Buen ambiente era el que se respiraba en la fresca mañana del sábado en San Pedro entre los componentes de la cuadrilla 103. Toca cazar aquí, en Bedoya, y cuando así sucede, el semblante de los cazadores cambia. Hoy con una importante novedad: no está Jorge, el jefe de la cuadrilla porque está disfrutando de unas merecidas vacaciones. En su lugar, tomó las riendas de la cuadrilla el joven Manuel Relea que no tuvo problemas a la hora de aconsejar y distribuir a los cazadores.
Durante la semana, fueron varios días los que se pateó el monte para ver por dónde andaban los jabalís. "Ya no hay tantos jabalís como hace un par de meses, se nota que se mataron muchos en anteriores cacerías, o se marcharon para otro sitio, pero rastreamos bien el lote y no creais que se ve muy revuelto", les indicaba Manuel. "Hoy vamos a cubrir desde Miseja, Sierratama, Lusía, Valcaliente, Collau Taba, Llandelpozu hasta Carondinu. Los perros van a entrar por el Ríulallena y por Frontera", les seguía informando. "Por esa zona es por donde más se ven".
Una vez colocados los puestos, se da la orden de entrar los monteros y pronto en el Riulallena los perros entran en acción. Vueltas y mas vueltas debido a la presencia de jabalis y a la espesura del monte, pero ante la insistencia de los caninos, los jabalís tienen que salir de su madriguera. "Acabo de ver un jabalí salir pa riba, va en dirección a la Molinera", pregonaban desde la emisora. No pasaron muchos minutos cuando se oye el primer disparo de la jornada. Y a renglón seguido, otro. "Esti ya no hoza más, ya cayó...", pregonaba Nel desde Tierrallana.
Los perros seguían en el Riolallena, había jabalís pero no salían de aquella frondosidad y si lo hacían era con cuentagotas. Uno que se atrevió a sacar el hocico se metió en la Cuesta del Joyal y después de recorrerla de este a oeste, cogió la dirección hacia el río, pero en Miseja estaba Moisés González, "Sito", que no necesitó mucha metralla para pararle los pies. Un solo disparo sirvió para que llegaran los perros a morder.
El siguiente que se atrevió a salir, la emprendió por la Molinera en dirección al Pañeu, pero no le dio tiempo a llegar, ya que Pepe, el de Ojedo, de tres disparos se lo impidió.
Y seguían saliendo jabalís del Riulallena..., otro subió cotera arriba hasta el Coteru la Campana, cruzó por encima del Pañeu hasta Peñalaju. Allí, no le debió de gustar mucho la papeleta y se dio la media vuelta. "Atentos que se volvió otra vez para atrás..". En Fuentelaespina estaba de puesto Jesus Caviedes, que estaba oyendo los perros acercarse donde él estaba. Cada vez los tenía más cerca, pero no veía nada raro. "Es imposible que traigan algo, o pasó y no le ví, o es un rastru vieju....", pensaba el cazador. De repente, la negra silueta de un jabalí le apareció a pocos metros, encaró el rifle y le soltó un disparo que le entró entre las patas delanteras hasta el corazón, quedando el marrano a merced de los perros que le venían pisando los talones.
Los perros de Pepe sacaron también del Riulallena al enésimo jabalí, que se metió por la Cuesta del Joyal. Vueltas y más vueltas, para arriba y para abajo, pero el jabalí no se atrevía a salir del asedio que tenía, hasta que se dio de bruces con el montero. En esta ocasión Pepe solo necesitó un disparo para ver al jabalí rodar entre los pinos y quedar a merced de sus perros.
"Atentos que en Sierratama salieron dos en dirección a Lusía..", avisaban por la emisora. "Cuidau Ceci que te van a salir más altos...". Ceci emprende una veloz carrera monte arriba, pero al poco rato..."Se metieron otra vez abajo..., tienes que ponerte más abajo". Mareado y cansado de las carreras y con la lengua afuera, a Ceci todavía le dio tiempo a tirarles un par de tiros, pero ya estaban muy lejos y ni los rozó el rabo.
Un trozo más arriba sonó otro disparo y nadie decía nada. "¿Quién tiró en Valcaliente?", preguntaba el jefe de la cuadrilla. "Fui yo, Manuel, acabo de matar un jabalí que se metía monte abajo pero no le dio tiempo a escapar...". Era Aníbal el que así se expresaba.
Minutos más tarde en Peñalaju le salieron dos a Angel Cuevas. Seguramente eran los que se habían escapado a Ceci. No venían juntos, pero sí a la vez, uno más alto que el otro. Angel quedaba en el medio. "¿Por cuál me decido...?, por el de abajo", pensó en décimas de segundo el cazador. Con el primer disparo no hizo diana, pero con el segundo el marrano pegó un salto y se hizo una bola quedando unos segundos parado. Cuando Angel se las prometía muy felices y ante su sorpresa vio cómo el jabalí se levantó de un salto y emprendió de nuevo su marcha. Un nuevo disparo solo sirvió para dar más alas al marrano y verle desaparecer por el monte.
En la otra parte del lote en Carondinu, estaba Serafín Alles, de Cobeña, que cuando se percató del jabalí ya se había pasado del puesto. "Me pegaba el sol de frente y no le ví hasta que cruzó la riega y ya no le pude tirar", comentaba luego amargamente.
Por la tarde se echó la parte de Cobeña, pero con nulo resultado. Por encima del pueblo de Trillayo, en el Enebral, salieron dos jabalís que se metieron en dirección al Castañeu de Cobeña y a partir de ahí, nadie supo más de ellos.
"Venga, recoger los perros y nos vamos todos a San Pedro que ya es la hora y después a la Potes a ver la Cabalgata", les avisaba Manuel a sus compañeros. De esta manera se dio por finalizada la cacería con seis fornidos jabalís en los remolques, pero todos un poco desilusionados porque hoy esperaban que se llegaría a hacer el cupo. Otra vez será, hay que dejar alguno en el monte para que críen...
"Que se porten bien los Reyes con todos..."