Hoy toca cazar en el lote de Cotera Oria que está por la zona de Caloca. A las ocho de la mañana ya estaban los componentes de la cuadrilla 103 en la Viñona. "Vamos a echar la zona alta del lote, del pueblo de Caloca hacia arriba. Dicen que hay muchos jabalís, así que atentos..", les indicaba Jorge, el jefe de la cuadrilla, mientras se presentaban ante la guardería y se sorteaban los puestos.
En los puntos altos del lote, pronto les entró la niebla, que si bien al principio se iba y se venía, a media mañana fue bajando y cada vez se hizo más espesa. Sin duda fue un hándicap para la cacería.
Eran las diez y media de la mañana cuando Lucio, un montero, se estrenó matando un jabalí que le habían despertado minutos antes sus perros y todavía no debía de tener los ojos bien abiertos, porque se dio de bruces con Lucio, que de un único disparo le dejó a merced de los caninos.
Poco tiempo después, le salió otro marrano a Ceci que estaba apostado junto a las antenas. Era pequeño y el cazador erró con su primer disparo. Con el segundo impacto se dio cuenta que le había dado porque el jabalí lanzó un fuerte gruñido, sin embargo siguió su marcha. "Le tuve que dar, porque si no, no hubiera gruñíu....", pensaba Ceci. Se acercó por donde se había escabullido y ya pudo ver la sangre que dejaba en el suelo. Cuando llegaron los perros, los metió por donde había huido y el cazador no se dignó seguirlos hasta que transcurridos unos minutos, apareció Lucio con el jabalí a cuestas. Los perros le habían terminado de matar. No llegaba a los treinta kilos.
"Corta los perros, Pascualin, que no se pasen para Margaperas...", le indicaban por la emisora . "Sí veo unu blancu cruzar por un prau, voy a cogerle". Pascualin saltó el cierre del prau donde pastaba una cabaña de vacas tudancas. Las vacas, en cuanto se percataron de la presencia del cazador, se lanzaron en su persecución y el bueno de Pascualin tuvo que emprender una veloz carrera para salir entre la alambrada del cierro antes que llegaran las vacas. "No pude coger el perru, me embistieron unas cuantas vacas y me tuve que salir del prau, me enganché los pantalones en la alambrada y casi los dejo allí...", decía el asustado cazador. "No, hombre, no..., no te iban a pegar, lo que pasa es que están acostumbradas a la sal y acudían a eso...", le advertían los compañeros.
En ese medio tiempo a Ceci le pasaron cerca tres jabalís y le pillaron un poco distraído. Cuando se quiso dar cuenta, ya se le habían colado. Entre que tardó un poco y que la niebla era cada vez más intensa, perdió una oportunidad de oro para aumentar su cuenta.
¿Habéis vistu por alguna parte a la mi perra?, preguntaba Chanchel por la emisora. ¿Cómo canta la tu perra, canta fuerte?, le contestó Serafín. "No, la Selva no canta fuerte, canta más bien finu...". "Es que estoy oyendo un perru aquí debajo, pero entonces no es la tuya porque esti canta fuerte".
"Atentu, José Angel, que los perros llevan un jabalí muy grande y va en esa dirección. Tiene que ser enorme porque hace muchu estruendu en el monte, parece el ruidu de un venau con los cuernos cuando rompe los brezos", le advertía Primo por la emisora. José Angel estaba situado cerca de la Peña de Vendejo y todo era ojos pero no veía nada. De pronto, un ruido a sus espaldas le hizo girar y se encontró con una mole que le sobrecogió. Sonó un disparo, pero el jabalí siguió su curso. Tuvo que disparar de nuevo para que el jabalí diera cuatro pasos y se sentara mirando al cazador con la cabeza levantada. Primo que lo estaba observando todo de lejos, enseguida avisó a José Angel. "Remátalo, remátalo rápidu que nos va a joder los perros". Así lo hizo el cazador y después de examinarle, pudieron comprobar que con el segundo disparo le había partido los riñones. Era un magnífico ejemplar, rondaba los cien kilos.
Minutos más tarde, el perru de David sacó del escondite a otro jabalí que logró esquivar los puestos. Perro y jabalí se salieron del lote y se fueron rumbo a Vendejo. David les fue siguiendo para recoger el perro y cuando lo logró, avisó al Jefe de cuadrilla: "Jorge, yo me voy con el perru para San Vicente..". "¿Qué pasó?", le contestó Jorge. "Lo que suele ocurrir muchas veces...". "¿Tiene muchu?". "Bastante, le apañó una pata, le levantó la piel y tiene dañau también el músculu". Al final, el veterinario le prescribió también la fractura de la pata, así que tendrá que descansar una temporada.
Por la tarde se echó la zona baja del lote, donde no había niebla. Los perros levantaron un jabalí cerca de la ermita de Vendejo y después de muchas vueltas le tuvieron que dejar en el monte. Era pequeño, pero empezó a llover y se cumplió la hora, así que a las cinco y media se desarmaron los rifles, se recogieron los perros y todos contentos para casa, que allá arriba llovía y hacía bastante frío.