Después de la tempestad viene la calma. Así reza el refrán y así sucedió este fin de semana pasado ya que la cacería que había que celebrar el sábado día 24 de Enero hubo de ser suspendida por causa del mal tiempo.
Por fin se pudo echar el miércoles siguiente aunque ya con menos presencia de cazadores, ya que por razones de trabajo, estudios, etc., algunos no pudieron asistir, lo que repercutió en el desarrollo de la cacería. Había que cazar en Dobra-el Mazo, zona que comprende terrenos cercanos a Cabezón de Liébana hasta Torices..
A las ocho de la mañana empezaron a llegar los cazadores a Vieda, donde tuvieron lugar las acreditaciones ante la guardería y donde Tasín, como jefe de la cuadrilla, se encargó de dar las últimas instrucciones. Todo estaba perfecto menos que faltaban cazadores para cubrir todo el lote. Solo había catorce escopetas, muy pocas para lo que se requería, aunque el lote en sí no es muy grande. "Vamos a cerrar todo. Como somos pocos, habrá que distanciarse unos de otros algo más de lo normal, así que afinar la puntería y suerte.." con esas palabras en los oídos emprendieron la marcha a sus puestos.
Pronto empezaron los perros a mostrarse inquietos y pronto dieron con el escondite de los jabalís, certificando todas las expectativas que se tenían de la presencia de muchos marranos en el lote mencionado.
No eran aún las once de la mañana cuando retumbó un solitario tiro en todo el contorno. Y unos segundos más tarde se oyó con voz temblorosa y aguda por la emisora: "Ya cayó el primeru..". El que hablaba era Angelín que acababa de tumbar a su segundo jabalí de la temporada y segundo también en su corta vida de cazador. Angelín iba de montero pero sus mismos perros le acercaron un hermoso jabalí y haciendo gala de una gran serenidad y aplomo no necesitó nada más que un disparo para acabar con su vida. Dio un peso cercano a los sesenta kilos.
Uno de los males más extendidos en la sociedad es la envidia y esa lacra estuvo presente en la jornada cinegética. Que quede claro que en el buen sentido de la palabra, pero el orgullo paterno seguro que estaba tocado. Porque no había pasado ni media hora cuando a Angel, el padre de Angelín, le salieron dos jabalís y necesitó tres disparos para acabar con uno de ellos. Era pequeño, pero por lo menos no quedó mal al presentar las "cuentas" por la noche en el hogar.
Algo fallaba, se habían matado dos marranos y lo habían hecho dos monteros. Pero cuando los perros levantaron de su encame a cinco, la cacería cambió de ritmo. "Ahí van., ahí van.., son unos cuantos y suben monte arriba", decían por la emisora. Efectivamente eran unos cuantos, exactamente cinco, que son los que divisó Tasín cruzando a estampida hacia terrenos de Torices y no los pudo tirar por estar muy lejos.
Tuvo que ser Juanba quien pusiera las cosas en claro cuando los perros de Miguel le llevaron hasta sus dominios un jabalí. El marrano parecía que no tenía prisa, dejaba que los perros se acercasen mientras él oteaba el terreno. Parecía que se estaba riendo de ellos. Pero calculó mal, o quizá fue la veteranía del cazador la que tuvo la culpa, pero el jabalí se metió de lleno donde estaba situado, detrás de un roble, Juanba que de dos disparos hizo rodar al marrano monte abajo y los perros aprovecharon para morder a rabiar. Quien ríe el último, ríe dos veces.
Ya pasaba del mediodía cuando Victoriano Velarde, que estaba de invitado, quiso dejar claro que aún se puede contar con él para aventuras de éste tipo. Desde bastante distancia necesitó tres disparos para detener en su carrera a un solitario jabalí que pretendía alcanzar metas que nunca llegarían. Tampoco era muy grande, no llegaba a los 40 kilos.
Los que sí abultaban eran una piara de ellos que estaban en sus guarniciones y no salieron hasta que se dieron cuenta que por aquella zona había jaleo. Cuando se decidieron a salir, lo hicieron por detrás de donde estaba situado Enrique Llano, que no los esperaba por aquellos lares y cuando quiso reaccionar ya era imposible tirarles, lo único que pudo hacer fue contarles y, si no se confundió, contó hasta once. Un equipo de fútbol.
Y ya bien avanzada la tarde, Roberto el de Los Cos, no quiso terminar la jornada sin que nadie hablase de él. Roberto ya hizo gala en anteriores cacerías que de puntería anda bien. Hoy le costó lo suyo, quizá se precipitó en lanzar el primer disparo. El jabalí estaba bastante lejos y Roberto no tuvo la paciencia suficiente para esperar. Tenía miedo que no llegase hasta él. Seis tiros, seis bien contados, necesitó para verle tumbado con los perros a su alrededor mordiendo. Alrededor de sesenta kilos fue su peso.
En total fueron cinco los marranos que se bajaron del monte. No estuvo nada mal la jornada. Todos los participantes se pudieron divertir porque salieron muchos jabalís, aunque una gran mayoría se escurrieron sin ser vistos. Los puestos estaban muy separados y los jabalís aprovecharon a colarse por medio. Cuando llegaban los perros podían constatar por dónde lo habían conseguido, pero así es la caza.
Ahora queda una sola cacería, la última, que en su día fue suspendida por la nieve. |