Aguinaldos

Los mozos de cada pueblo despiden alegremente la Nochevieja cantando los mandamientos, o rezando con escasa devoción a cambio de aguinaldo. Esta costumbre sigue conservándose a través del tiempo y si en algún pueblo los jóvenes, por discrepancias entre sí, u otra razón cualquiera, no se prestan a recorrer en esa noche las calles echando vivas a los dadivosos, los casados, recordando los tiempos pasados, se disponen a no dejar  morir esa buena costumbre. Tal sucedió éste año en los barrios céntricos de Bedoya, entre cuyos aguinalderos, había un mocete de 84 años, supongo yo que sería el del saco.

Bien se presta el caso a hacer unos comentarios, pero como sé que un amigo que lo presenció, tiene propósito de mandar unas cuartillas a La Voz, y seguramente ha de hacerlo con más acierto que yo, por ser “ideal” su estilo; se lo agradezco y le prometo leerlo con interés. Sólo una observación he de hacer a don Jorge Cuevas, que es el mozalbete a que me refiero.

El aguinaldo, amigo Cuevas, en mi entender, fue concedido a los mozos a trueque de otros servicios, tales como el que éstos hagan de serenos, bomberos, prestar otro auxilio cualquiera en caso de apuro, en una palabra, para que los mozos sean la policía de los pueblos, y como, a sus años veo difícil que esos servicios queden bien cumplidos por su parte, entiendo un poco egoista su participación en el festín. Y hecha ésta observación, sólo deseo que, dentro de un lustro, yo comente sus fechorías y usted repita en la Nochevieja el jujujú por las calles de Bedoya.

La Voz de Liébana nº 540, de fecha 13 de Enero de 1917