Las Ordenanzas del Valle de Bedoya
Hace un tiempo con motivo de la realización de un dictamen jurídico, he tenido acceso a varios archivos entre cuyas fuentes documentales he encontrado un documento interesante, no sólo por la antigüedad de su origen, sino por la vigencia que muchos de los aspectos configuradores del mismo, tienen en el momento actual coma norma de comportamiento, arraigado en la esencia del ser del pueblo y de los ciudadanos que componen el mismo en orden a la dignificación de la realidad personal, y de forma muy especial en la aspiración de la realidad comunitaria como centro de unión y comprensión de la esencia del ser personal.
Las ordenanzas del Valle de Bedoya, fueron ordenanzas municipales (armadas por los apoderados nombrados por el Concejo y vecinos en el año de 1.672. El número total de capítulos que componen las Ordenanzas es de 142, y a los mismos se ha procedido a darlos vigencia plena por los autos de aprobación, como de antiguo se acostumbraba hacer con las ordenanzas municipales.
Vamos a pasar a señalar algunos de los capítulos que más importancia tienen en aquellos aspectos del comportamiento personal, y la influencia que estos aspectos tienen en el sentido de comunidad.
El primero de los capítulos dice referencia a la obligación de oir misa los días de fiesta. La redacción de este capítulo primero de las Ordenanzas dice: "Lo primero ordenaron y mandaron que todos los vecinos estantes y habitantes en este nuestro valle tengan obligación de oir misa todos los domingos y fiestas de guardar, no estando enfermo o con causa legitima, y el que no lo hiciere pague de pena tres cántaras de vino para dicho concejo, y si continuase sin ir, los regidores que son o fueren de este dicho valle, tengan obligación de dar cuenta a la justicia para que castigare a tal persona".
Al lado de este actuación en el orden de la fe religiosa, se complementa con el capítulo tercero de las Ordenanzas en donde se recoge: "It mandaron y ordenaron poner entre ellos y demás vecinos de este nuestro concejo estantes y habitantes, en el que ninguno sea osado a decir a otro ninguna palabra de injurias, ni poner las manos a otro ni a otra, y el que lo hiciere sin ser vista perjudicar a la jurisdicción ordinaria, ni a la que su Excma., el Excmo. Duque del Infantado mi señor tiene a este provincia, y el que proceda contra ella los tales delincuentes, así de oficio de justicia como de pedimento de parte, pague demás a más el delincuente y cada uno que en otra razón lo fuere, un miedro de vino para dicho concejo".
Asimismo en el capítulo 42, se recoge, reiterándolo sobre el capítulo tercero y en él se señala, que ninguna persona sea osada de decir otra palabra descortesía, ni ponerle las manos.
También se señala en estas Ordenanzas del Valle de Bedoya, el principio de la democracia, en tanto en cuanto recoge que aquellos que lo que los vecinos dispusieren sea firme y valedero, y ninguno pueda ir contra ello, el reconocimiento de este principio se recoge en el capítulo 44, en donde se dice: "It ordenaron y mandaron poner entre ellos y demás vecinos que lo que se acordase por la mayor parte de los que se hallaren en el concejo sea firme y valedero estando presentes los regidores que a la razón fueren o cualquiera de ellos como si se hallaron todos presentes y el que fuere contra ello pague dos cantaras de vino para nuestro concejo".
Este principio, básico en un sistema democrático, y que es recogido en el capítulo 44 de las Ordenanzas municipales del Valle de Honor de Bedoya, suponen el principio del reconocimiento de la realidad individual, a naves de la participación personal, como eje motor y conductor de los intereses de la comunidad.
Y en el respeto a los intereses de la comunidad se establece una restricción a los derechos individuales del comercio y la venta de los productos agrícolas, en el capítulo 47 se recoge: "It ordenaron y mandaron y poner entre si y demás vecinos que ninguna persona saque de este valle tinas para ningún forastero sin licencia del concejo, bajo pena de una cantara de vino por cada vez para nuestro concejo".
Asimismo en el capítulo 56, se recoge "..... que ninguno sea osado a vender madera para casas, tinas, carrales, ni para estacada de molino a persona fuera del concejo sin licencia....
También dentro del espíritu de comunidad entre todos los vecinos, se recoge en el capítulo 92, que: "Todas las veces que el guardador de las vacas o bueyes vengan a decir que algún oso queda comiendo algún buey o vaca, luego el regidor repique las campanas y luego todos juntos los vecinos que estuviesen en el Concejo, salgan con sus armas y perros al puerto a correr o matar al tal venado, si pudieren, so pena que el que faltare, estando en el concejo, habiéndose repicado las campanas, pague una cántara de vino para nuestro concejo, y otra tanta pena pague cada vecino que fuese citado pare ir a montería otro cualquier día y no fuere".
Con estos aspectos que hasta aquí hemos recogido en el aspecto de la realidad personal, acabamos por hoy éste estudio de las Ordenanzas municipales del valle de Honor de Bedoya y que en posteriores ocasiones seguiremos estudiando, señalando los capítulos de las referidas ordenanzas, que aún tengan vigencia en el funcionamiento del Concejo del Valle de Bedoya, que no deja de ser un botón de muestra, sobre la realidad histórica que tan abundantemente tiene Liébana, y que bajo ningún motivo debe de perderse las costumbres y normas de las funciones y acciones de los concejos de Liébana, y por otro tanto debe de irse a la búsqueda de aquellos que aún no teniendo vigencia de aplicación en momento actual, lo hubieran tenido en pasado, por lo que debería de recuperarse, dada que este es un patrimonio de un valor no cuantificable, que debemos de legar los que vivimos en el momento actual a las generaciones venideras.
Miguel Angel Peón Riancho
Luz de Liébana, nº 254, de fecha Abril de 1982 |
San Pedro de Bedoya
Después de atravesar el imponente y abrupto Desfiladero de la Hermida, dejando atrás Castro-Cillorigo y antes de llegar a Tama, parte la ruta del Valle de Bedoya.
ambos lados de la carretera, las manzanas penden de los árboles, ofreciendo variados tonos, que resaltan con la luz del atardecer, mientras un grupo de lebaniegos, recogen en pequeñas cestas de mimbre, las sabrosas avellanas, que quizás luego ofrezcan al viajero en el mercado del lunes de Potes.
A medida que vamos alcanzando mayor altura, desde la carretera se destacan las bellas panorámicas de los pueblos del valle de Cillorigo, colgados bajo los Picos de Europa recogidos en el verde de sus praderías y escalonados hasta ampararse bajo la roca, como es el caso de Cabañes.
Atrás dejamos, en Sierra Tama, la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe y cercana a Pumareña, alcanza la vista a ver el tejadillo de la ermita de San Miguel. Alguna solitaria viña, dejamos a nuestro paso, hasta llegar a Trillayo, que se encuentra a la izquierda de la carretera y sus primeras casas se observan entre el arbolado. En los repliegues del terreno, las viñas, que antaño fueron trabajadas en gran número, continúan ofreciendo su buen vino y su refinado orujo, a los vecinos del Valle de Bedoya.
Asentado en un repliegue de las estribaciones de Peña Ventosa se encuentra Cobeña, un barrio de Trillayo que se comunica con éste por una carretera que parte del mismo pueblo.
Vamos profundizando en el Valle de Bedoya y las estribaciones de las Segadas de Peña Sagra, culmina el fondo de nuestra ruta. Al margen de la carretera y cercano a Pumareña, otro de los pueblos que componen el Valle, destaca una sencilla bóveda de piedra: las "ánimas", donde, como en otros pueblos lebaniegos y de la geografía montañesa, existía la tradición de al pasar por allí, rezar un padrenuestro y echar una perra gorda, de las de ántes, que se introducía por medio de una rendija que comunicaba con un depósito de piedra enrejado. Cuando se construyó la carretera existía la duda de cambiar de situación a las "ánimas", hacia la parte 189 de la carretera; al final, un argayo decidió que el "santucu" siguiese en el mismo lugar.
En las cercanías de Esanos, un mozo subido a un fresno va despojándole de la hoja, que luego llevará a su hogar, en la aldea. Esanos es un pueblo con huertas por doquier, separado de San Pedro de Bedoya, motivo del reportaje, por medio de la Iglesia parroquial de San Pedro, que constituye la parroquia de Pumareña, Esanos y San Pedro.
Nuestros primeros pasos para conocer San Pedro de Bedoya, les realizamos a partir de la iglesia y no por la carretera general, pues existen rincones de bellos atractivos, que no pueden pasar desapercibidos para el viajero que se acerca a este lugar: como ese primer pajar con alargado portalón, motivo de pintores, que tiene en una de sus paredes laterales un ventanal con elementos decorativos que se entrecruzan, dividiéndola por medio de una sencilla columna.
Seguimos caminando, entre las huertas con maíz, dejando en la parte superior del pueblo, la leñas acumulada cerca de las casas, como prevención de un frio invierno, aquí, los balcones adquieren un variado colorido, puesto que las amas de casa lebaniegas tienen la ropa colgada de un extremo al otro del tendal.
Si te acercas por Bedoya, verás también, muchos rincones con flores que alegran el paso, por los viejos pajares y caserones. Entre los robustos nogales que inclinan sus ramas hacia el camino, que les verás en abundancia en San Pedro, te llamarán poderosamente la atención una casona, cercana a la carretera, estás ante la Casona de Ceballos, donde se centra el señorío de antaño en el pueblo.
Adosada a la casa se alza la torre con aspilleros de defensa en sus muros y con ventanas enmarcadas con figurillas de hojas, como también el frontal, debajo de los canecillos del tejado. En la puerta principal, a ambos lados de la misma hay varios dibujos; un Cristo y un mapa de España y contiguo a sus muros, una capilla particular, con contrafuerte, adornada su entrada con cepas y deteriorados sus muros. En su interior un viacrucis en sus paredes y en el altar mayor un tosco retablo, que posiblemente se corresponda con la capilla que Madoz en su Diccionario del siglo pasado, comenta: "en el interior del pueblo se encuentra la capilla de San Sebastián, con renta, de propiedad particular". La parte ulterior de la casa, estaba destinada a bodegas, porque la familia Ceballos, llegó muchos años a llenar cinco tinas de uvas, de unos 30 cestos de uvas cada tina.
Existe una anécdota con relación a la recogida de uvas de esta casa y es que un año, se les quedó una tina por desvinar y al año siguiente, cuando fueron a echarla agua para que mojara y poder introducir las uvas de la cosecha, la encontraron llena de vino y según cuentan los ancianos del pueblo, de una calidad superior. En una de las paredes de la casa, que se encuentra abandonada y en deficiente estado, destacan los escudos de Bedoya y de Soberón. Si quieres conocer las cuadras, verás todavía, los viejos carretones que servían para transportar la leña del monte.
En el pueblo de San Pedro, se cultivaba de todo, desde patatas, maíz, trigo, garbanzos, alubias, lentejas, hasta arbejas, pero sin duda alguna, en los mercados de Potes, la fama de sus productos la llevan las sabrosas cebollas, cuya producción es la mayor en la Comarca Lebaniega.
LOS PASTOS EN EL PUERTO
En los meses de marzo y abril, comenzaba la vecería en el pueblo y al oscurecer se bajaba el ganado a la aldea. A primeros de junio, se subía el ganado al puerto junto con los otros cinco pueblos del Valle de Bedoya. En el Collau Taruey tenía la choza el vaquero. Todavia recordarán Federico y Román Gaypo, cuando ajustaron un año por 600 pts. y 3 libras de pan. Del mismo modo, David González, vecino de Cobeña, recuerda que un año, siendo vaquero, llegó a guardar 333 vacas.
El ganado se bajaba por los Santos, aunque algún anciano se acuerda de oir comentar a sus mayores, que antiguamente hasta San Andrés no bajaba el vaquero. Esto nos lleva a un viejo refrán: "Dichoso el mes de Noviembre, más que ningún otro mes, que empieza con todos los Santos y termina con San Andrés".
TRADICIONES EN SAN PEDRO
A pesar de que los tiempos cambian y de que lo antiguo se pierde, en San Pedro de Bedoya, algunas viejas tradiciones, continúan fieles en el quehacer cotidiano de los vecinos del lugar. Cuando llega Semana Santa, el día de Jueves Santo, se pintaba un telar en la iglesia con el Cordero Pascual, que se quita el dia de Viernes Santo. Ese dia de Jueves Santo, a las 3,30 de la tarde y en medio de una profunda devoción, se realiza el Rosario de la Buena Muerte, desde Esanos a San Pedro, terminando con un calvario en la iglesia. También en Navidad, seis mozas del pueblo cantan el ramo de rosquillas que luego se rifará el día de Reyes.
Pero San Pedro de Bedoya guarda igualmente una profunda devoción a San Pedro de Toja, imagen que se guarda en dicha ermita, y cuya festividad se celebra el primer día de Agosto. Desde muy antiguo, la imagen de San Pedro se bajaba al pueblo cuando había grandes sequías, para hacer rogativas al Santo. Estas rogativas consistían en decirle misa nueve días seguidos. Y este año, igualmente se le bajó a San Pedro de Bedoya con el mismo fin, y curiosamente ha sido de los pocos días que hemos sentido la lluvia en la Comarca Lebaniega.
AQUELLAS CACERIAS DE OSOS
En el Valle de Bedoya, tambien hubo buenos cazadores de osos y precisamente, el vecino de San Pedro, Eduardo García, estuvo en aquellas apasionantes cacerías y a veces hasta trágicas, como veremos por su relato. Como era lunes, el buen lebaniego tiene que bajar al mercado de Potes; es la gran fiesta para los vecinos de estos pueblos y coincidimos con él, que llegaba en aquellos momentos de dar una vuelta por la villa lebaniega. Sentados en el portalón de su casa y en compañía de su mujer, Marina, comienzan los recuerdos a aflorar en su mente:
"En el año 1.920, preparamos una cacería de osos y fuimos a oir misa sin amanecer al vecino pueblo de Salarzón; después comenzarnos a andar, hasta llegar a la Fuente de Taruey donde se echó la caceria. Poco después, se concentró en la zona, en pocos instantes, una espantosa tormenta, que no te permitía ver a los compañeros de cacería. En mi grupo, eramos siete personas y perdieron la vida cuatro, salvándonos los demás por milagro. Uno de los desaparecidos no fue encontrado hasta el mes de abril, en que pastando unas vacas masoniegas dieron con él.
En otra ocasión, echaron los vecinos del pueblo otra cacería en las cercanías de la Virgen de la Luz y le salió un osu al tíu Jorge, de Esanos, quien al dispararle, sólo consiguió herirlo y éste se le vino encima, arrancándole un trozo de nalga y si no es por el perro, pierde la vida".
Cuántas odiseas pueden contar estos hombres, que han vivido apegados a su terruño, a base de sudor y sacrificios, como Eduardo Garcia, este vecino de San Pedro de Bedoya, que en el viejo portalón de su casa, con las manos curtidas por el trabajo, mira esos viejos rincones y nos dice con orgullo lebaniego "Me siento feliz en mi pueblo".
Luz de Liébana, nº 259, de fecha Setiembre de 1982 |