Mañana fresca la que amaneció el sábado en Liébana. Para colmo una densa niebla impedía ver a 50 metros. La cuadrilla 103 tiene que cazar hoy en el lote de Arretuerto. Un lote estrecho y largo, ya que va desde Puente Asnil hasta las estribaciones de Peñasagra. “No hay problema por la niebla, subiendo un pocu ya está escampau y además blancu, pues cayó una buena helada.”, comentaba Angel, el de Salarzón.
José Angel, el jefe de la cuadrilla, fue el encargado de poner en orden los preparativos de la cacería: “Vamos a echar la parte alta del lote, desde Tornes hasta la Virgen de la Luz. Estuvimos viendo el monte y se ve que hay jabalís, así que a por ellos….. Ah, se me olvidaba deciros que por la tarde estamos todos invitados a cenar. Ángel, que ya vino varias veces a cazar con nosotros como invitado y tiene un restaurante en Torrelavega, nos quiere brindar una paella, así que tendremos la cena en las escuelas de Tama”, les recordaba el jefe de la cuadrilla. No eran horas para relamerse por lo temprano del día, pero a todos les gustó el detalle de Ángel.
Una vez colocados los puestos, se ordena que entren los monteros y pronto empiezan tanto los perros, como el sol que ya lucía, a calentar la jornada, pues allá arriba aparecía el monte con un manto blanco motivado a la fuerte helada que había caído.
Aunque las manos estaban aún frías, Manuel Relea como es joven, aún la sangre le hierve y no tuvo mayores problemas para apuntar, disparar un par de veces y ver a un jabalí cómo daba los últimos pataleos. “Casi se me escapa, pero aquí le tengo. Es bastante bueno, unos 70 kilos”, avisaba el cazador.
Hoy había varios invitados, uno de ellos fue Lin, de Mieses, que tuvo la oportunidad de hacer varias muescas al arma. Nada menos que siete jabalís pasaron en reata muy cerca suyo, pero cuando quiso darse cuenta y prepararse ya era demasiado tarde. De nada sirvieron los disparos que hizo, solamente para que los jabalís cogieran más velocidad. “Eran unos cuantos, pero se me escaparon…….”, explicaba luego.
Al que no se le escaparon fue a Javier Bada que vio venir a un jabalí de buen porte y tuvo tiempo a meterle en la mira del rifle para hacer un disparo y dejar al marrano a merced de los sabuesos.
Los perros habían llegado ya hasta La Majá del Prau, donde estaban los puestos más altos. No se habían alcanzado las expectativas deseadas. Dos jabalís sabían a poco. Así que el jefe de la cuadrilla mandó descender para echar la parte baja y media del lote, desde Labandón, por encima de San Andrés, hasta el puente San Cosme.
Y aquí se armó la gorda. Empezaron a salir jabalís hasta debajo de las piedras. “Acaban de sacar los perros a un rebañu de ellos, atentos arriba que van todos para allá……”, avisaba Raúl Mena. Si por la mañana habían salido siete de una tacada, ahora el rebaño era mayor. “Los acabo de ver y conté por lo menos diez…...”, matizaba Nel. “No sabes contar, yo ví quince…..”, replicaba Benjamín.
Una piara de quince jabalís se dice pronto, pero no deja de ser importante. Tan importante que David se tuvo que apartar para dejarles pasar. No llevaba arma y los marranos pasaron como balas delante suyo. Pronto se empezaron a oírse los disparos. La refriega se agigantaba por momentos, tiros por todos los lados, pero con un resultado bastante pobre. Fueron varios los que dispararon: Chico, Francisco, Aquilino, Rubén…. Al final la contienda se saldó con dos jabalís abatidos. Rubén fue el encargado de dejarlos a expensas de los perros, pero después de vaciar el cargador.
Marcos se encargó también de parar a un enorme jabalí que traían los perros de David. Necesitó dos disparos para ver a los pies del orgulloso y feliz cazador una mole de 100 kilos.
Ahora eran cinco perros los que llevaban a otro jabalí que no era menor que el que abatió Marcos. “Viene derechu a mí…..”, pensaba Jesus Caviedes que le vio asomar por un prao en su dirección. Jesus le metió en la mira del rifle y esperó a que el marrano se aproximara más. El jabalí debió de oler algo que no le gustó y cambió repentinamente de rumbo. Eso hizo que Jesus le perdiera del punto de mira. Fue cuestión de un par de segundos, los suficientes para que el cazador dudara, se pusiera nervioso ante lo que ya veía muy fácil y disparó. “Yo creo que le dí, pero no estoy seguru….”, diría luego Jesus. El resultado es que el marrano logró escapar. Jesus logró coger a tres perros, pero los dos de Sergio siguieron tras el marrano, y éste les sacó billete para que pasaran por la clínica. Era muy grande y allí quedó en el monte para otra ocasión.
El que no era tan grande fue el que mató Aquilino, ya que fue el más pequeño de todos. Pero no por eso resultó fácil el matarle. Vueltas y más vueltas delante de los perros, hasta que por fin Aquilino le esperó y le pudo parar los pies. Era el sexto de la jornada.
Nel no tuvo hoy su día. Estaba de puesto en Labandón y vio cómo los perros de Pepe, el de Ojedo, le traían un jabalí. Nel le soltó las tres balas de la recámara, pero hoy le temblaba el pulso y el marrano quedó en el monte para seguir comiendo bellotas.
Muy cerca de Nel estaba Serafín que falla pocas veces y hoy no iba a ser menos. Un disparo fue suficiente para ver a un jabalí, también de buen porte, dando los últimos pataleos.
El siguiente jabalí que se cobró hay que apuntárselo al joven Adrián Vélez, que es sobrino de Pepe. El marrano venía bastante apurado por los perros precisamente de Pepe. Borja le hizo dos disparos, pero con nulo resultado. El jabalí llegó donde Adrián que le tiró y el marrano dio un par de vueltas, pero siguió su camino medio arrastrándose. Iba herido de muerte, no podía andar pero la boca todavía la conservaba, lo que conllevaba el temor de los perros a acercarse. Fue Jesus Caviedes el que le acabó rematando, pero el mérito hay que dárselo a Adrián.
Se acercaba ya la hora de finalizar la jornada cuando se oyó de nuevo el zumbido de un rifle. “Aquí tengo a mis pies a un jabalí bastante bueno”. El que así se explicaba era Felipe que también suele fallar pocas veces.
Y lo mejor de la jornada resultó a última hora del día: la merienda-cena que se organizó en Tama. Una exquisita paella de marisco que Angel, como gran cocinero que es, se encargó preparar para todos, regada con un buen vino, un apetitoso postre y para rematar té con orujo. Una gran jornada, sin duda, con la única pena de que no se consiguió el cupo de doce, pero no hay que ser avariciosos, hay que dejar alguno para los que vengan más adelante.
(Información de Abelín) |