Al cadáver se le debe de poner una camisa, un pantalón azul, o negro, medias o calcetas, y botas o zapatos; corbatín, o pañuelo negro y después el uniforme de Coronel, abrochándolo de forma que toda la ropa quede ajustada al cuerpo.
El manto de la Orden de Santiago debe ponérsele como si estuviera en pie, atándole las cintas al cuello y las presillas del pecho, cuidando que la Cruz roja que tiene, esté visible, para cuyo efecto los brazos del cadáver deben quedar debajo del manto y extendidos lateralmente sobre los muslos. El gran cordón del manto se coloca al cuello con una lazada, para que las dos grandes borlas caigan sobre el pecho o estómago.
Así debe colocarse en la caja de plomo y todo lo que sobre del manto, porque es muy grande, se colocará por encima y lados del cadáver desde el estómago para abajo, cuidando que esté estirado y con pliegues derechos a lo largo.
Si se le pone sombrero, debe colocarse en el hueco de las piernas por encima del hábito y no atravesado, sino a lo largo.
La primera caja debe de ser de plomo del grueso de dos duros y de solo el tamaño, ancho, alto y largo que describe el cadáver vestido para evitar que con el movimiento del camino se destruya todo.
La cabeza debe descansar sobre una almohada del tamaño de la caja; si es posible, henchida de cerda y la funda de seda de cualquier color, con tal de que sea fuerte, porque es lo que más resiste al tiempo y la polilla. Los huecos que queden deben rellenarse con papeles o con lo que se pueda; y para cubrir todo el cadáver podrá ponerse, si hay, una colchilla o pedazo de género de damasco, u otra seda. Así arreglado se colocará la tapa de plomo bien soldada por todas partes.
La caja exterior de nogal o de encina debe de ser de dos pulgadas de grueso lo menos, con abrazaderas de hierro por las esquinas y junteras de las tablas, y una o dos cerraduras de las que se usan en los arcones, todo muy fuerte, para que resista al camino y después al tiempo.
En cada tapa ha de colocarse una Cruz de plomo pegada en la suya y de tachuelas en la madera, cuidando al colocar una caja dentro de otra, que se le pongan barrotes clavados en el fondo y en los lados para que no tenga movimiento en el camino.
El carro que le conduzca podrá llevar una red, o unas cuerdas atravesadas sobre estacas para que la caja vaya en el aire, sin recibir golpe.
Antes de cerrar el cadáver, convendría hacer ver al mayor número posible de personas, que no se encerraban alhajas, oro, ni plata y que los galones del uniforme y la placa son de hilo falso, que quemado no valdría nada. Y esta noticia que cunda hasta el mismo Salarzón y pueblos del tránsito.
Madrid, 14 de Abril de 1842
Manuscrito fotocopiado de su original en poder de Dª Mª Luz González Monasterio, vda. de Santos.
(Apareció éste reportaje en "Luz de Liébana", firmado por J.M. Queimadelos, en Julio de 1967) |