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José Antonio Fernández Álvarez

"En los pinos dormíamos en el suelo, a veces el colchón era de helechos"

Pleno mes de Agosto y Esanos celebra la festividad de su Patrona, Nuestra Señora de los Ángeles. Allí me encuentro con José Antonio Fernández Álvarez, al que cariñosamente todos conocemos por Toño. En la plazuela de la escuela, donde se celebran los actos festivos, se me acerca Toño y me cuenta lo mucho que se entretiene con la página de Bedoya, sobre todo con las entrevistas que hay.

¿Quieres que te haga a tí una?; seguro que tienes muchas cosas que contarnos, le suelto.

Sin problemas, no faltaría más, me contesta rápidamente.

De ésta manera concretamos la cita para el día siguiente en su casa de Esanos. En el jardín de su vivienda, debajo del corredor y con una cómoda mesa por delante, empezamos el diálogo.

¿Podemos charlar un poco sobre tus años mozos?

Sí, sí, lo que quieras.

¿Cuándo y dónde naciste?

Nací el 17 de Noviembre de 1946 en Esanos. De aquella todos nacíamos en los pueblos. Se ayudaban unas vecinas a otras; siempre había alguna vecina que era más entendida, pero en relación a mi madre te diré que mi abuela era la que solía hacer de matrona en casi todos los partos del pueblo, así que lo tenía bien cerca.

¿Cuál es el primer recuerdo que se te viene a la memoria de cuando andabas a gatas?

Los primeros recuerdos que tengo…, tendría dos años. Recuerdo de cómo era la casa que no era de las mejores, pero era lo que había. Me acuerdo que casi no teníamos luz. A veces quedaba solo un hilo de luz hasta que se apagaba. Nos arreglábamos con faroles y con candiles de aceite y de carburo. Y un recuerdo que no se me ha quitado nunca: fue ver a mi abuela muerta. Tenía dos años. Mi abuela se llamaba Gregoria y a mi abuelo no lo conocí. No lo conoció casi ni mi madre. Se llamaba Domingo.

¿Llegaban los Reyes a Esanos?

Sí llegaban, sacábamos las zapatillas al corredor, pero las posibilidades eran pocas y te traían caramelos, lápices de colores, una pizarra…, cosas muy humildes.

¿Fuiste mucho a la escuela o te quitaban de ir?

Normalmente íbamos de los seis años a los catorce, pero cuando tenías nueve o diez años, muchos días faltabas porque había que ir a cuidar las ovejas. Debido a las escasas posibilidades que había en la casa, mi padre tenía que pedir muchos favores. Teníamos una sola vaca para leche y para ir a arar había que pedir otra a algún vecino. Esos favores había que pagarlos yendo a cuidarles las ovejas.

¿Teníais también vosotros ovejas?

Sí, también teníamos unas pocas, pero había una vecería que teníamos que cuidar los vecinos cuando nos tocaba. En el verano se quedaban a dormir en el puerto. Nos teníamos que quedar con ellas, normalmente se quedaban en el Chozu. Dormíamos en el hueco de un roble. Pasábamos miedo, ten cuenta que teníamos apenas diez años. Pero nos hacíamos los valientes. Teníamos buen fuego y eso nos hacía sentir protegidos.

Volviendo al tema de la escuela, ¿te gustaba ir?

Sí, sí me gustaba; el día que no iba, lo echaba de menos, me gustaba estudiar. Me acuerdo de algunos chavales que destacaban como Mari Vega y su primo Berto, de San Pedro.

¿Te acuerdas de los maestros?

Del que más me acuerdo es de don César, estuvo también don Braulio y don Paco. Fueron los tres maestros que tuve y destacaría a don César; para mí fue el mejor de todos. También hubo alguna época que, no sé si sería por alguna enfermedad del maestro o porqué, que nos dio clase Santiago Dobarganes. Era muy bueno enseñando matemáticas.

¿A qué jugábais?

A lo más fácil, que era al escondite y también con los aros y latones. Andábamos a ver si se estropeaba un balde para quitarle los aros. Algunas veces los queríamos quitar antes de romperse. Es lo que había: correr tras los aros.

¿Jugabas a los bolos?

Sí, pero poco, yo nunca fui bueno. Me gustaba mucho verlos. Lo que sí hice mucho fue pinar bolos. Nos daban dos reales la partida. Íbamos a la bolera de San Miguel. En Esanos también había bolera donde jugaba mucho Mariano Dobarganes, que había estado en México y ese nos daba una peseta por pinarle los bolos.

¿Había carnavales?

Sí, salían los zamarrones y nosotros corriendo con los campanos. Era otra forma de divertirse muy diferente a las diversiones de ahora que son más sofisticados

En los años 50, ¿se pasaba hambre en los pueblos?

En mi casa, que como ya dije era una casa muy humilde, diré que hambre no pasábamos, pero necesidades de muchas cosas sí que había. Patatas no faltaban, pan tampoco porque se amasaba en casa; se sembraba algo de trigo y si no alcanzaba se compraba algo de harina. Pero los huevos había que venderlos para comprar aceite y otras cosas. Todo esto en prácticamente todas las casas, aunque había alguna que tenían una situación económica mejor y se arreglaban.

¿Cómo se divertía la juventud?

Teníamos el teleclub que había aquí en el pueblo, luego íbamos a las fiestas de los pueblos de alrededor, andando eso sí. Se pasaba bien, me acuerdo de ir varias veces hasta Cahecho por el monte. También bajábamos a dar una vuelta a Potes. No había mucho más.
Después de salir de la escuela llegaba la hora de los trabajos, ¿cómo fue tu vida laboral?.

Nada más salir de la escuela, con catorce años, fui a limpiar y a plantar pinos a San Tirso y a la Viorna, andando tanto para ir como para volver. Eso lo hice durante año y pico. Luego fue cuando se compró una bicicleta de segunda mano a Mari Vega. Él compró una moto y nosotros le compramos la bicicleta.

Con quince años ya fui también a los pinos al País Vasco. Allí trabajábamos de estrella a estrella. Si llovía te ponías cualquier cosa por encima para seguir trabajando. Dormir lo solíamos hacer en algún caserío que estuviera vacío por la zona. Dormíamos en el suelo, a veces el colchón era de helechos. De asearse muy poco, nos lavábamos las manos y poco más. A lo mejor la ropa se buscaba en algún pueblo a alguien para que nos lo lavara al conjunto de la cuadrilla.

Yo salí la primera vez con los Blancos de Lamedo. Estuve con ellos un año, nos dedicábamos a cortar pinos para los aserraderos. Las comidas, lo normal eran las patatas, los fréjoles y el tocino, pan y poco más. Vino no siempre, alguna vez se llevaba algo, pero no era a diario. La comida la hacíamos nosotros. A mí me tocó, normalmente solía ser el más pequeño el que desempeñaba esa labor, pero sin dejar de trabajar, a veces tanto como los demás. Lo único que tenías otras obligaciones que tenías que atender mientras los compañeros descansaban un rato. Había que preparar el almuerzo, la comida, la cena…Lo hacíamos en el mismo monte donde teníamos el tajo. Allí ya se hacía fuego por la mañana y allí montábamos la “cocina”. 

Posteriormente estuve un tiempo limpiando y plantando pinos con Luis Cuevas, que era de aquí de Esanos. Estábamos con él, Chuchi, tu hermano Carlos, Pedrito…..; luego ya me fui a los barcos.

Cuéntanos algo de los barcos

Saqué la cartilla de navegación y me enrolé en un pesquero. El mayor tiempo lo pasábamos en África, por la Costa de Marfíl, en Aviyán, en Monrovia. Nos dedicábamos a la pesca del atún. Cuando llenábamos las bodegas con la pesca, íbamos a los puertos a descargar. Era trabajo, sí, pero tampoco muy constante porque cuando pescabas sí se trabajaba, pero luego era mucho más llevadero. Cada diez o quince días íbamos a los puertos, allí descargábamos, comprábamos víveres, recargábamos combustible y otra vez al mar. Se llevaba algo de carne y también comíamos pescado. La carne era de búfalo. Una carne que era más roja, pero aceptable. A veces nos arrimábamos a la costa, en acantilados y aprovechábamos a capturar algún pescado de roca, como meros y otras clases, pero eso era para comer. Para vender era exclusivamente el atún que ahora llaman el atún rojo. La temporada empezaba en el mes de Agosto o Septiembre y con esa pesca estábamos unos seis meses. A veces descargábamos también en las islas Canarias.

A la primavera veníamos al Cantábrico y se hacía la temporada de la anchoa. Yo hice dos temporadas y después de la anchoa, seguía la temporada del bonito; todo era un ciclo. Éramos 12 ó 13 tripulantes y normalmente había bastante compañerismo entre nosotros. Es que estando en el mar las 24 horas juntos y llevarse mal unos con otros tiene que ser muy duro.

¿Fuiste a la mili?

Sí, fui a la mili. Estuve en Cartagena. Como tenía la cartilla de navegación me inscribí en la Marina. Pero sin llegar a jurar bandera tuve una ayuda para poderme marchar para casa. Un médico que era Comandante me ayudó. Un hermano del médico le había tenido yo de patrón en el barco. Me fue a visitar y me preguntó cómo estaba. Bién, le respondí, lo único que le doy muchas vueltas a la cabeza pensando que tengo que estar aquí dos años. En Marina se hacía más tiempo que en tierra. Ahí me ayudaron y me libré; no llegué a estar allá ni tres meses.

Luego volví a los pinos con mi hermano, con Chuchi y alguno más y fuimos a Soria con una empresa de Bilbao; allí estuvimos casi dos años y me separé de ellos porque ellos se iban a la mili y yo me fui a Navarra. A partir de ahí recorrí varios sitios del País Vasco con Cicero, que era de Vendejo. Luego regresé ya a Soria, allí me había echado novia, consiguiendo trabajo en una fábrica de tableros. La empresa se llamaba Traínsa. Allí estuve casi 12 años; yo estaba de encargado forestal. Iba a los montes a ver las subastas y luego iba con la gente a hacer las explotaciones. Nos desplazábamos bastante, no solamente por Soria. Los tableros son madera de poca calidad que se muele y con el serrín se hace los aglomerados.

En el año 83 la empresa cerró. Yo tenía carnet para llevar camiones con remolque y estuve un año con un camión transportando chopos. Lo que más iba era a Palencia y a Burgos. Luego cogí un Scania de 420 caballos y estuve transportando postes para Telefónica. Era una vida dura porque hacíamos muchas horas, aunque ya llevaba discos. Estuve hasta el año 1988.

Al final, en el mismo Soria, entré en una empresa que había comprado Trainsa donde llevaba el departamento de forestal, todo lo relativo a la compra de madera. Era el responsable del abastecimiento de la empresa.

Volviendo a tus años mozos, ¿conociste el estraperlo y el racionamiento?

Sí, lo conocí. Había fielatos y había que tratar de evitarlos porque te registraban la mercancía y te la quitaban. Del racionamiento, el aceite estaba racionado. Por aquí lo que más se conocía era el estraperlo. Me acuerdo de mi padre que iba con una burra que teníamos. Llevaba fruta, miel, orujo…., iban hasta Puentenansa, Lamasón, por todos esos pueblos y lo cambiaban por maíz. El maíz mi padre lo dejaba en un molino en Cicera. Allí lo molían y luego íbamos mi hermano y yo con la burra otra vez para traer la harina. Éramos unos críos, tendríamos 12 o 13 años e íbamos por el Desfiladero y luego cogíamos la Varga de Cicera. Aquello daba hasta miedo por si se nos caía la burra o la talega por aquellos precipicios.

¿Notas cambios en Bedoya?

El cambio con aquellos años es abismal, sobre todo en las viviendas, se han rehabilitado muchísimo. La gente ahora vive en unas condiciones muy buenas. De aquella no cobraba nadie la pensión, ahora el nivel de vida es muy bueno. No se puede comparar lo que ha cambiado. Los pueblos tienen los caminos asfaltados o con hormigón, entonces era todo piedras y barro.

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Vuelvo a recordar a Santiago Dobarganes, a Francisco Pardueles, a Gerardo Cantero…..

¿Y gente que destacara por su beneficencia?

Gerardo Cantero ayudó mucho y sobre todo vuelvo a repetir a Mariano Dobarganes. Fue un hombre que mientras estuvo aquí se preocupaba de los vecinos.

¿Y trabajadores?

Esos muchos por no decir todos. Pero voy a poner el primero a mi padre, estaba también Pepín el de Pumareña, Adolfo de San Pedro y algunos más. La gente se juntaba para ayudarse unos a otros, sobre todo a la hora de segar, de cavar las viñas, para vendimiar…

Después de tu jubilación volviste a Bedoya…..

Sí, las raíces tiran y siempre intentas volver a ellas. Ahora a disfrutar de la jubilación lo que se pueda. Rehabilité ésta casa y tengo un huerto con frutales para entretenerme un poco. Nunca olvidé Bedoya. Cuando venías de allá y llegabas a Piedrasluengas te daba un vuelco el corazón. Era muy emocionante. Siempre venía por las Navidades y Semana Santa a ver a mis padres. Alguna vez también en el verano.

¿Cómo te llevas con Internet?

Soy muy malo con Internet, casi no lo toco. Me gusta mucho ver el Sigpac para ver las fincas. Es lo que me tocaba hacer en el trabajo.

Sin darnos cuenta llegaba ya casi la hora de comer, así que dimos por finalizada la entrevista, a la vez que le damos las gracias a Toño por contarnos su vida.

José Angel Cantero
Septiembre - 2.022

   

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