Si algo molesta a los cazadores, aparte del frio, es el viento y si este es huracanado, peor que peor. Hoy fue uno de esos días donde uno no sabe dónde meterse para refugiarse, de hecho estábamos en "alerta naranja" por esa causa.
Al amanecer ya estaban los componentes de la cuadrilla 103 en los alrededores de la iglesia de Lebeña para hacer las presentaciones. Hoy toca cazar en Poda-Cordancas. Jorge, el jefe de la cuadrilla, les iba informando de cómo se iba a desarrollar. "Vamos a cerrar por la parte de abajo desde el riu y por la parte alta por Arceón y Trescorroble. Los perros van a entrar desde la cabecera del pueblu. Estuvimos viendo el terrenu y la verdad es que no se ven muchos rastros de jabalís, pero algunu hay".
Efectivamente, alguno hay, porque no se tardó mucho en sacar de su encame el primero de la jornada que intentó cruzar el río Deva muy cerca de la cantera de Lebeña en dirección a la Allende. Pero todo se quedó en un intento porque allí estaba Raúl, un invitado de Cabariezo, que de un único disparo ni siquiera le permitió darse el baño mañanero. Era el primero y a la postre sería también el único jabalí de la jornada.
A continuación todo se redujo en un contínuo ajetreo de monteros y perros por el lote con escasa fortuna, ya que los jabalís no aparecían por ningún sitio. Y los que estaban en los puestos se las tenían que ingeniar para resguardarse del viento, sobre todo los que estaban en los puestos altos. El huracanado viento que abajo, en Lebeña, aún se podía soportar, arriba parecía un ciclón y si los termómetros marcaban pocos grados, la sensación térmica era muy inferior.
Hace ahora quince días los perros de David tuvieron que dormir una noche en éste lote al quedar atrapados en un acantilado. Hoy también quisieron ser los protagonistas y resarcirse de aquella aventura que les pudo costar muy cara. Al mediodía emprendieron ruta tras un viejo rastro de un jabalí y se presentaron en las inmediaciones de Cicera, donde estaba encamado el marrano. Le obligaron a levantarse y le metieron de nuevo en la cacería. Como los perros estaban ya exhaustos, los monteros le metieron más perros para echarles una mano y el jabalí apareció junto a los invernales que están por encima del pueblo. Allí, en el Pando, le tiró Aníbal pero con nulo resultado, quizá por la excesiva distancia que había entre tirador y la pieza. De más lejos, aún le tiró también Lucio que estaba en la Fuente de San Pedro, mientras el jabalí llegaba al pantano de Lebeña. Allí el marrano se paró, oteó el horizonte, respiró fuerte, venteó y como no vio el peligro por ningún sitio, decidió darse un baño. La verdad que éste no tenía frío y los perros le seguían a suficiente distancia como para poderse permitir ese lujo. Cuando Lucio le tuvo metido en la mira le hizo dos disparos pero debido a la distancia que había entre tirador y jabalí, para poco sirvieron, lo único para que el marrano emprendiese de nuevo su marcha introduciéndose en el encinal en dirección a la Ventosa. El jabalí al sentirse ya libre de peligros, sacó fuerzas de donde ya casi no había y se adentró en el encinal y luego en la Peña de la Ventosa, perdiéndose de sus seguidores y quedándose en el lote pasando frío pero con la seguridad que este año podrá comer el turrón.
Como ya se había andado todo el terreno y no aparecían más jabalís, Jorge mandó retirarse, cuando eran poco más de las tres de la tarde. "Recoger los perros y bajar para acá. Vamos a calentarnos que aquí ya no hay jabalís".
Así terminó la cacería que resultó bastante sosa, debido a la escasa presencia de jabalís, solamente a última hora se animó un poco, pero ahí fallaron los tiradores. Así que entre el aire huracanado, escasos jabalís, y desaciertos de cazadores..., fueron muchos los imponderables para que la cacería resultara bien, de todos modos no se puede ni se debe considerar como un fracaso. Para matar jabalís es imprescindible que no falte la materia prima y hoy apenas que existió.