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Moisés Gómez Soberón "En Trillayo los gatos más gordos iban todos a la cazuela"
Buenas tardes Moisés, ¿cómo estás?. Te veo muy bien. Pues sí, no me puedo quejar, me contesta. Estoy hablando con Moisés Gómez Soberón que le encuentro sentado en el precioso patio de su casa de Trillayo, resguardándose de los rayos solares que nos acompañaron durante toda la Semana Santa. Después de los saludos de rigor, le sorprendo con otra pregunta: ¿Te importaría contarme alguno de tus recuerdos de juventud? Lo que quieras, pero tengo poco para contarte, me responde. Vamos a ver, poco a poco ya verás cómo van saliendo temas. Lo primero ¿cuándo y dónde naciste? Nací en Trillayo el 17 de Marzo de 1941. Mis padres fueron Moisés Gómez Monasterio y María Jesús Soberón Ibáñez. Yo fui el mayor de seis hermanos. ¿Cuál fue tu primer recuerdo? De cuando era pequeño no me acuerdo mucho. Me viene a la memoria cuando íbamos a la escuela los críos de Trillayo y los de Cobeña. Nos juntábamos una pila de ellos. La escuela entonces la teníamos en un pajar de Josefa Gutiérrez. Hoy es una casa, pero antes era una cuadra en la parte baja y el pajar arriba. Le acondicionaron un poco y allí íbamos a la escuela. Nos juntábamos más de treinta críos. ¿Tantos? Sí, sí, sí. No ves que en Cobeña había muchos, solamente los de Máxima Alles eran ocho o nueve. Los de Antonio también eran unos cuantos. Allí estaban Vicente, aunque menos, ya que se fue para México, pero estaban sus hermanos Cástor, Julia, Trini…., en fin…., ya te digo que eran unos cuantos. ¿Qué tal os llevabais los críos entre los dos pueblos? Nos llevábamos bien, sin problemas. Entonces había clase por la mañana y por la tarde. Al mediodía, a los de Cobeña les acercaban la comida sus padres y se juntaban para comer en la bodega de la casa de mis padres. Cuando hacía mal tiempo con mucha nieve, entonces no venían. ¿Qué juegos practicabais? Jugábamos a estilo de antes: con las canicas, con el calvu y al aeroplano. A esto se marcaban unos cuadros y había que tirar con una piedra a un cuadro, saltando a la pata coja sin pisar las rayas. Se jugaba mucho a esto. ¿Perdías de ir alguna vez a la escuela? No, no, no perdí de ir, ahora bien, cuando se salía de la escuela se iba con los chones. Se soltaban al campu y cuando había cerezas o castañas lo mismo. Por el tardíu se llevaban al monte a la bellota y al hayu. La vida del pueblo era esa. ¿Llegaban los Reyes a Trillayo? Sí que llegaban, nos traían unas zapatillas, unas albarcas. Entonces los pueblos estaban todos llenos de barro y nos traían albarcas, corizas, o algo parecido. En alguna ocasión un parchís…., pero pocas cosas. Entonces los Reyes no eran como ahora que traen todo lo que quieren y algo más. Ahora piden un teléfono que vale 200 euros y entonces no había esas cosas; en vez de 200 euros eran dos pesetas. Pero contentos porque en mi casa llegaban. En alguna otra casa ponían solo unos caramelos y eso eran los Reyes. ¿Pedíais los aguinaldos? Sí, sí, pedíamos los aguinaldos tanto los críos como los mayores, pero por separado. A nosotros nos daban unas perronas. Los mozos los comían en ésta casa que vivo yo ahora. Era de mis padres, pero entonces la habitaban César y Yeya. Nosotros lo mismo, si nos daban huevos o algo parecido entonces nos hacían unas tortillas y los comíamos todos los críos juntos. El dinero y otras cosas, cada uno se quedaba con lo suyo. Y la juventud cómo fue, ¿ibais a las romerías? Pues sí. Se iba de día y se volvía de día, no es como ahora que van de noche y vuelven de día a la mañana siguiente. Nosotros íbamos a las romerías más cercanas, como Nuestra Señora en Tama, San Vicente en Castro, Nuestra Señora en Esanos, a San Miguel en Pumareña…. ¿Fuiste a la mili? Sí, fui a la mili. Estuve en Santa Cruz de Tenerife 16 meses Sería la primera vez que subiste a un avión….. No, ya había montado. Yo había estado en México con los Soberones de San Pedro. Allí cumplí los 18 años. Mi padre era muy amigo de Avelino Soberón. Los dos jugaban mucho y bien a los bolos, de ahí venía la amistad. Avelino le propuso a mi padre que podía llevar a un hijo con él a México a trabajar. Como yo era el mayor, mi padre me lo dijo y primeramente yo no quería ir. Pero me convencieron y así lo hice. Allí estuve un par de años trabajando en una tienda de abarrotes que se llamaba la “Puerta del Sol”. Me pagaban la pensión y poco más. Los amos eran Avelino y Dosio Soberón. Un día le dije a Avelino que aquello no podía ser, que me pagaban muy poco y como no accedió a mis pretensiones, decidí volverme a España. Mi padre me pagó el viaje para allá y para acá. Había vendido una vaca, no se me olvida, en 25.000 pesetas para pagarme el viaje. Así que ya sabías lo que era subir a un avión. Si, aunque en la mili para ir a Tenerife no fui en avión, fuimos en barco. Tiempo andando, tuve ilusión en volver por allí para recordar viejos tiempos y enseñarle a Aurora, mi mujer, dónde había hecho la mili. En esta ocasión sí que fuimos en avión. Nos acompañó mi hermano Javier y su mujer. ¿Te trataron bien en la mili? Sí, me trataron bien. Yo no fui de los de alante del todo, ni de los de atrás. Era de los del medio. Una vez me llegó un giro y me preguntó el Capitán de qué compañía era. “Yo de ésta”, le contesté. “Pues nunca te he visto”, me dijo. “Ni falta que hace que me vea”, pensé yo. No se me olvida lo que nos decía muchas veces el sargento: “Hay que ver, sin ser visto”. ¡Cuánta razón tenía….!. Me dices que tu padre fue un gran jugador de bolos, ¿jugaste tú a los bolos? No, el que jugaba muy bien a los bolos era mi hermano Lucas. A mí me gustaba verlos, pero jugar no. Sí, mi padre jugaba muy bien. Se juntaba con Paco Gutiérrez y ganaban muchos concursos. En casa tenía unas cuantas copas, que eran poco más o menos que de lata. Eran los premios que daban entonces. No era como ahora que dan dinero. En casa de mis padres estuvo comiendo el Zurdo de Bielva una vez que vino a jugar a Trillayo. Me acuerdo que con nueve bolas tiró los nueve bolos de uno en uno, empezando por arriba hasta llegar al último. ¿Tuviste bicicleta? Yo tuve de todo, tuve bicicleta, tuve moto y tuve coche. La bicicleta era una BH y subía de Tama aquí sin problemas. Entonces no tenían cambio como las de ahora. Luego tuve una moto, una Vespa que no había muchas y tiempo andando un coche. Por Navidad, volvían los mozos de los pinos y había desfile de bicicletas por esa carretera hacia Potes. Entonces eran bicicletas, nada de coches. En Trillayo solamente había un coche que era de don Guti. Para llegar a Trillayo había que pasar un puentuchu bastante ruin, de tierra y unas vigas de madera. ¿No tenías alguna afición a otra cosa? A mí me gustaba mucho echar la partida a las cartas. Jugábamos al subastao. Los lunes nos juntábamos todos los de Bedoya en Tama. Allí era la parada al regreso de Potes. Comíamos allí y luego echábamos la tarde jugando a las cartas. Me acuerdo que paraban mucho José el de Consuelo, mi tío Gonzalo, Esteban el de Salarzón, Teodoro, Nando y unos cuántos más; nos juntábamos una pila de ellos. Ahora que nombras a personas de Bedoya, ¿te acuerdas de alguno que destacara por ser un gran trabajador?
Decías que tuviste también coche…. Sí, pero ya dejé el carnet de conducir. Lo sentí muchísimo. Cuando me iba a vencer, lo estuve pensando y me dijeron en casa que nunca has tenido ningún accidente, pero deja el carnet. Total, yo ya no salgo por ahí y me convencieron. Toda la vida en bicicleta, con moto y con coche, nunca tuve ningún percance, no maté ni siquiera un gato y ya no quiero matar a nadie…. ¿Nunca mataste un gato? No, pero comí muchos. En Trillayo los gatos más gordos iban todos a la cazuela. Nos juntábamos toda la juventud y nos lo preparaba la difunta Paca, hermana de Sidoro Gaipo. Los adobaba y estaban cojonudos. Entonces en aquella época disfrutábamos así. El último año compramos un burro y nos le guisó Conchita la de Tasio. Le comimos donde Nisio que tenía el bar en Esanos. Después de cenar, empezó Juan Manuel, ya sabes cómo era, empezó a roznar y a mazcar y si ves salir a Lucinio del bar echando chispas a vomitar la cena….. Le habíamos comprado entre todos. De aquella dábamos cualquier cosa por comer carne y ahora tienes carne y no miras para ello. A mí me ponen un lechazo bien preparado y unas patatas cocidas y me voy derecho a las patatas. Me decías que estuviste un par de años en México, pero una vez que regresaste ¿saliste a trabajar a alguna otra parte? No, ya no salí de Trillayo, me quedé con la ganadería de casa. Mi hermano Lucas, que se podía haber quedado aquí, dijo que se iba para Francia. Yo cuando me casé también pensé en irnos para Francia junto a mi hermano. Entonces mi padre me cogió por banda y me dijo que todo lo que él había trabajado y hecho, se iba a deshacer porque a los otros hermanos tampoco les interesaba esto. Me convenció y me quedé aquí. No tenía que haberme quedado, pero bueno….. , yo también trabajé mucho y me gustaba el trato con los animales, con las vacas. Así que fuiste ganadero… Sí tuve una cabañuca de vacas hasta que un verano las llevé a “veranear” al puerto en la Abadía de Lebanza, dejando siete u ocho en casa para recoger la leche. En la Abadía me salieron dos vacas con brucelosis y me mataron 31, todas las de la Abadía y las de casa, además del toro. Te darían cuatro perras…. Las tenía aseguradas y bien aseguradas. Yo tenía buenas vacas, no tenía muchas, pero ya te digo que eran buenas. Antes de llevarlas para el puerto de Lebanza, vinieron unos vascos a la cuadra y me daban 400.000 pesetas por dos vacas. En casa me decían que las vendiera; “tenías que dalas”, me decían. “No, lo que es bueno para otro, también es bueno para mí”, les decía yo. Yo las quitaba pronto la cría y las ordeñaba. Estaba bien preparado, tenía ordeñadora y tanque para la leche. Venían a recogerlo y como me pasaba de cuota, se lo vendía también a un quesero. La ganadería en Bedoya se está extinguiendo …. La ganadería está muy mal, ahora tienes una vaca buena para vender y como no hay mercado en Potes, hay que llevarla a Torrelavega. Para hacer eso tienes que sanearla y que dé buena. Si te da buena puedes ir con ella a la feria y si te resulta mala, te llevan todas las que tienes. Da igual que tengas veinte que tengas cien. Y ¿qué haces?. Vete a pelear con la Administración…. Cuando me tocó a mí ya les dije que si en una casa sale uno malo con una enfermedad, entonces hay que matar a toda la familia……; no tenemos ningún amparo. Antes no había subvenciones, ahora las subvenciones te tienen amarrado por los huevos. Si no haces lo que te mandan…., valía más que las quitaran y dejaran libre, pero los políticos lo ven así y los demás a obedecer y callar. A mí me gustaba el trato y las ferias. Antes las vacas eran del amo, ahora son de la Administración. Antes se iba a los mercaos, a las ferias, ahora ya no hay ni ferias ni mercados, ni te ves con la gente. Yo ahora voy a Potes lo justo y necesario. Ni me quedo a comer, ni me quedo a echar la partida. Ahora no hay ganado, antes teníamos los mercados de San Andrés, la feria de los Santos que ahoya ya apenas vale para nada. Aquí en Liébana la juventud no quiere esto y marchó toda. Esto es muy costoso y quedamos cuatro viejos. Estoy muy contento, muy contento de que ninguno de los dos hijos se quedara aquí, porque es un bien para ellos y bien para mí. Los dos viven muy bien en sus actividades. Se podía vivir de la ganadería…. Yo tenía buen ganau, era de lo que vivíamos. Vendía los jatos de veintitantos o treinta días a igual precio que los están vendiendo ahora de pasteros. Sin necesidad de sanear. El otro día me dijo Santiago el de Cobeña que había vendido unos jatos y tenía que sanearlos. Claro, tiene que esperar unos días para saber el resultado y en esos ocho o quince días comen pienso y todo lo que ponen es en beneficio del que los compró. Aquí en Trillayo ya solo queda un vecino con vacas y otro con yeguas, no hay más ganado. Sin ganado las fincas se hacen monte rápidamente. Las fincas buenas, donde entra el tractor y la cuchilla te lo trabajan, pero las malas…. Yo he ido decir, hace muchos años que no subo al puerto porque no tengo vacas, que el prau del toro creo que es un monte. Cuéntanos algo de lo que haces actualmente….. Ahora ya tengo el día apuntau. Te voy a contar una cosa: Tuve algún año de obrero en tiempo de la hierba a Manolo Gutiérrez Verdeja, de Salarzón y se levantaba por la mañana y lo primero que hacía era apuntar el día en una libretuca. “Joder, Manolo, espera a apuntarle a la tarde porque todavía no sabes si hoy está para la hierba o no”, le decía yo. “Hay que apuntar”, me respondía. Yo hago ahora lo mismo, el día le apunto todas las mañanas, es lo primero que hago, sonríe Moisés socarronamente. ¿Tienes algo de agricultura? Sí algo hay, pero eso es tarea de Aurora, mi mujer. Ya la digo yo que trabaja demasiado, toda la vida trabajando y no hay quien la quite de hacerlo. La vida del campo siempre fue muy dura y después nosotros tuvimos la desgracia de perder una hija; la daban de vida dos años y estuvo treinta y tres. Mi mujer no paró, había que atender a la cría, la comida de casa y no se quedaba atrás cuando había que ir al prau o la tierra. Este año todavía plantó trescientas plantas de cebollas. “Con menos tenemos bastantes, unas pocas para los hijos y para casa ya vale” la digo, pero no hay quien se lo meta en la cabeza. Bien merece un descanso. ¿y de internet? No, de eso no entiendo nada. Le digo yo a la mujer que lo ponga ella y tampoco lo quiere. Aurora, no es porque sea mi mujer, pero es muy inteligente y dice que no la interesa eso de internet. Yo no me canso de decirla que lo ponga, pero dice que no lo quiere. Con el teléfono que tiene se arregla y no quiere más. Bueno, Moisés, ya terminamos… Está bien, poco te he podido decir Suficiente y te damos las gracias por darnos a conocer tus vivencias para percatarnos mejor de la historia, aún no muy lejana, del valle de Bedoya. Muchas gracias y a seguir bien. José Angel Cantero |
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