LEYENDAS

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Son simplemente estas líneas, unas supérfluas pinceladas sobre la historia, mitos, leyendas y costumbres de Bedoya. Aquí, como en todas partes, también tenemos curiosidades desde las más pintorescas, hasta las más increibles. Y esto también forma parte de la historia de los pueblos ya que han sabido quedarse para siempre en la memoria de las gentes y han sobrevivido a través del tiempo.

San Antonio

San Antonio, patrón y guardián de los animales

Que vienen los lobos

Historia real de un joven pastor de cabras

Cantu del Diablu

Lo que es capaz de hacer el Diablu

Los Asientos

Lugar de tertulias y descanso.

Cazadores de osos

Visita del Rey Alfonso XIII al valle

Mojón del Escontrín

Para marcar los límites del territorio

Juan Gómez Narezo

Anécdotas del "Tíu Narezo", apodado el "Osu"

El repelón

La siega en Poda

Locutorio telefónico

El valle de Bedoya pionero en cabinas telefónicas

Luis de las Cuevas

Un benefactor del valle

El osu golosu

El oso sorprendido en una colmenar

Los toros tudancos

Las peleas entre toros tudancos por marcar la supremacía en la cabaña

 

ORACION A SAN ANTONIO

Con el fin de que apareciesen los objetos perdidos o los ganados descarriados, era costumbre, que aún se observa, el rezo de unas oraciones a San Antonio, pues, de otro modo, se perdia nuevamente y no volveria a aparecer más; pero era más frecuente el rezo de una oracion, mientras se buscaba el objeto perdido, que en una de sus versiones, decia:

Si buscas milagros mira:
muerte y error desterrados,
miserias y demonios huidos,
leprosos y enfermos sanos.

El mar sosiega su ira,
redímense encarcelados:
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.


El peligro se retira,
los pobres van remediados:
cuéntanlo los socorridos,
díganlo los paduanos.


El mar sosiega su ira ... etc.

Ruega a Cristo por nosotros,
Antonio glorioso y santo,
para que dignos, así,
de sus promesas seamos.

El mar sosiega su ira ... etc.


Cuando se perdía alguna res, y con el fin de que apareciese sana y salva, se rezaba la oración a San Antonio en diversas variantes muy parecidas unas a otras, que para no caer en reiteracion omitimos, y pasaremos a narrar un jocoso hecho relacionado con esta costumbre.

Un jovenzuelo de Bedoya que vivia con unas tias suyas, habiéndose perdido un "jato" de éstas en ocasión de haberse observado la presencia de lobos en la zona, y temiendo fuese acometido por ellos, comentaban la necesidad de rezar la oración de San Antonio, para lo que debian esperar a la llegada de un vecino ausente que la sabia. El chico, muy avispado y guasón, les dijo que él sabia una muy milagrosa, pero que antes de rezarla era preciso que las dueñas del animal rezasen una serie de credos, salves y padre nuestros, mientras él traia la "preseja" del jato, que tenía que sostener en sus manos mientras rezaba la oración. Cuando le pareció que ya les habia hecho rezar bastantes oraciones, ordenó que todos los presentes se pusieran de rodillas y con los ojos cerrados, repitiendo la oración que él rezaba delante, y cuya versión fué la siguiente:

Lobos que andáis por el monte
con la boca abierta y el "rabu tendiu",
comed el "jatu" de mi tía
que aún no ha "apareciu".


Ni que decir tiene, los palos que le dieron por su piadosa intención

(Texto obtenido del libro Leyendas y Tradiciones Lebanigas I- Biblioteca de Temas Lebaniegos escrito por Jose Mª de la Lama).

EL COSTAZU

El valle de Bedoya tiene fama de ser un pueblo muy religioso. A principios del siglo pasado, hacia el año 1.910, existía una Cofradía llamada de San Antonio, protector de los animales; dicha Cofradía disponía de unos fondos crematísticos pero no sabían el rumbo que los debían de dar; por fin acordaron invertirlos y planearon comprar un jato para echarle al puerto con la cabaña de las vacas, posteriormente le venderían en el otoño y así podían obtener un rendimiento mayor. Pero ocurrió que la primera vez que se acercaron los lobos a la cabaña de las vacas, no repararon en otro animal que en el susodicho jato.

Había también un vecino de Esanos, llamado el "tíu Pólito", Hipólito Soberón, que tenía un rebaño de cabras; por aquella época las tenía en el monte de Lobada, ya que tenían cabritos y los tenía que dejar por el día en un invernal que había en Cedablo; el "tíu Pólito" contrató los servicios, por poco más que la comida, de un muchacho para pastorear su rebaño; el jovenzuelo se llamaba Benigno García, que apenas tenía 12 años, recibiendo por parte del dueño las siguientes instrucciones: “Suelta las cabras y las enveredas monte arriba; deja la perra con ellas y tu te vuelves al invernal, pelas algo de ará (hiedra) en los alrededores y se lo echas a los cabritos; cuando termines de hacerlo, te vuelves con las cabras”.

Así lo estaba haciendo, dejó las cabras con la perra en el Costazu regresando al invernal; de inmediato empezaron las cabras a zumbar los campanos, la perra a ladrar y el aturdido muchacho, con más miedo que otra cosa, emprendió la ascensión hacia el citado lugar para ver lo que allí estaba ocurriendo; la escena fue patética: enseguida se tropezó con una cabra muerta, más allá otra con convulsiones de muerte, una tercera con el vientre fuera, más arriba se topó con la perra que con ojos de impotencia le miraba en su agonía. "Los lobos", pensó; en fin, la inoportuna visita de los salvajes caninos supuso la pérdida de casi la mitad del rebaño y de la perra. El desconsolado y a la vez valiente muchacho, ante tal suceso, no vaciló en emprender una vertiginosa marcha hacia el pueblo de Esanos para dar la triste novedad al dueño del rebaño y el "tíu Pólito", una vez enterado del aciago incidente, no dudó en exclamar: “Si San Antonio no miró por su jatu, cómo va a proteger mis cabras?”. Eso era resignación.


CANTU DEL DIABLU

Cuenta la leyenda que en el lugar del "Cantu del Diablu", junto a "Poda" se hallaba con el ganado un pastor del valle de Bedoya de nombre Rejondrillo; pero como el Diablo está casi en todas partes, aquel día se le ocurrió darse una vuelta por aquellos parajes y se encontró con el bueno de Rejondrillo. Ante una contingencia así, al Diablo no se le ocurrió otra cosa que tentar al pastor; se desconoce la entidad de la tentación, pero Rejondrillo fue resistente y no sucumbió a los requerimientos de Satán.

Ante la actitud del pastor y lleno de ira, el Diablo intentó apoderarse de una piedra, o un cantu, para arrojársela a Rejondrillo en plan de venganza, pero no contó con que el tal cantu estaba incrustado en la tierra y era de tales dimensiones que le fue imposible su extracción. Sin embargo allí quedaron marcadas en la piedra, en un cantu como decimos por acá, las huellas con los cinco dedos del testarudo, aturdido y derrotado Diablo.

LOS ASIENTOS

Están en Canalimpia, su número se acercaba a la docena y, aunque en la actualidad debido al arreglo del camino quedaron prácticamente inservibles al quedar a otro nivel diferente, quiero mencionarles porque siempre fueron lugar de concentración y cita obligada en el entonces transitado camino. Era raro la persona que por allí transitaba que no hiciera una parada y unas veces para echar una parrafada con el que había llegado antes, otras para liar y fumarse un cigarrillo, otras para que descansaran las yuntas de vacas o bueyes, siempre había un pretexto para realizar el ansiado estacionamiento.

Muy cerca de allí, apenas 100 metros más arriba se encontraba otro asiento famoso: el “Asiento de San Pedro” cimentado sobre una piedra y donde supuestamente se sentó el santo en su peregrinación hacia Toja, donde se venera.

Y para que no quede aquí la cosa, unos 200 metros más arriba se encontraba otro asiento que no pertenecía a ningún Santo, sino a un animal: La “Cula del Osu” que se asentaba en mitad del camino sobre una gran piedra; cuentan que en cierta ocasión bajaba el oso tan apresurado por el citado lugar, que tuvo la mala fortuna de caer dejando acuñadas en la citada piedra sus posaderas. El hombre y el hormigón taparon dichas huellas.

CAZADORES DE OSOS

- El 31 de agosto de 1.905 vino por primera vez el rey Alfonso XIII a la comarca lebaniega; tenía entonces 19 años. Fue invitado a participar en una cacería de osos en los montes de Bedoya. Cuando llegó por la mañana a Salarzón, las jóvenes de Bedoya tenían preparadas varias coplas y una de ellas era la siguiente:
Pedimos al Dios del Cielo
para matar muchos osos
que en los montes de Bedoya
se críen gordos y hermosos

A la despedida también le cantaban:

Las esquinas de Palacio
se quedan tristes llorando
porque su Real majestad
ya se marcha de a caballo.

- En cierta ocasión el tíu Pólito, vecino de Esanos, se encontró en la “Calleja de Saria” con un oso; los dos se pararon, se miraron, midieron las distancias y el tíu Pólito le dijo: “O te apartas tu, o te aparto yo”. Y el oso ante tales palabras no tuvo más remedio que emprender rumbo monte arriba. Así terminó aquel sugestivo y a la vez peliagudo encuentro.

MOJON DEL ESCONTRIN

El citado mojón delimita el terreno con el pueblo de Cahecho; hasta allí pueden llegar llegar sus ganados, lo mismo que pueden hacer los de Bedoya en la otra vertiente, ya que son terrenos mancomunados.

Era costumbre el ir andando el día 8 de Septiembre a venerar a la Virgen de la Luz, patrona de Liébana en las montañas de Peñasagra; en la actualidad ya se utilizan otros medios más cómodos para acercarse a dicho lugar; normalmente se iba en grupos y en muchas ocasiones escoltados por caballos o burros para portear las meriendas; la marcha duraba unas tres horas y había tiempo para todo; algunos peregrinos cumplían promesas hechas a la Virgen: unos iban descalzos, otros en silencio, pero para todos era un día de fiesta y como tal se celebraba.

Cuando se ascendía por el empinado sendero desde Jayumenudu hacia el Collau de Orticeu, los mayores llamaban a los muchachos más jóvenes, normalmente primerizos en efectuar la referida marcha; los apartaban del sendero y los llevaban hasta una piedra allí incrustada en el monte. “Mira muchacho, decían, ¿sabes qué significa ésta piedra?, pues para que no se te olvide, te diré que esto es el mojón del Escontrín”. Y en el mismo momento de pronunciar tan solemnes y fastuosas palabras y sin tiempo para una posible respuesta, sus enormes manos descendían como un pisón y con el nudillo de los dedos impactaban sobre las frágiles cabezas de los incrédulos muchachos. El cotorrón suponía que al año siguiente antes de llegar al citado lugar los ya experimentados procuraban poner pies por medio ante la invitación de los mayores.

NAREZO

En todos los pueblos siempre hubo unas personas más relevantes que otras en cualquier ámbito de la vida. Aquí nos vamos a referir a un hombre de San Pedro; no llamaba la atención por su corpulencia, era más bien de baja estatura, pero mostraba unas macizas y anchas espaldas lo que le hacía ser un hombre muy fornido; era tal su fortaleza que tenía como apodo “El Osu”. Su nombre de pila era Juan Gómez Narezo, nacido en el año de 1.851 siendo hijo de Matías y Josefa, y aparte de labrador y ganadero tenía también como oficio el de carretero; juntamente con otros vecinos del valle transportó con sus bueyes el mineral de la mina denominada “Paz y Concordia” desde Cordancas hasta la ría de Tinamayor en Unquera. Acarreó también con su pareja de bueyes grandes y cuadriculadas losas desde la “Lanchera”, en el citado Cordancas, hasta Luriezo a fin de edificar la Iglesia de dicho pueblo; para dicha tarea hubo que abrir un camino y cualquiera que conozca el terreno sabe de las dificultades que ello entrañaba; más o menos cruzaba por Pasaneu, Collau de Taruey, Llandelestal, Acebal, Canal Mayor, Jayumenudu, Collau de Orticeu para descender hasta dicho pueblo de Luriezo.

En cierta ocasión, nada más iniciar la ascensión desde Jayumenudu hacia el Collau de Orticeu, tuvo la desgracia de que uno de los bueyes, extenuado por el esfuerzo, cayera fulminado; ante tal evento, el carretero desunció el buey muerto y lo reemplazó no por otro buey, que no lo había, sino por él mismo. Se aferró fuertemente al yugo, se ciñó las sogas alrededor de su cuerpo y dirigiéndose al ayudante que llevaba le dijo: “Tu pincha al buey, que a mi no hace falta que me arrimes el aguijón”. Así emprendieron el sinuoso y empinado camino hasta encumbrar Orticeu; allí no había engaños ni secretos para nadie: el buey tuvo que apechugar con su parte, su compañero de fatigas, que era a la vez su amo, con la suya y el aturdido ayudante dándoles voces de ánimo y espoleándoles con su ijada.

EL REPELON

Se ubica en la pradería de Poda. Allí existían y existen propiedades particulares, pero la mayor extensión de la dicha pradería se reparte entre los seis pueblos del valle y otro trozo importante es del Concejo de San Sebastián, existiendo otro terreno que no era de nadie y a la vez era de todos; se llama el Repelón.

Cada pueblo, como queda dicho, tiene unos límites establecidos, llamados adras o agras, y allá en el mes de Agosto por medio de un acuerdo concejil se señalaban los días en que se iba a segar a la citada pradería. Había que estar allí a primeras horas de la mañana y para ello muchos ya se presentaban la víspera para estar descansados y tener bien picadas las guadañas porque a otro día había que pegarle duro.

Apenas había amanecido se reunían los vecinos de cada pueblo por separado y según los que se presentaran se repartían el terreno a segar; en cada pueblo siempre había un cabecilla o un regidor que se encargaba de inspeccionar el terreno, comprobando por dónde había más hierba y con unas ramas, habitualmente de haya y a modo de mojones, si iba marcando los lotes que deberían de ser lo más parejos posibles para a continuación proceder al sorteo de los mismos; casi siempre había alguna queja por los lotes, unas veces porque la parcela tenía menos hierba que las restantes, otras porque tenía muchas piedras, en fin siempre había algún pero que poner.

Una vez distribuidos se empezaba la siega y allí había algo de exhibición ya que, cuanto antes terminara de segar cada uno su lote, posteriormente tenía opción a hacerlo en el terreno que era comunal, o sea el Repelón, para poder completar un carro o quizás dos, según la cosecha de hierba; el presentarse allí primero suponía el poder colocarte a segar en el mejor terreno y en donde la hierba era más abundante, había que demostrar que uno era más segador que el vecino y por eso las guadañas ese día relucían más que nunca; entre tanto la gente más menuda se dedicaba a tareas más asequibles, como ir a por agua al Collau o a retirar de la hierba ya segada los helechos y los gamones que en la zona abundaban; de todos modos la camaradería era común y el ir a Poda era casi como una fiesta; allí se pasaban a veces hasta una semana para bajar un carro de hierba, pues si el tiempo no acompañaba, no había manera de poder secarlo; al son de algún cántico se hacía grandes hogueras y bien debajo del carro, bien debajo de algún haya, se dormía o se intentaba dormir después de cenar unas patatas cocidas y poco mas.

LOCUTORIO TELEFONICO

Salarzón aparte de ser el pueblo más alto del valle, habría que decir también que es, o fue, el pueblo más aventajado; presumen de tener tres ríos, alardean de su Iglesia, del Palacio y de otras muchas cosas, y además tienen toda la razón para poder jactarse de ello. Pero, aparte de esto, también pueden fanfarronear de ser el primer pueblo del valle y unos de los primeros de Liébana, quizá le supere únicamente la villa de Potes, en disponer del increíble y prodigioso teléfono para en aquellos tiempos.

A cualquiera que se le diga que apenas terminada la guerra civil, en el año 1.940, desde una casa de Salarzón donde vivían los hermanos Soberón, Cipriano y Eusebio, se podía hablar y escuchar a otra persona tan distante como en Reinosa, Santander, Madrid… seguro que no se lo cree. En aquella época a más de uno se le cayeron las lágrimas al poder oír la voz de algún ser querido a través de aquellos hilos. Gram Bell inventó el teléfono en el año de 1.876, pero lo que no viene en los libros es que en 1.940 estoy seguro que las cabinas telefónicas las ingenió José Cuevas Movellán, más conocido como “Pepe el de la línea”; éste era, como los anteriormente citados hermanos Soberón, empleado de Electra de Viesgo, que en aquella citada época cruzaba el tendido eléctrico a través del valle de Bedoya hacia la vecina zona de Polaciones; vivía en Esanos y para no subir a Salarzón todos los días a dar las novedades a sus jefes por medio del citado teléfono y para prevenirse de la nieve en la época invernal, en el lugar de Tarrió, a medio camino entre los dos pueblos, en un descampado, ingenió el instalar una cabina telefónica. Todavía, en el día de hoy, se conservan restos del innovador y rústico locutorio.

LUIS DE LAS CUEVAS Y DE LAS CUEVAS

Nacido en Esanos, y que hizo en Tama una gran plantación de viñedos y frutales, siendo también que el que edificó la casa donde en la actualidad se ubica el Ayuntamiento de Cillorigo de Liébana.

En la década de 1.920 ocurrió un hecho insólito en Bedoya, que luego las gentes llamaron la “corta del ratón”; fue una plaga de ratones que se adentró en Bedoya, desconozco si ocurrió lo mismo en el resto de Liébana; no eran ratones comunes, se caracterizaban por ser más pequeños y el hocico y la cola más largos. Pues bien, era ya avanzada la primavera y el trigo, aunque verde, ya levantaba medio metro; faltaban un par de meses para su recolección cuando los sorprendidos labradores se dan cuenta de que ese año no les hacía falta afilar las hoces ni preparar los majones: alguien se había encargado de quitarles esa tarea, por otra parte bastante dura.

Y ese alguien no eran otros que la plaga de ratones que se encargaron de cortar todas las plantas, dejando los sembrados de trigo tan arrasados como años mas tarde lo harían las máquinas segadoras y cosechadoras. Ese año ya no haría falta ir al molino. Pero entonces surgió la figura de D. Luis que donó un saco de harina a cada vecino del valle. La harina vino de la fábrica que por entonces existía en Arenas de Iguña.

EL OSU GOLOSU

Para hacerse una idea de hasta dónde bajaban los osos, contaré una anécdota que le ocurrió a un vecino de este valle: Corría el año de 1.919, era primavera y un muchacho de unos 14 años llamado Martín Pérez Lamadrid, de Pumareña, se encontraba con las vacas en la “Fuente Taruey” guardándolas para evitar que entrasen en las praderías que por allí se extienden.

El muchacho se quedó dormido y cual no sería su sorpresa cuando un trueno le despertó; ya era de noche; de las vacas ni rastro de ellas; los campanos no se oían por ninguna parte, sólo los truenos retumbaban contra los castros de “Cuetu Pertegueru”; el miedo se apodera de él y la lluvia hace su aparición. Decide cobijarse en un invernal que hay 200 metros más abajo en el “Cercado”; iba a entrar cuando un relámpago ilumina todo el contorno y a 10 metros de él aparece la figura de un oso dando buena cuenta de un colmenar que allí existía. Pies para qué os quiero..., creo, y no es mucho creer, que nunca una persona tardó menos tiempo en llegar desde el “Cercado” hasta el pueblo de San Pedro.

Comentaba luego él: “Tropezar... muchas veces tropecé, pero caer... no caí ninguna y hasta que no llegué a San Pedro no volví la cabeza, por si las moscas....”.
Bueno, mejor sería decir por si el oso...

LOS TOROS TUDANCOS

En el Concejo de Bedoya existe una Asociación Ganadera, actualmente en vías de disolución, que a mitad del siglo pasado estaba en pleno apogeo. En sus reglamentos se plasmaba la necesidad de tener dos toros sementales para la reproducción de la cabaña ganadera. Dichos toros, para más señas tudancos, estaban estabulados durante el invierno en una cuadra de Pumareña que a principios del siglo había donado a dicha Asociación D. Gervasio de las Cuevas, oriundo de Pumareña.

Como al verano tenían que subir con la cabaña de vacas al puerto, convenía que antes se vieran las caras para marcar la supremacía del uno sobre el otro. Así, el día de Pascua todos los años se soltaban los dos toros y se juntaban para ver quien de los dos ejercería de macho dominante. El lugar elegido era en La Llosa de San Miguel por ser uno de los pocos lugares llanos y suficientemente amplios para la pelea.

Allí, entre la expectación general, se juntaban los dos animales; frente a frente, con la cabeza gacha, escarbando la tierra y haciendo la berrona, se miraban de reojo hasta que llegaba el contacto físico. Las fuerzas y la pericia de cada uno hacía que uno de los dos se erigiera como macho dominante y el perdedor saliera huyendo en alguna ocasión con serias lesiones, aunque por lo general no era así; en todo el resto del año ya no se volvería a acercar al toro triunfador.

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