Vicente Vega ha escrito un libro sobre las abejas en Liébana

A sus 85 años continúa llevando su explotación apícola

En el panorama apícola regional Vicente Vega se erige como uno de los profundos conocedores de este especial grupo animal. La organización social de las abejas es una de las causas de admiración de este lebaniego, oriundo de México. La contínua observación y el "cariño" hacia las abejas han dulcificado durante muchos años las dificultades de una vida difícil entre las montaññas del valle de Bedoya, de donde Vicente apenas se ha movido desde su llegada a la tierra de sus progenitores. Su última realización ha sido un libro sobre las abejas.

Nacido un 22 de Enero de 1901 en la zona de Chiguagua, de padre lebaniego y madre mexicana, conserva Vicente el ritmo peculiar de habla de este país hermano y lo acentúa cuando habla de su infancia allá. "Mis padres tenían unos grandes almacenes de toda clase de cosas", afirma refiriéndose a la tienda en que se desarrolló sus primeros años. Fue la Revolución de Pancho Villa la que puso fin a un periodo de vida acomodada y la familia Vega, desposeída de su hacienda, regresa a España, y en concreto al pueblo natal del progenitor, Pumareña.

Contaba 10 años de edad y el brusco cambio culminaba en la dedicación a las labores del campo. La relación con la tierra y sus elementos naturales se acerca para concretarse a los 18 años.

LAS ABEJAS

"Iba yo con mi padre al monte y encontramos un enjambre.....". A partir de entonces, la ración de leche de la mañana iba acompañada de miel, base de una alimentación a la que Vicente otorga la cualidad de "una vida sana". Las circunstancias que hicieron incluir el preciado fruto del panal, arrancan al joven lebaniego a la búsqueda de una posibilidad más en ayuda de los ingresos familiares. "Las primeras colmenas que tuve vinieron del monte. Caminaba hasta las zonas altas, en donde localizaba enjambres en viejos árboles".

La aspiración de formar un colmenar está ya dibujada, pero son circunstancias de la guerra civil las que aparcan el proyecto que, posteriormente, cuajaría en una acreditada explotación apícola.

DE PROFESION ALBAÑIL

Los trabajos propios de la albañilería, con la especialidad de mampostero, fueron la dedicación fundamental de este lebaniego durante una dilatada vida circunscrita al valle de Bedoya. "Nunca salí de por aquí y en un tiempo perdí clientela porque subí el sueldo de siete pesetas diarias a ocho", afirma jocoso. "Estuve entonces trabajando a jornal en el campo", apostilla.

No obstante, la constante de la apicultura y los resultados positivos que de ella obtiene con el paso de los años, supone un aliciente para una vida dura, que pasa sus momentos álgidos con su inclusión en filas durante la guerra.

"Estuve destinado en Reinosa durante dos o tres meses", recuerda con gesto dolorido al confirmar que "tuve que escaparme porque me la tenían jurada y temí que me iban a matar". Tres días de camino a través de los altos de Saja, Carmona y la zona de Puentenansa tardó en llegar al pueblo, donde su esposa e hijos le suponían lejos. "Tuve que estar escondido en el pajar de la casa. El primero que me vio fue mi suegro", puntualiza reviviendo una escena comprometida por el temor a ser descubierto.

AUTOR DE UN LIBRO

La situación mejoró, y con una dedicación partida entre el campo y su labor de albañilería, Vicente Vega se dedica a la construcción de su colmenar. "Nueve años tardé en construirlo en este campo que me costó 15 ó 20 pesetas". Es a partir de esa consolidación, cuando observación y paciencia cristalizan en un librito sobre el tema: "La apicultura lebaniega", guía y resumen de las condiciones de la zona para este menester, junto a sabios consejos vertidos con la sencillez de los verdaderos conocedores.

Tomado de: Luz de Liébana, número 295. Año de 1986

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