El sábado pasado a la cuadrilla 31 le tocó cazar en el lote  de Arabedes, un lote de lo mejorcito, por no decir que es el mejor de Liébana,  donde siempre aparecen jabalís. La expectación era grande entre los cazadores. “A  ver si hacemos el cupu pa mediudía….”, comentaban algunos, mientras otros, más  precavidos, lo ponían en duda, “no se puede vender la piel del osu sin cazarle…….”.  Pero al final la vendieron….. 
              Bonita mañana la que amaneció, aunque estaba fresca, pero a  medida que el sol iba levantando, la temperatura hacía lo mismo.  
              Juan Carlos, el jefe de la cuadrilla les iba dando las  correspondientes instrucciones “Estuvimos mirando el monte y está bastante  andau, sobre todo por la parte de Valcaliente, así que vamos a cubrir desde el  Parque de la Madera, hasta el Prau de los Espinos, cerrando por la Sierra de  Hoyances y bajar hasta el pueblo de Arguébanes. Creo que si nos esmeramos un  pocu a la hora de apuntar, no nos hace falta ir a otra zona del lote”.  
              Y bien empezaba el día, porque a los pocos minutos de empezar  la cacería ya tenían dos jabalís soñando con Morfeo. Del primero se encargó José  Luis, de La Parte, que paralizó a un jabalí que venía sin perros, pero la  pericia y la atención del cazador le jugó (al jabalí) una nefasta faena.  
              Del otro marrano se encargó Choche, que necesitó un par de  disparos para detenerle y dejarle a merced de los perros.  
              Los disparos se fueron sucediendo con bastante frecuencia,  pero los “conejos” también fueron reiterados. El que no falló fue el montero Rufino  que veía cómo sus perros rodeaban e intentaban entrar en un bardal. “Tiene que  estar aquí……”, pensaba Rufino, y entre los ladridos de los perros y las voces  del montero, el jabalí tuvo que descubrirse y aunque salió a gran velocidad,  allí estaba Rufino preparado para detenerle. 
        Hay un refrán muy común que dice “de tal palo tal astilla”.  Dicho refrán se emplea para referirse a las personas que imitan o  adquieren algunas características o cualidades de sus antepasados o del entorno  en el cual crecen o se crían. Y esto explica muy bien lo que le ocurre a Juan Carlos  Cuevas Paino, nacido en Esanos. ¿Porqué digo esto?, sencillamente porque su  bisabuelo fue un gran cazador. Se llamaba Jorge de las Cuevas, el tíu Jorge. Cuentan  que llegó a matar más de una docena de osos a principios del siglo XX, cuando  estaba permitida su caza. Pues hoy Carlos le quiso emular y no mató ningún oso,  pero sí un enorme jabalí que traían los perros de Clemente. 
              El siguiente en caer, también era de buen porte  y se encargó de ello Manuel Pando que de un certero disparo le vio rodar por el  monte.  
       Un invitado, Riki, también quiso sumarse a la  fiesta y dejó bien claro que se puede contar con él a la hora de disparar.  
              Otro invitado que no quiso ser menos, fue Kiril,  hermano de Jesús Carlos, que iba siguiendo a sus perros y éstos le presentaron  ante sus narices un hermoso jabalí que el montero dejó seco de un disparo. 
              Carlos, el de la Cajiga, fue el siguiente que  acertó en su intento de detener a un jabalí que traían los perros de Adrián.   
              Parece que fue el día de los invitados, ya que  Guti se esmeró para sumar el noveno marrano del día. Pasaban ya de las tres de  la tarde y Guti se estrenó matando un hermoso jabalí. 
              El jefe de la cuadrilla, viendo que ya se había  andado el trozo de terreno marcado por la mañana, decidió cambiar a la parte  opuesta del lote, concretamente al Habario. “Coger los perros y nos vamos todos  al Habario, pero daros prisa que ya son las tres y media de la tarde y se acaba  el tiempo para cazar”.  
              En ésta segunda tanda se cubrió desde el Habario,  por el Collau Arenas y rodeando hasta Cabañes. Era poco terreno, pero  suficiente para  intentar hacer el cupo.  El tiempo volaba y más de uno pensó que “el cambio nos salió rana”, ya que allí  no aparecía ningún jabalí.  
              Pero en una cacería todo puede cambiar en un  instante. “Atentos que los perros llevan unos cuantos jabalís, yo creo que son  por lo menos media docena”, avisaba Jesús Carlos. La piara se fue esparciendo y  cada uno intentó salir de aquel atolladero como pudo. Los disparos fueron numerosos,  el terreno  estaba bien cubierto, y los jabalís intentaban eludir las escopetas, pero no todos lo consiguieron, ya que eran las cinco en  punto de la tarde y al hacer el recuento vieron cómo había tres jabalís  esperando a que los pasearan en los remolques. Los “verdugos” fueron José  Antonio Andrés, Roque Valcárcel y Celín. 
              Estos tres acabaron de completar el cupo, así que de ésta  manera se dio por finalizada la jornada, donde los monteros con sus sabuesos  disfrutaron porque levantaron muchos jabalís y los encargados de disparar lo  mismo, aunque con el mal sabor de boca de no haber hecho antes el cupo porque  fueron muchos los jabalís que lograron evadir el ruido de la pólvora, quedando  en el monte para lances venideros. 
      Informó: Adrián      |