Cuadrilla 141

La cuadrilla 141 se estrenó con un jabalí

Inicio de la temporada para la cuadrilla 141. Toca cazar en Panda y Carrielda, que pertenece a la zona de Camaleño y Espinama. Amaneció el día con una fina cortina de agua, que se fue intensificando en cuanto se ascendía metros hasta llegar a Los Llanos, lugar donde debían acreditarse y donde Tino, como jefe de la cuadrilla, debía darles las últimas observaciones. "El otru día cazaron aquí los de la cuadrilla 103 y no tuvieron mucha suerte; empezaron por Camaleño. Nosotros, hoy, vamos a hacerlo desde Tanarrio para arriba".

Y así dio comienzo la cacería. Los perros se ejercitaron de lo lindo buscando los rastros de los marranos y éstos, parecía que no se ubicaban por allí. Después de mucho trabajar, por fin los sabuesos cogieron demanda. A todos los cazadores se les pasó por la cabeza la idea de que había que aprovechar todas las oportunidades, si no querían volverse de vacío para casa.

El día no les acompañaba mucho, pues aparte del agua, en los puestos más altos se fue metiendo la niebla, lo que dificultaba la tarea. "Atentos arriba, que los perros van en esa dirección.." se oía por la emisora. Nadie veía al jabalí, solamente los ladridos de los perros le delataban y por la intensidad de dichos ladridos, parecía que el marrano no iba muy lejos. Pero en ésta época es muy difícil visualizar el terreno por culpa de la maleza y los jabalís se cuelan por donde menos lo esperes, así que todo el mundo estaba en máxima alerta.

Pum, pum..., dos disparos seguidos aturdieron el monte. El autor de dichos disparos fue Francisco, el de Cosgaya, que había puesto todos sus sentidos para detectar al jabalí. Un ruido le alertó de que alguien se acercaba. "Es el jabalí..", pensaba, así que se puso en posición, se transformó en una estatua de sal, aguantó la respiración lo que pudo y cuando vio asomar al marrano le soltó los dos disparos que fueron suficientes para matarle y ver cómo llegaban a continuación los perros para morderle a discreción.

Poco después "aparece" otro jabalí, no muy grande, que cruzaba por una ladera para huir de la "quema", pero se encontró que estaba por allí Manuel Relea, que hoy estaba de invitado, y que, aunque el animal estaba bastante lejos, optó por disparar. Era la única oportunidad. Si no lo hacía, sabía que el jabalí se escapaba, así que le soltó dos disparos. El marrano cayó, dio dos o tres vueltas de campana, pero de repente se volvió a levantar desapareciendo entre el arbolado y la niebla.

"No puede ir muy lejos...", pensó Manuel. Se acercó por donde había pasado el jabalí y lo único que pudo ver fueron rastros de sangre, incluso un poco de carne. Pero el jabalí no apareció por ningún lado. Se intentó meterle los perros para que le siguieran y poder descubrirle, pero los perros en cuanto huelen y ven la sangre, se despreocupan del jabalí y es inútil hacerles que busquen. Resumiendo, que el marrano se escapó.

Pero aún hubo otra oportunidad que se le presentó a Mena, que disparó sobre otro jabalí, también pequeño, pero éste tuvo la maestría de escurrirse entre la maleza y adentrarse en terrenos donde no le iba a molestar nadie.

Era ya mediodía y todo el mundo estaba calado hasta las cejas. "Vamos a echar un bocau y luego nos vamos a bajar hasta Baró para cazar en la parte más baja.....", les advirtió el jefe de la cuadrilla.

"¿Alguien vio a Palomo?" Se oía por la emisora. "¿Quién es Palomo..?" le contestaron. "El mi perru, joder, que hace ya un buen ratu que no se nada de él", les decía Chanchel, el amo del sabueso. "Ah, explícate, hombre, que el tu perru está aquí arriba con los míos, ya bajamos ahora todos", le contestó Mena.

Con la ropa mojada metieron los perros por Baró, pero sin resultado positivo, así que viendo que no salían jabalís, decidieron marchar para casa a secarse y algunos a festejar a San Miguel, en Pumareña, que se celebraba hoy.