Por fin llegó el día esperado para la cuadrilla 103. Parecía que no iba a llegar nunca, pero hoy, 14 de Octubre, toca cazar en el lote de Calejo Linares, que está por encima de Lerones. Los cazadores ya añoraban tener de nuevo en sus manos la escopeta y los sabuesos demostraban en sus jaulas una inusitada fogosidad con sus ladridos.
A las 8 de la mañana ya estaban todos los cazadores en la Viñona para presentar las acreditaciones ante el Técnico Auxiliar del Medio Natural. Empezaba a amanecer, pero ya se apercibía que el día iba a ser muy caluroso, como todo el otoño que estamos padeciendo en Liébana.
Como novedad en la cuadrilla era la imagen de un nuevo Jefe: José Angel Cuevas, de Cobeña, que fue el encargado de dar las primeras instrucciones a los cazadores.
“Hoy no vamos a hacer sorteo de los puestos, en las próximas cacerías sí que lo haremos. Vamos a espabilar un poco porque, con el calor que hace, los perros a las dos horas de correr ya no van a querer trabajar más. Así que las escopetas que se pongan para esta parte para distribuir los puestos y los monteros para la otra acera”, les comentaba. “Vamos a cerrar toda la parte alta del lote, hasta los límites de Pámanes y Milebaños. Tenemos bastantes escopetas, así que ahora hace falta que salgan los jabalís. Traigo unas botellas de agua para que los que tengáis que subir en coche a la parte alta las subáis para cuando lleguen allí los perros. Aquí, en este lote, hay poca agua y seguro que os lo agradecerán”.
Efectivamente, estaba un día criminal para cazar. La sequía es tan significativa que la mayoría de las fuentes están secas, con lo que eso supone ya que corren serio problema de que no vuelvan a manar por el mismo conducto.
Una vez colocados los puestos, el Jefe de la cuadrilla mandó acceder a los monteros. Eran ya más de las 9 de la mañana y el sol ya pegaba con fuerza, parecía que estaba más cerca que otros días.
Los perros pateaban y pateaban el monte, pero sin ningún resultado positivo. Cuando las manecillas del reloj se aproximaban a las once de la mañana se empezó, por fin, a animar la jornada. Los perros de David fueron los encargados de sacar de su encame a un buen jabalí que emprendió su huida monte arriba. “Atentos los que estáis arriba, atentos que para ahí os va…..”, les avisaba el montero por la emisora.
Como es lógico todos los cazadores que estaban en la zona alta del lote se pusieron alerta. Nadie quiere quedar mal ante los compañeros. Todos sabemos de la dificultad que supone matar un jabalí, pero todavía existe el miedo al ridículo entre los cazadores, cosa por otra parte normal.
Todo el mundo se puso en extrema tensión. No se podía fallar, aunque a estas alturas de la temporada no es la mejor época para matar jabalís. El monte aún está con mucha maleza, aunque hoy en el lote había mucho robledal y más o menos la visibilidad no era tan exagerada. Además, como estaba tan seco, cualquier bicho que circulara por allí, tenía que meter bastante ruido con la hoja seca.
"Llevan un jabalí muy grande……", se oía por la emisora. El lote estaba bien “cerrado”, había bastantes escopetas. Una de ellas era la de José Antonio Llorente que observó que cada vez se oían los perros más cerca. "Vienen para aquí…...." pensó. Apagó la emisora, quitó el seguro del rifle y contuvo la respiración para no hacer ruido. Pasa un minuto, pasan dos, tres….., y por allí no aparecía nadie. El cazador se iba a relajar pensando que el jabalí había cruzado por otro sitio, pero de repente un ruido de hojarasca le acelera el ritmo cardiaco. No veía nada, pero “tiene que ser el jabalí”, intuía. Llorente es ya un experto cazador que emprendió miles de batallas tras los jabalís. Entre otras cosas aprendió, que lo que un buen cazador debe hacer es esperar a la presa, hacer el mínimo ruido posible, tener mucha paciencia y sobre todo apuntar bien. Así que se echó el arma a la cara y esperó a que el jabalí saliese al descampado. No tardó mucho en hacerlo y allí tenía delante un buen ejemplar. Esperó a que el marrano se le acercara un poco más y cuando le tuvo en la cruceta de la mira, apretó el gatillo. El estruendo del disparo llegó a asustar hasta los vecinos de Obargo. El jabalí dio un revolcón y continuó unos pocos metros. Tan pocos que al marrano le fallaron las patas delanteras y, ya herido de muerte, se acostó para no volver a levantarse. Rondaba los sesenta kilos y tenía "una buena boca".
Se había cumplido el objetivo, ya no iban a bajar de vacío del monte, pero "así no se puede cazar, esto es imposible…., los perros no quieren trabajar. Además no hay agua. ¿qué hacemos?", decían los monteros.
En ese compás de espera, el Jefe de la cuadrilla decide que, "yo creo que teníamos que echar la parte baja del lote, por encima de Pesaguero".
"Los perros no pueden, aquí tengo a cuatro metidos a la sombra de una escoba con la lengua en suelo. Están agotados", comentaba Rubén. “Los míos están igual, aquí los tengo postrados a mis pies” replicaba Pepe el de Ojedo.
Era la una de la tarde y, ante éste inconveniente de los perros, José Angel les avisa: “Si queréis lo dejamos, la verdad es que calienta mucho, así que podéis recoger los perros y nos bajamos a comer a la Viñona”.
Y así hicieron, la mayoría estaba aún con el bocadillo en la mochila, así que ni siquiera le desenvolvieron. Otro mejor manjar les esperaba en el restaurante de la Viñona donde pudieron dar rienda suelta a todo tipo de comentarios sobre la corta jornada de caza. Tan corta que apenas superaron las tres horas en el puesto.
Así terminó la cacería. Hoy no fue el día donde más pudieron disfrutar, entre otras cosas porque los jabalís no hicieron acto de presencia. Solo uno se atrevió a salir a escena, quizás no había más en el lote, pero el “atrevido” llevó su pena al encontrarse con José Antonio Llorente que se encargó de rematarlo. La ausencia de jabalís y las altas temperaturas vividas en la jornada tuvieron la culpa de todo.