Cuadrilla 31

La cuadrilla 31 logró el cupo en Arabedes

Hoy los componentes de la cuadrilla 31 estaban contentos, iban a cazar en Arabedes, que es uno de los mejores lotes lebaniegos por su abundancia de jabalíes. La parte alta del lote está cubierta por una fina capa de nieve, que había caído el día anterior, pero no fue ningún obstáculo para el desarrollo de la cacería.
“Vamos a amarrar en largu, desde la Valleja Simón hasta la Valleja del Parque de Madera. Los monteros van a entrar por Turieno y Argüebanes. Ayer estuvimos viendo el lote y los jabalíes andan por todo el monte, así que a ver si lo hacemos bien……”, les advertía Juan Carlos, el jefe de la cuadrilla. “Hay que terminar para la hora de comer, tenemos que hacer el cupu enseguida”, remataba su hijo Nica.

Todo parecía que así iba a suceder porque nada más entrar los monteros en el monte, fueron los perros del Mellizu los que empezaron a cantar y de qué forma lo hacían……. Hasta diez jabalíes se contaron en el levante. “Atentos arriba, ahí os van los jabalís…..”, avisaban por la emisora. Arriba estaban de puesto Tasín y Miguel Angel Antón y fue éste último el que tuvo la suerte de tumbar a uno de ellos de un par de disparos. Los demás se dispersaron y cada uno se las arregló como pudo para escapar de la emboscada.

En el Parque de la Madera estaba de puesto David Gutiérrez que disparó a un jabalí que traían los perros de Roberto y Emilio Gómez. David no falló y con un único disparo vio cómo llegaban los perros para morder con rabia.

El turno le tocó ahora a Antonio Casares que vio venir al jabalí unos cuantos metros. Le venían arreando los perros de Juan Carlos y de Clemente. Y qué manera de arrear……, porque la velocidad era muy grande. Antonio le dejó acercarse y un par de disparos fueron suficientes para pararle la carrera.

Otra vez los perros de Juan Carlos, en ésta ocasión con la ayuda de uno de Rufino, traían en jaque dos jabalís. Los marranos venían separados y llegaron al puesto donde estaba Emilio Casares que de un certero disparo dejó seco a uno de ellos, y aún tuvo tiempo de encarar la mira al siguiente para mandarle también al limbo de los sueños.

Los perros de Oscar y Alfonso, el de Señas, llevaban un jabalí que,  cuando se decidió a cruzar el cortafuegos, le disparó Roberto. El jabalí siguió su ruta pero con evidentes signos de ir malherido. Los perros le siguieron hasta darle alcance. Cuando llegó Roberto, pudo observar  la lucha que aún tenían sabuesos y jabalí. En cuanto pudo hacer un disparo lo remató, pero pudo comprobar las heridas de un perro de Alfonso que hubo que llevar a la clínica.

José Antonio Aramburu, de Tama,  fue el encargado de enviar la receta fatídico a un marrano que traían los perros de Eloy, el de La Vega.  

Pero no todos los jabalíes que salieron recibieron esa receta, ya que algunos, más de los deseados, se pudieron evadir, como el que se le escapó a Clemente. Mente llevaba los perros amarrados pero de pronto notó que se ponían muy nerviosos.  Percibiendo que no estaba muy lejos la pieza, los soltó y a menos de veinte metros sacaron de su encame a un jabalí que emprendió una veloz carrera. Clemente le hizo un par de disparos, pero entre que estaba lejos y la premura en prepararse, el marrano siguió en el monte.

>Otros que también tuvieron ocasión de disparar, pero con poca fortuna fueron Nica y Héctor González. Éste último disparó un par de veces, pero el jabalí marchó con más vida que traía. Muy parecido le ocurrió a José María, el de Casillas, que estaba de puesto en Sierrabielve, ya que el jabalí quedó en el monte para criar. Siempre es conveniente dejar alguno para tal fin.

Ahora fueron los perros de Roberto y Emilio los encargados de levantar  del mismo encame a dos jabalíes. Uno de ellos se metió monte abajo y allí estaba el mismo Roberto para frenarle en su veloz carrera. El compañero cogió la ruta contraria, pero también con poca fortuna ya que llegó donde estaba de puesto Tasín que con un único disparo valió para dejarle a merced de los sabuesos.

Angel Mier vio cruzar por una ladera a un jabalí, pero cada vez se iba distanciando más del cazador, así que emprendió una corta, pero rápida carrera, para tratar de cortarle el paso. Y cuando lo tuvo a una distancia prudencial le disparó. El jabalí dio un revolcón, pero siguió su ruta. “Se marchó…., pero le dí, marchó herido…...”, comentaba Gelo por la emisora.

Peor suerte tuvo el jabalí que llevaron los perros del Mellizu hasta donde estaba colocado Elías, que pocas veces falla. Y hoy tampoco falló, dejando al jabalí al arbitrio de los sabuesos.  

Al que hoy no le acompañó mucho la suerte fue al montero Alfonso, de Señas. Por la mañana ya tuvo que llevar un perro a la clínica y por la tarde le ocurrió lo mismo con el otro. Emilio Casares había disparado en dos ocasiones a un jabalí, que logró seguir su ruta, aunque ya bastante mermado. “Le dí, le dí…..., pero éste cabrón es más duru que una piedra..….”, murmuraba entre diente el contrariado cazador. Emilio decidió seguir el camino del jabalí y encontró al marrano y al perro de Alfonso enzarzados en una sangrienta lucha. En cuanto tuvo la mínima ocasión, pudo hacer un disparo para rematarle, pero ya había dejado la huella de sus defensas en la piel del sabueso.

Eran ya las cuatro y media de la tarde llevaban cazados once jabalíes. Faltaba uno para lograr el cupo. “Vamos a meter los perros por el rastro del jabalí que dejó herido Gelo Mier…..”, avisaba Roberto. Así lo hicieron y a los cien metros encontraron al jabalí que ya no se podía levantar. Carlos Gutiérrez, el jefe de la cuadrilla, fue el encargado de rematarle, a la vez que cogía la emisora para anunciar a sus compañeros que la cacería se había terminado. “Recoger los perros y nos vamos todos para abajo…..”.

De ésta manera se dio por finalizada la jornada, donde salieron muchos jabalís y donde se gastó bastante munición, pero con la recompensa de que los perros trabajaron mucho, pudieron morder y se logró el cupo de doce piezas, que no siempre se consigue.