Se mató una sola venada
Escasa presencia de ciervos y los que se atrevieron a salir, se escaparon
Por todos es sabido la proliferación de los venados durante las últimas décadas en los montes lebaniegos. Para debilitar esas poblaciones tan abundantes, la Consejería de Desarrollo Rural de Cantabria autorizó la celebración de varias batidas para reducir su población en distintos montes de la Reserva Nacional de Saja donde se considera que es excesiva y para equilibrar la relación existente entre machos y hembras. En opinión de los técnicos de la Consejería, ese crecimiento, si no se controla, constituye "un alto riesgo para la conservación de los ecosistemas."
Otro de los argumentos manejados por la Administración es la proporción de machos y hembras en las poblaciones de venado, ya que está claramente desequilibrada a favor de las hembras.
Por eso el pasado Domingo 7 de marzo se autorizó en los montes de Bedoya una batida de venados (solamente hembras) donde, de acuerdo con las normas dictadas, podrán intervenir un máximo de quince cazadores, con un arma cada uno. Los batidores, o monteros, no podrán portar armas de fuego. Tampoco e stá permitida la utilización de cohetería y de cualquier otro tipo de explosivo para provocar los levantes de las piezas.
Con esas estrictas normas, dio comiendo la cacería después que los cazadores se reunieron en San Pedro en una mañana cubierta de nubes y extremadamente fría.
Se empezó a batir desde los pueblos de Cobeña y Salarzón hasta el Lomberu, situándose los puestos en la Tuemba y Sieta y para intentar parar a los venados. Los que saliesen de la Dobra, se cerró también desde el Cercau hasta los Llaos.
Los monteros, hoy sin perros, se tuvieron que emplear a fondo con las cornetas y con sus gritos para sacar a las venadas de sus encames. Los venados no son como los jabalís, en la mayoría de las ocasiones se quedan agazapadas detrás de cualquier "mato" y no salen a escena.
Los que se atrevieron a salir, emprendían una veloz carrera intentando escabullirse en la menor ocasión que tuvieran. En la Badarca salieron dos hembras y José Angel, el de Cobeña, las logró tirar, pero bien porque estaban un poco lejos, bien porque el cazador no atinó bien, el caso es que ambas siguieron su curso y no se volvieron a ver por ninguna parte.
Lo que sí se vieron fueron muchos jabalís. Ivana tuvo uno, por cierto muy grande, a menos de diez metros de ella y se tuvo que contentar con verle trepar por los prados de la Sieta en dirección al río Linderu. Un pedazo más arriba, David pudo ver a otros cinco que siguieron la misma ruta y Jesus Angel, que estaba en el Lomberu, vio pasar a seis en dirección a la Pandilla y no pudo por menos que vocearles para decirles que en Septiembre se volverían a ver las caras.
Como se ve, salían más jabalís que venados, pero éstos también hicieron su aparición, lo que pasa es que cada animal tiene sus métodos de defensa y los venados, aparte de su velocidad, se quedan en cualquier parte sin dejarse ver. Pero alguno, como queda dicho, salió. Jorge vio cómo cruzaban cuatro cerca del invernal de Nel, en Brañas, en dirección al Chozu. Estaba muy lejos y no les pudo tirar.
Era ya casi mediodía y aún no se había matado nada. Lo peor de todo era el frío que se iba apoderando de los cazadores. El día cada vez más oscuro y un gélido viento les azotaba. Algunos se vieron en la necesidad de hacer fuego para poder calentar las heladas manos.
"Acabo de llamar a Tito para decirle que si puede venir a Salarzón a hacernos una paella para todos, ¿qué os parece?", se oía por la emisora. "Sí, sí, que venga y que haga una buena lumbre...", le contestaron.
El que no tenía frío por las manos era Serafín Alles, de Cobeña. Tampoco estaba mirando cómo entraban los grillos en sus madrigueras. Estaba bien atento a cualquier movimiento o ruido. Y cuando se está de esa manera, la mayoría de las veces se cumple con el cometido. Porque en Palmín le salió una venada bastante cerca y necesitó dos disparos para que quedara inmóvil. Era bastante grande y por lo menos ya tenían algo para comentar a cuantos preguntasen.
Pero aún habría más, a pocos metros de allí, en la Tuemba, y momentos más tarde, a Tino el de Cobeña le salieron tres venadas. Venían derechas a él y Tino se echó el rifle al hombro y las buscó con la mira. Como cazador veterano, escogió la más grande. Venían en fila y cuando las tenía ya a muy poca distancia, pensó que no se le podía escapar. "Por lo menos una, tiene que caer.....". Todo transcurrió en breves segundos, hasta que Tino apretó el gatillo. Pero cuál sería su sorpresa que el disparo no salió. ¿Qué pasa aquí?. Volvió a apretar de nuevo el gatillo otra vez y otra y otra..., pero que si quieres arroz. Cual sería su sorpresa al comprobar que tenía el rifle descargado. "Ya no valgo pa ná..., no puede ser, no puede ser.., es la primera vez que me pasa," decía por la emisora un desconsolado Tino.
La tarde se ponía cada vez más cruda y acordaron poner punto final a la cacería. En Salarzón, en la bodega de Angelín Cuevas, estaba Tito esperándoles con una suculenta paella que los cazadores dieron buena cuenta de ella. Y como postre quesu de Tresviso, todo acompañado de un buen vino mientras contaban las incidencias de la jornada, aguantando el bueno de Tino más de una chirigota.
Cuando salieron de la bodega ya era de noche, pero a la orilla de los caminos se podía ver un ligero manto blanco de la nieve que estaba cayendo, pero ahora ya no les asustaba, estaban calientes....
(Marzo 2.010)