Se mataron cuatro venadas en una expléndida jornada primaveral
Ante el excesivo número de ciervos que pueblan últimamente los montes lebaniegos, la Consejería de Ganadería, Pesca y Desarrollo Rural de Cantabria autorizó la celebración de batidas para reducir su número. No hay cupo de capturas, el único requisito es que solamente se pueden matar hembras. Hoy se va a batir en los montes de Bedoya y a las ocho de la mañana ya estaban cazadores y monteros en San Pedro para recibir las instrucciones oportunas. Buen día, nublado pero con una excelente temperatura.
La caza de venados es un trabajo que, si se quiere tener éxito, hay que organizarlo y prepararlo a conciencia. Debe de prevalecer el trabajo conjunto entre los monteros y los tiradores, ya que no se utilizan perros. La tarea de levantar a las presas debe de ser realizada por monteros especializados. Ellos son los encargados de dirigir a los animales hacia los tiradores que esperan apostados en cruces de caminos y senderos claves. Las voces, las cornetas y los cuernos son las armas utilizadas por los monteros para levantar a las presas de sus encames. En la organización de estas cacerías, el conocimiento del terreno y de las rutas de escape de los animales es fundamental para lograr el éxito. Por eso hoy Chanchel les alertaba:
"Vamos a empezar por la Dobra. Ayer vieron un rebañu de venaos cruzando por el Caldillu en dirección a la Fuente de Armiceu. Seguru que andan por ahí". "Ya sabéis que no hay perros. Serán los monteros los encargados de levantarlos y ya sabéis también de otras ocasiones que los venaos no son jabalís. Son mucho más rápidos y cuando te das cuenta ya pasaron, así que hay que estar muy atentos". "Los tiros van a estar en la Calleja Sária, en Resundias, el Cercau, Lomberu y arriba en el Collau y en los Llaos. Tenemos catorce escopetas, no son muchas, así que hay que estar muy atentos".
Eran las diez de la mañana y en el Montucu estaba Jorge (hijo) que se vio sorprendido por un ruido en el monte. La adrenalina de sus venas hizo que se elevara de forma violenta. De los Llanos de Enebro bajaban un rebaño de venadas a toda velocidad. El cazador estaba entre el colmenar de Mari y la Canal del Francés. Cuando las pudo divisar, Jorge apuntó y tiró a la primera del grupo, que tras caer y dar varias vueltas quedó unos metros más abajo del camino. Al oir el disparo, las restantes cogieron la velocidad de un bólido y se metieron monte abajo en dirección a Sarrullá.
En la Horcá estaba Ceci y desde aquella atalaya pudo ver a otro rebaño de venadas salir junto al invernal de Nel en Brañas. Las venadas la emprendieron cuesta arriba y cuando estaban a la altura de la Fuente de las Posás, Ceci las soltó un disparo. Estaban muy lejos y lo único que hizo fue alertarlas aún más de lo que ya estaban. No fueron muy lejos, bueno en realidad sí que fueron. Todas lograron huir, todas menos una que la paró los pies Chanchel por encima del Chozu de un único disparo, pero las restantes no se las volvió a ver en el resto del día.
Tuvo que ser de nuevo Jorge el protagonista. Estaba en mitad de los prados de Sierra la Cal, cuando vio salir de Jaltrabe una venada. Venía sola. Desde dónde estaba situado era evidente que la distancia de tiro era problemática. Jorge buscó un lugar para no ser visto por la cierva y esperó colocado detrás de una piedra.
Eso le daba la posibilidad y la esperanza, de que si la cierva tomaba el camino en su dirección tendría oportunidad de dispararla. Solamente era cuestión de esperar. Con mucha paciencia y con el rifle listo en sus manos miraba concentrado hacía todos los lugares que con el arma podía cubrir.
Cuando creyó que ya la tenía en la distancia, disparó y de lo ocurrido inmediatamente después del disparo, Jorge no lo pudo apreciar con claridad. No sabía si el animal había caído en el lugar o había logrado huir. Pero un ruido en el monte, presagiaba que había fallado. Se calmó y respirando profundamente caminó hacía donde había disparado pero allí no había nada. Buscó un rato por los alrededores y tampoco había señales, hasta que encontró el rastro de las hojas revueltas y comenzó a seguirle. De pronto apareció la primera gota de sangre. Esa pequeña mancha sobre el sendero le devolvió la fe en él mismo. ¡Sabía que no había fallado y allí tenía la prueba!
Continuó rastreando, siguiendo el hilo de sangre. Algo le decía que el final no estaba lejos. Así fue. Una venada yacía tendida en la riega con un disparo en la paleta. En total había recorrido unos 70 metros desde el lugar donde recibió el disparo, lo que extrañó al cazador, ya que la bala había afectado en su trayectoria la columna vertebral. Con la lógica alegría en su rostro, Jorge procedió a sacarla de la canal y debido a su peso, hubo que valerse de la ayuda de varios compañeros y de un winchi.
Era ya cerca de mediodía y entre los dos prados de Resundias estaba de puesto Felipe. De pronto, el ruido de ramas y hojas del bosque le puso en máxima alerta. Por el bullicio parecía que eran muchos animales. Todo sucedió muy rápido y la emoción que le embargó era inexplicable y no pudo controlarla. Por fin los pudo divisar y eran cuatro ciervas que rápidamente cruzaron por delante del cazador rebasándole por su derecha. A Felipe casi no le dio tiempo ni a coger el arma, se puso detrás de un roble y ese movimiento valió para que una de las venadas llamara su atención, deteniéndose un instante para mirar al cazador. Un error tonto, quizás producto de su sorpresa. En fracciones de segundo Felipe encaró el arma en su dirección y apuntando instintivamente la disparó. Un solo disparo fue suficiente, pero el susto fue muy grande. "Pero qué hijas de la gran puta..", exclamaba luego Felipe; "me pongo delante de ellas y si no me aparto me llevan por delante".
Era ya la hora de comer. Los cazadores dejaron las venadas cargadas en los remolques en la fuente de Armiceu y aprovecharon para comer el bocadillo en la Dobra. Se acababan de aposentar cuando alguien comenta: "¿Qué pasa ahí arriba?". Todos volvieron la cabeza y vieron un enjambre de buitres que sobrevolaba por encima del remolque mirando la manera de posarse. Cuando llegaron alli los cazadores, media docena de buitres ya estaban encima de las venadas. Daba miedo acercarse allí, pero los pudieron ahuyentar.
Por la tarde se batió la zona de la Badarca. Los tiros estaban colocados en la Sieta, pero no salió nada. Así que se dio por finalizada la cacería. Solo quedaban ya las felicitaciones a los cazadores que tuvieron el honor de abatir las reses, celebrándose mutuamente ya que lo cobrado es el fruto del trabajo de todos y de ninguna manera solamente del matador. El triunfo es del grupo, no solo del matador y así hay que entenderlo.
Hoy hubo bastantes disparos y se escaparon muchas ciervas, de todos modos y en honor a los cazadores hay que decir que las cuatro que mataron solo recibieron un disparo cada una y las cuatro eran grandes. La guardería fue la encargada de colocarles en Salarzón la chapa acreditativa.
Una merienda-cena en el Balcón de Potes puso el remate a la jornada, donde no faltó el jamón, los chorizos, la parrillada de costillas y un buen queso, todo regado por un exquisito vino y para rematar el té con orujo. No estuvo mal.
Información ofrecia por José María Gaipo (03 Marzo- 2.012)