Hacía ya tiempo que no cogía la vara de avellano y las botas para conocer alguna cambera milenaria. Meses atrás leí sobre una ermituca en el bello municipio de Cillorigo de Liébana, mas concretamente en los montes del valle de Bedoya. Junto con unos amigos subimos a quedarnos a Esanos para, al día siguiente, conocer el paraje donde se encuentra San Pedro de Toja.
Poco había leído sobre este lugar anteriormente, hasta encontrar en Internet una curiosa pagina. Soy de esas personas a la que le chocan determinados mensajes/frases; vamos, lo que hoy en día se llama un friki integral. Lo digo básicamente porque cualquier cosa que enaltezca las maravillas de mi tierruca me estremece de emoción.
Entré en http://www.valledebedoya.com y lo primero que vi fue un pequeño banner que decía "Bedoya, valle de honor". El autor no pudo encontrar ningún calificativo mejor para describir esta preciosa zona. Cada piedra, cada escudo o ermita desprenden cierto aroma de un glorioso pasado. Tal vez otra persona tan solo vea musgo en las paredes, pero yo intento ver más allá. Entre muchas fotos que allí tiene, vi una que me llamo la atención. Una pequeña romería en torno a una ermita enclavada cerca del bello bosque, donde la gente bailaba la jota montañesa al son de unas pandereteras..! Quiero subir yo, pensé.
De modo que, tras seguir las indicaciones de mi amigo Santiago Dobarganes, me encaminé monte arriba por un frondoso bosque. Menudo chasco me llevé al comprobar que tras 1 hora y media me había perdido. Vuelta pa casa. Bajando para el cruce de Tama, enrabietado, me dije a mi mismo que no tardaría en volver a intentarlo.
Dos meses después me encontraba en el centro de San Pedro de Bedoya viendo acercarse un tractor hasta arriba de nabos. "Se van a poner las vacas ciegas" le dije al señoruco que lo conducía (para romper el hielo). Tras compartir unas palabras con aquel paisano le pregunté si iba en la dirección correcta hacia la ermita. Esta vez no quería perdérmelo de ninguna de las maneras. "En 40 minutos andando estas arriba", me dijo mientras me alejaba del puebluco.
Por el camino me encontré de nuevo en un frondoso bosque, donde llegué a ver varias ardillas. A medida que iba ascendiendo las vistas de los Picos de Europa eran cada vez más espectaculares. Justo cuando el cansancio se estaba haciendo dueño de mi cuerpo vi la preciosa ermituca al fondo de una enorme pradera. A medida que asciendes el verde no crece tanto como en el valle, convirtiéndose en un enorme tapiz, vamos como una alfombra donde da gusto andar descalzo.
El rincón que se postraba ante mis ojos era maravilloso, llamándome la atención que en muchas zonas el suelo de aquella verde moqueta había infinidad de tierra levantada. En mi pueblo se suele decir que allí el jabalí ha "jocao", vamos que ha estado escarbando con el morro para encontrar raíces y rábanos. Ardillas, jabalíes, buitres, bosque, montaña, cabañas, naturaleza en todo su esplendor. Allí pase todo el día, dando paseos por la zona, sacando fotucas; en fin una experiencia de esas que cuesta olvidar.
A medida que bajaba de nuevo al pueblo iba pensando que el tópico de "Bedoya, valle de honor" no era simplemente una frase, sino el modo de describir la maravilla que iba dejando a mis espaldas.
Firma: Miguel López Cadavieco