima ya que apenas queda juventud en los pueblos para desarrollar el juego. Es una pena, pero es la cruda realidad: el juego de los bolos es un deporte tradicional de Cantabria que se ha ido trasmitiendo a lo largo de generaciones, formando parte del patrimonio histórico y cultural de la región, pero, si no ponemos remedio, dejará de ser ya una distracción y dentro de muy poco pasará a ser ya historia.

¿Cuándo llegaron los bolos al valle de Bedoya?. No dispongo de documentación al respecto, pero en las Ordenanzas del valle de Bedoya que datan de 1.672 no mencionan para nada el juego de los bolos. Solamente aluden al juego de los naipes “para que no se juegue dinero ni vino con ellos, en atención a que se han quedado muchos pobres a quienes lo practican”. Solamente se podía jugar hasta 60 maravedís al día, o un azumbre de vino. No hablan de más juegos, por lo tanto, es lógico pensar que los bolos no habían llegado al valle de Bedoya.

Los primeros datos que yo dispongo del juego de bolos en Bedoya, datan del día dos de Agosto de 1.842, cuando Hilario de las Cuevas, vecino de Pumareña, escribió a su hermano José, que estaba en México: “Hermano, sabrás cómo nos hemos divertido este verano a jugar todos los Domingos a los bolos, y hemos tenido nuestros desafíos con los mozos de San Sebastian y Castro, pero al fin les hemos ganado; hemos ido a jugar a sus boleras y ellos han venido a la nuestra y siempre han caído”. El mismo Hilario volvía a escribir a su hermano en 5 de Noviembre de 1843 y le comentaba: “Estimado hermano, sabrás cómo hemos llevado un verano jugando a los bolos, los mozos contra los casados, pero por lo regular siempre ganábamos los solteros y alguna otra vez también perdíamos”. En una tercera misiva Hilario le vuelve a escribir en 4 de Agosto de 1849 y le comentaba: ”Este año no hay mucha hierba, además todos los días está rosando, pero los Domingos y fiestas suele hacer sol para quitarnos de ir a jugar a los bolos. Los Domingos tenemos desafío de bolos, los mozos contra los casados, por lo regular ganamos nosotros los solteros, pero, amigo, está el vino muy caro, a 20 reales el cántaro….”.

En el año 1.886, Don Nicolás de las Cuevas y Caviedes, indiano y benefactor del valle de Bedoya, pagó a Angel de las Cuevas Gomez, bisabuelo del que esto escribe, la cantidad de 1.000 reales para que cerrara con piedra la bolera de San Miguel y colocase unas gradas en la zona norte. El cierre de piedra es el que existe aún en la actualidad.

A finales de la década de 1.950, se cambiaron las estacas de madera por otras de hierro, adquiriendo la bolera ya un perfil competitivo con otras boleras.

En la década de 1.990 recibió otra remodelación, ésta vez sufragada por al Ayuntamiento de Cillorigo, donde se instalaron los tiros de cemento y se colocaron tablones alrededor del recinto para el resguardo tanto de las bolas, como de los espectadores. Se asentaron también gradas de cemento en la zona norte. Al mismo tiempo, se recortaron las medidas de la bolera, tanto de tiro como de birle, ya que dicha bolera tenía unas medidas fuera del reglamento. Disponía de 21 metros de tiro y 15 de birle. En la actualidad tiene 20 metros de tiro, doce de birle y ocho de ancho.

Debido a su poca actividad y nulo mantenimiento, la bolera poco a poco se fue deteriorando, quedando únicamente para hacer fiestas y poco más. Los desperfectos eran evidentes, quedando una parcela cubierta de todo tipo de malezas y hierbas. Ante ésta situación, tuvo que ser un vecino, Miguel González Portilla, quien, armándose de paciencia y sobre todo de un inmenso esfuerzo y trabajo, cavó la bolera, levantó la tierra de la caja para añadirle una nueva y dejarla lista para la práctica del juego. La Junta Vecinal de Bedoya parece que también va a poner su granito de arena para adecentar su perímetro colocando unos tablones. En la actualidad la bolera de Pumareña luce todos los atractivos posibles, exhibiendo lo que nunca debió de perder, ya que desde siempre fue una de las boleras más importantes de la comarca lebaniega, donde se revivieron grandes partidas de bolos a lo largo de los muchos años de su existencia.

Agosto 2024

Estas piedras llevan aquí colocadas casi ciento cincuenta años

 

Así estaba la bolera antes de su arreglo

Miguel González acondicionando la bolera

Angel Casares y su abuelo Miguel González