A las 8 de la mañana estaban citados en Puente Asnil los componentes de la cuadrilla 31 para ir a cazar al lote de Milebaños que corresponde a terrenos cercanos de Perrozo, San Andrés, extendiéndose hasta la localidad de Lerones.

Tasín, como jefe de la cuadrilla, es el encargado de señalar las distribuciones de los puestos. Es confortable y además paradójico que ni en ésta, ni en ninguna otra cuadrilla de las que conozco, nadie protesta por el sitio que le señalan, todos están conformes. Y no deja de tener su importancia, aunque relativa, pues todo es una lotería, nunca se sabe por donde pueden salir los jabalíes.

Cuando Tasín da orden de comenzar la cacería, el sol ya calienta los montes lebaniegos. Unos minutos después de iniciarse, se empiezan a oír los primeros sabuesos, y a continuación por la emisora dicen que ya se han levantado los jabalíes del encame. Así que todos contentos y sobre todo atentos.

El jabalí es un animal duro de mover del monte ya que en la espesura tiene su mayor defensa, incluso plantando cara a los perros. Tan sólo los cochinos jovenes rompen a correr con relativa facilidad y aun así en algunas ocasiones también se enfrentan a los perros.

En el día de hoy fueron los perros de Angel Gutiérrez Soberón los que dieron con el encame de un jabalí y éste estaba parapetado en un hormazo que resultaba casi imposible sacarle de allí. Ante la insistencia de los perros y las voces de los monteros, por fin rompe a correr monte arriba hasta que llega a las posturas y un tiro resonó en el monte. Después vino el silencio, únicamente roto por los aullidos de los perros que seguían tras el jabalí que pudo salir indemne del trance. El tiro le hizo cambiar de rumbo volviendo hacia el lugar de donde había partido. Pero no contaba que en ese camino se iba a encontrar con Angel que iba detrás de los perros. Éste vió la maniobra del animal y le esperó, incluso le dio tiempo a respirar un par de veces para serenarse de la caminata y soltar un solo pepinazo para ver rodar al jabalí.

"¿Le mataste, papá?" le voceó su hijo Angelín que iba a escasos metros. "Sí, este ya no corre más", le contestó su padre orgulloso de la gesta realizada. Efectivamente, cuando se acercaron hasta el animal llegaban ya los sabuesos que, después de cerciorarse que el jabalí ya no les podía atacar, le mordieron a rabiar. Son ya veteranos. Su peso se acercó a los 100 kilos, un gran ejemplar, sin duda.

Pocos minutos después los perros de Juan Carlos "avisan" que en éste lote todos los jabalíes son muy grandes. En efecto, levantaron de su encame a otro gran marrano que llevaron hasta las posturas donde estaba Adolfo Bulnes, de los Cos, que le tiró desde bastante cerca, pero quizá los nervios le jugaron una mala jugada. El animal se dio media vuelta, girando hacia su izquierda y Adolfo anduvo listo para disparar por segunda vez y en esta ocasión con más suerte, ya que después de un bote, el jabalí siguió su ruta herido de muerte monte abajo, para llegar ya exhausto hasta donde estaba Elías, el de Lomeña, que solo tuvo que acabar de rematarle. Creo que todo el mérito hay que dárselo a Adolfo. También su peso anduvo rondando los 100 kilos y los colmillos tenían un considerable tamaño

Por la tarde se echó la parte alta del lote y los perros a pesar del calor reinante, sacaron de su escondite a dos marranos que emprendieron su huida hacia el puesto donde vigilaba Héctor González, de los Cos y que estaba de invitado, que de tres disparos hizo rodar a uno de ellos, quedando el otro en el monte para una mejor ocasión. El cobrado no era muy grande, dio un peso de 40 kilos.

Y así terminó la cacería donde se pasó un buen día. Por la tarde, mientras los monteros iban reuniendo los perros, nueva tertulia en Puente Asnil donde se pudieron comentar todas las incidencias de la feliz jornada.

Datos aportados por Ana Gutiérrez

Vicente, Angel (hijo de Ceto), Miguel y Angelin