Visita del señor Obispo

 

Don Francisco Javier Lauzurica, obispo de Palencia, visitó Bedoya en el año 1.944

"Este logar (Bedoya) es del obispo de Palencia". Así reza el Libro de las Behetrías que data del año 1.351. Nos dice también dicho libro que cada vasallo tenía que dar como tributo 75 maravedíes al Rey y otros 75 al Obispo. Además todos los que disfrutaran de un solar habitado debían de dar en cada año al Obispo dos celemines de trigo y a los canónigos de San Salvador de Cantamuda medio carnero.

Echando cuentas de los vecinos que podía haber en Bedoya es esa época con un solar habitado, me salen más o menos unas cien viviendas, a medio carnero cada uno, resultan cincuenta carneros al año para los canónigos. ¡Eso solo en el valle de Bedoya!. ¡Vaya rebaño que juntarían .! Entre salmo y salmo, seguro que aprovecharían para dar buena cuenta de una saludable ración de cordero.

Bromas aparte, diré que las parroquias de Liébana pertenecían eclesiásticamente al Obispado de León, con la excepción de las de Bárago, Valmeo, Viñón, Rases, Castro y el valle de Bedoya que dependían del obispado de Palencia. Curiosamente el pueblo de Cobeña, perteneciente también al valle de Bedoya, dependía de la diócesis de León.

Debido a la distancia entre Liébana y Palencia, con unas pésimas comunicaciones y a los escasos medios de locomoción, pienso que los obispos de Palencia pocas veces cruzarían el puerto de Piedraslenguas para visitar las parroquias lebaniegas. Estoy por asegurar que la primera vez que llegó al valle de Bedoya un Obispo fue en el año 1.944, y lo hizo Don Francisco Javier Lauzurica y Torralba que un año antes, en Junio de 1.943, había llegado a Palencia procedente de Vitoria.

De su visita Pastoral al valle de Bedoya aún hay varias personas que se acuerdan con marcados y curiosos detalles. Toda visita Pastoral sirve para reorientar la vida de las parroquias y a la vez impartir el Sacramento de Confirmación. De esa manera, muchos fueron los jóvenes de Bedoya que aquel año de 1.944 recibieron dicho Sacramento. El párroco de San Pedro de Bedoya y de Salarzón en aquel tiempo era D. Moisés Cuevas y Caviedes, que también era natural de este valle.

Aunque ya pasaron 64 años desde entonces, ya dije más arriba que aún hay varias personas que se acuerdan de infinidad de detalles de aquel memorable día que, más o menos, discurrió de la siguiente manera:

"Fue en el verano del año 1.944, no recuerdo exactamente el día, ni siquiera si era Domingo, cuando el Sr. Obispo de Palencia vino al valle de Bedoya. Don Francisco Javier Lauzurica y Torralba era su nombre y aparte de ser nuestro Obispo, también ostentaba el título de Conde de Pernía. Don Moisés, nuestro párroco, nos había aleccionado de cómo serían los actos a celebrar, así como todo lo concerniente al sacramento de la Confirmación que íbamos a recibir muchos jóvenes del valle.

Andábamos ya a la hierba y amaneció una gran mañana de sol, pero ese día nadie se acordó de ir a segar. Venía el señor Obispo a visitarnos. Éste no sé donde pasó la noche, me imagino que en Tama en casa de D. Luis de las Cuevas, pero al día siguiente madrugó para subir al valle de Bedoya. El mismo D. Luis le proporcionó su "serré" para trasladarse hasta la parroquia de San Pedro. Le acompañaban varios sacerdotes de la zona, además de su secretario. La "serré" es un carruaje de tracción animal, en este caso tirado por dos mulas, que se usaba para el transporte de personas, siendo en este caso su guía Pepe Barragán, natural de Tama y obrero de confianza de D. Luis.

Quiero hacer constar que ese año de 1.944 la carretera que subía a Bedoya solamente llegaba hasta la Bijecha, enfrente de Pumareña. De ahí para arriba era un camino de carro. En cuanto la comitiva asomó por la vuelta de la Prada, las campanas de la iglesia de Trillayo empezaron a repicar. En la Roñá había unas pocas personas de éste pueblo, ya mayores, que se habían acercado a la carretera para ver al Sr. Obispo y recibir su bendición.

Por fin llegaron hasta la Bijecha donde les estaban esperando una gran avanzadilla de jóvenes feligreses con el Presidente de la Junta Vecinal de Bedoya a la cabeza, que a la sazón era D. Angel Soberón. También estaba la Presidenta de la Congregación de las Hijas de María, título que recaía en su hija Esperanza. El Señor Obispo se bajó de la "serré" y saludó a buena parte de la gente allí presente que le besaban el anillo episcopal a la vez que hincaban la rodilla. "Tienes cara de buena" le dijo el señor Obispo al saludar a Esperanza.

El Prelado volvió a ascender en la "serré" y continuaron el camino, ahora entre cánticos de coplas, a la vez que se sucedían los vivas al señor Obispo y a su secretario. Las panderetas, el tambor y los fuegos de artificio acompañaron a la comitiva hasta San Pedro. La dicha Esperanza, sus hermanas María Francisca y Serafina, Dolores Cuevas, María Jesús Cuevas, las también hermanas Clementina y Susana Vega, Esther Abad ...., eran algunas de las componentes del coro acompañadas por Eloisa Movellán y Rosalía Róiz con las panderetas y Martín Pérez al tambor. Gerardo Cantero se encargó de la composición de las coplas.

Las campanas de la ermita de los Angeles en Esanos y las de la parroquia de San Pedro comenzaron también a repicar. Adolfo Álvarez, Julián Cuevas y Angelín Soberón eran los encargados de que las campanas no se durmiesen y se pudieran oír en todo el valle.

Por fin la comitiva llegó a la puerta de la Iglesia de San Pedro. Allí estaba esperando D. Moisés, nuestro párroco. El Señor Obispo se apeó de la "serré" quedando ubicado bajo un arco engalanado con flores y cintas que portaban cuatro mozos. Se fue acercando a la puerta de la Iglesia y allí, en la misma entrada, estaba D. Moisés de rodillas, vestido de capa, junto a los monaguillos Cecilio Cuevas y Tolinín Bustamante. Después de incensar al señor Obispo, ambos en procesión se adentraron en la Iglesia por el pasillo central, mientras en el coro Pepe Caviedes y Luis Vega interpretaban la antífona "Sacerdos et Pontifex et virtutum opifex pastor bone in populo, sic placuisti Domino" (Sacerdote y Pontífice y ministro de virtudes, buen pastor de tu pueblo, ruega por nosotros al Señor). Todos entraron a continuación, las mujeres con las caras cubiertas por los velos que se iban situando en la parte delantera de la iglesia y los hombres en la trasera.

Una vez llegaron al Altar mayor dio comienzo la Santa Misa. Al Ofertorio tuvo lugar la Confirmación, donde el Obispo nos ponía sus manos sobre nuestras cabezas a la vez que pronunciaba nuestro nombre. "Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo" nos iba diciendo. Eramos muchos los que recibíamos el sacramento; no me acuerdo de todos pero sí de algunos: Victoriano Cantero, Federico García, Delfín Gaipo, Juan Manuel Gómez, Cecilio Cuevas, Pepín Caviedes, Benjamín Soberón, Josefina Cantero, Máxima García, Paulino y Terio Cuadriello, Ramón Soberón, Serafín Gómez, Lucila Verdeja, María Jesús Cuevas, Inés y Amelia Soberón, María Rosa Gómez, María Luisa Iglesias, Matilde Cuevas, Santiago Dobarganes, Salvador García, Tolinín Bustamante .....; éramos todos unos chavalones de 14 a 17 años.

Terminada la Misa, salimos todos fuera de la Iglesia entre los mismos cánticos y fuegos de artificio. Ahora había que ir hasta Salarzón. El señor Obispo, en vez de subirse en la "serré", y debido a que el camino era costoso, tiene que montar en un caballo propiedad de Angel Soberón. Mientras tanto, D. Moisés que también era el párroco de Salarzón se escabulle entre los fieles y emprende ruta hacia su casa, en Esanos, donde toma su caballo y sube a Salarzón por las "Llamizas" para esperar allí al Sr. Obispo antes que éste llegue. El Prelado emprende su marcha pasando primeramente por las calles de San Pedro, donde balcones y ventanas estaban engalanados con banderas y colchas decoradas con diferentes colores y figuras, a la vez que, desde lo alto, se tiraban flores al paso de la comitiva, para afrontar el estrecho y angosto camino que les llevaría a Salarzón por la "Reverencia".

"De Pumareña a San Pedro, de Esanos a Salarzón, la gente ríe de gozo y llora de la emoción".

"Que viva el señor Obispo, que ha venido de tan lejos, para poder visitar, la parroquia de San Pedro", le cantaban.

Era tanto el alboroto y estruendo de los cohetes que, el caballo donde iba el señor Obispo se sintió receloso y excitado, lo que provocó el temor del ilustre jinete a sufir una caída, teniendo que requerir un poco de orden: "Por favor, no tiren cohetes, que se espanta el caballo", dijo a los más allegados.

Al llegar a la cotera de la "Reverencia" y dando ya vista a Salarzón, le estaban esperando la juventud de dicho pueblo. Allí, por tanto, hubo cambio de animadores. Callaron las campanas de San Pedro y empezaron a sonar las de San Juan. Los feligreses de San Pedro se volvieron y los de Salarzón siguieron con el señor Obispo. El coro, como es lógico, también se reemplazó. Las "miguelinas" (Generosa y Jesusa Caviedes) tocaban la pandereta, Antonio González, de Cobeña, lo hacía con el tambor y cantaban entre otras la maestra Cristina García, Nati García, Laura Alles, Leonor Gómez..., "Que viva el Señor Obispo, que viva nuestro señor, si le trataron bien en San Pedro, nosotros aún mejor".

El señor obispo creía que iban todos tras él, pero al llegar a la iglesia de Salarzón y al ver a D. Moisés esperándole a la puerta de la Iglesia, quedó sorprendido. "Pero Moisés, por dónde has venido?", le dijo al párroco. D. Moisés y el señor obispo se conocían de su época de estudiantes en Comillas. El señor obispo estudió cuatro cursos anteriores a D. Moisés. En Salarzón también hubo Confirmación que recibieron, entre otros, Alfredo y Victorino Alles, Manolo Gutiérrez, Lucinio y Telvina Blanco, Lupe Fuente, Laura Alles y algunos más que no recuerdo. Terminada la función religiosa, el Señor Obispo emprendió el regreso andando hacia San Pedro, bajo el correspondiente arco, entre los vivas y cánticos de la juventud de Salarzón.

Al llegar de nuevo a la cotera de la Reverencia, le estaban esperando la comitiva de San Pedro también con su correspondiente arco. Le cantaban: "Qué contento está San Pedro y qué afligido San Juan; el primero tiene al Obispo y al segundo se le va".

Era ya la hora de comer, la mañana había sido muy ajetreada y la comida se celebraría en casa de D. Moisés, donde comieron el señor Obispo y varios sacerdotes. El resto de la comitiva lo hizo en casa de Gerardo Cantero. El señor Obispo, como buen vasco, era una persona alta, fuerte y de buen comer, "algo tragón", según las malas lenguas. La comida se celebró en la parte alta de la casa. Dolores Cuevas y Susa Cabrera fueron las encargadas de la cocina. Le acomodaron en la sala, pero él prefirió comer en el corredor, desde allí podía contemplar mejor el panorama que se le ofrecía a la vista. Le sirvieron, entre otras cosas, un plato de patatas fritas con un par de huevos. Al señor obispo le pareció poco, tapó los huevos con las patatas y pidió otros dos, que al momento se le sirvieron, entre las risas de todos.

Después de una animada sobremesa, la comitiva se prepara para el regreso hacia Tama de nuevo en la "serré" de D. Luis de las Cuevas, entre cánticos y vivas que entonaba la juventud: "Don Javier de Lauzurica es señor de mucha ciencia, Dios le de mucha salud para llegar a Palencia".

Así terminó aquella jornada que quedó marcada en todo el valle de Bedoya. No sabíamos cómo era un obispo y por fin tuvimos la oportunidad de conocerlo".

Don Francisco Javier Lauzurica y Torralba nació en Durango, Vizcaya, el 3 de diciembre de 1.890. Inicia sus estudios religiosos en la Universidad de Comillas doctorándose en filosofía, teología y derecho canónico.
El 2 de junio de 1.917 fue ordenado sacerdote y el 20 de febrero de 1.931 fue nombrado por el Papa Pío XI obispo auxiliar de Valencia.
Desde 1.937 hasta 1.943 fue Administrador Apostólico de la diócesis de Vitoria. El 10 de junio de 1.943 fue nombrado obispo de Palencia. El 8 de abril de 1.949 fue nombrado obispo de Oviedo y el 29 de octubre de 1.954 sería arzobispo al ser elevada la diócesis ovetense a sede metropolitana.
Falleció en Madrid el día 12 de abril de 1.964.

Mayo - 2.008

 
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