Frío, mucho frío en San Pedro de Bedoya donde se reunió la cuadrilla 141 para presentar las acreditaciones y donde Tino, como jefe de la cuadrilla les fue dando las instrucciones de rigor. "Hoy vamos a empezar por Castro y vamos a cubrir desde la vuelta de la Prá hasta la Sieta. A ver si lo ventilamos para mediodía que para esa parte hay muchos jabalís. Los perros van a entrar por Castro", les decía Tino.
"¿Estás seguru que los jabalís andan por ahí?", le preguntó Primo.
"Si, estoy seguru y creo que no me confunda. Mira, tovía ayer me estaba levantando y vi desde la ventana a cinco en Dobros, y en cuanto salgo de mi casa no veo na más que hozaduras por toos los sitios", así de tajante le respondió Tino
Una vez colocadas las escopetas, empieza el trabajo de perros y monteros, que pronto se ve recompensado con el levante de dos jabalís que cruzaron por el Pando en dirección a la Prá. Luego se metieron al río y se perdieron de vista.
Pero no tardaron en empezar a oírse los disparos. En la Sieta estaba bien cubierto y "los jabalís que salgan por allí, lo van a pasar muy mal". Eso es lo que pensaban los cazadores. Y claro que lo pasaron mal. El primero que llegó por allí se encontró con Ramón Gaipo. Ramón pudo verle un buen trecho antes de que se acercara y se perpetró detrás de una roca. Cuando el jabalí estaba ya a una distancia prudente para tirarle, le soltó un disparo que el marrano sintió. Un bote no fue suficiente para pararle, así que un segundo disparo fue su puntilla.
Un trozo más abajo, a Francis, del pueblo de Rozadío, se le presentó otro jabalí. Estaba bastante cerca y Francis no falló. Un único y certero disparo valió para verle rodar unos metros.
Como los perros empujaban por atrás, los jabalíes iban llegando poco a poco a su holocausto, aunque alguno lo logró eludir, como el que cruzó por Pumareña y llegó hasta Miseja, donde primeramente Mena y luego Llorente le dispararon varias veces, pero el jabalí salió ileso del lance y pudo escapar por la Cuesta del Joyal. Seguro que el frío les jugó una mala pasada a los cazadores.
El que no escapó fue el que le salió a Chanchel en la Badarca. Al jabalí le habían levantado minutos antes de su cama los perros del montero y por lo que se ve estaba todavía dormido, ya que se fue a meter por donde estaba Chanchel que de dos disparos le acabó de sumir en un sueño aún más profundo.
Felipe estaba por encima de la Tuemba cuando divisó a un jabalí que cruzaba un trozo más alto. Estaba ya bastante lejos y le soltó un disparo que no fue suficiente. "Se escapó, es muy grande, pero se escapó, yo creo que le dí.....", balbuceaba Felipe por la emisora. El marrano siguió su camino y minutos más tarde llegó donde Ramón Gaipo que necesitó dos disparos para que el jabalí hincase las rodillas. ¿Quién le mató? Entre los dos cazadores habían efectuado tres disparos y el jabalí tenía dos impactos. Finalmente, Felipe retiró su "candidatura" y Ramón pudo llevarse una "bonita boca" para casa.
En el hondón de la Sieta estaba hoy Chico y no quiso pasar desapercibido si se le presentaba la oportunidad. Y le llegó, ya que pudo divisar la inminente llegada de un jabalí a sus dominios. Le dio tiempo a prepararse, aunque el corazón le latía a velocidad de vértigo. Cuando vio al jabalí a la distancia oportuna, le soltó un disparo que hizo diana, pero insuficiente para parar al jabalí. Un segundo impacto bastó para dejar al marrano a merced de los perros. Era el quinto de la jornada y como tal, no hay quinto malo.
En la Tuemba se le presentó la ocasión a Miguel que de un certero disparo dejó su sello. El jabalí, no muy grande, pero que salió a una gran velocidad, dio cuatro saltos más y quedó paralizado.
Casi entre las casas de Salarzón, en la Cepeda, salió, acuciado por los perros, otro marrano que llegó pronto a los prados de la Sieta, donde José Antonio Llorente le soltó unos cuantos disparos, pero el jabalí siguió su camino, aunque renqueante. Alguno de los disparos le había hecho cosquillas, pero no eran suficientes para pararle en su intento de huir. Posteriormente le salió a Ivana que también le disparó, pero parecía que hoy el que mandaba era el frío. El pulso estaba jugando una mala pasada a los cazadores.
El jabalí pudo seguir, ya a trompicones, su camino y se metió al río Lindero. Ivana esperó a que llegaran los perros y luego entró tras ellos en la vegetación del río. Sabía que el jabalí iba herido y enseguida le pudo ver sentado en el agua. No podía levantarse, pero Ivana le tuvo miedo y un tiro...., le daba pena rematarle en las condiciones que estaba, con el inconveniente de que los perros le estaban acosando y era peligroso que a alguno de ellos le tocara el plomo. Por otra parte, pensó que un jabalí herido es uno de los mayores peligros a los que se puede enfrentar un cazador. Se transforma en un animal agresivo, feroz y ataca indiscriminadamente a todo el que se cruce por su camino. "¿Qué hago.....?", pensaba Ivana. Estaba cavilando cuando llegó por allí Ceci y al ver el dilema de Ivana, la dice: "Espera un pocu, que de esti me encargo yo...., tiene el espinazu rotu y no se puede levantar ". Se colocó por la parte de arriba del animal, cogió una piedra del río y la lanzó con todas sus fuerzas entre las dos orejas del jabalí, quedando éste tieso. No hizo falta más, fue suficiente. Puede resultar inaudito, pero así sucedió. Sin duda, una nueva técnica cinegética. Nuestras reglas tienen unas lagunas enormes y tenemos que cambiarlas. Hay que volver a la Edad de la piedra.
Minutos más tarde, Sergio tuvo la oportunidad de cerrar la jornada con la muerte de un jabalí que venía corriendo con los perros siguiéndole las pezuñas. Dos disparos fueron los últimos que se oyeron en la Sieta porque enseguida les avisó Tino que recogieran los perros que ya tenían el cupo. Eran las dos y media de la tarde.
Hoy era la última cacería programada de la temporada para la cuadrilla 141. Aún queda otra que en su día se suspendió por la presencia del oso y queda a expensas de que se les indique el lugar y día de su celebración. Resumiendo, buen día de caza, con muchos disparos, muchos conejos también, pero con el primer cupo de la temporada en los remolques. Todo fue disculpable, el intenso frío se encargó de congelar las manos y sin "tientu no se puede hacer na".
Una merienda-cena en el Balcón les puso a todos en órbita otra vez, allí salieron a relucir de nuevo todas las incidencias de la jornada.