Llegó el frío a Liébana o por lo menos el pasado sábado amaneció con una fuerte helada, dando luego paso a un soleado y caluroso día que los perros, aún sin el suficiente entrenamiento, llegaron a acusar. La cuadrilla 31 se estrena ésta temporada y le corresponde cazar en el lote de Sobrebodia, que está por la zona de Mieses y Santo Toribio.
Tasín, como jefe de la cuadrilla, fue el encargado de dar las últimas instrucciones mientras los cazadores se iban acreditando ante la guardería. Una vez cumplidos todos los trámites y colocados los tiradores en sus puestos, Tasín ordenó la entrada en escena de los monteros con los perros.
Y no pudieron hacerlo mejor, ya que pronto cogieron demanda y levantaron de su encame, llevándo en volandas a un buen macho de jabalí hasta terrenos donde estaba ubicado Basilio que, haciendo gala de un gran aplomo y serenidad, logró de un solo disparo frenar las intenciones de huida del marrano. Más de un cazador pensó que habían salvado el día ya que hoy, en principio, las esperanzas de encontrar jabalís no eran grandes.
Pero los había y si no que se lo pregunten a Juan Carlos y a Roberto que por encima del monasterio de Santo Toribio intentaron sacar con sus perros de un gran hormazo a un jabalí y no fueron capaces de ello. Le habían visto entrar y era muy grande. Los perros se introducían, a la vez que los monteros les ayudaban a abrir camino, pero era tan grande el bardal que les fue imposible llegar hasta el jabalí y no fueron capaces de sacarle. No valían ni los ladridos de los perros ni las voces de los monteros y después de intentarlo durante un buen rato, tuvieron que dejarlo por imposible.
Como la noche había estado muy fría, otro jabalí se acercó por las inmediaciones del camping de Santo Toribio con intenciones de acampar, pero no contaba que bien temprano le iban a despertar la jauría de perros. Se levantó de las patas delanteras para husmear el panorama y notó que el sonido de los ladridos estaba cada vez más cerca, así que tomó la determinación de desesperazarse y sin pasar por el baño para lavarse, emprender la huida por los prados que lindan por encima de Mieses. Allí estaba esperándole Miguel Angel que se percató de la presencia del jabalí y cuando creyó que le tenía ya a tiro le soltó un pepinazo, pero no fue suficiente ya que el marrano dio un salto cambiando su rumbo. Miguel Angel se dio cuenta de la maniobra y saltando por un viejo camino logró cortarle su ruta con otro disparo que ésta vez le entró por la paletilla siendo mortal de necesidad.
Era ya mediodía, calentaba el sol con ganas y los perros lo acusaban, sin embargo aún tuvieron los suficientes arrestos para perseguir a otro jabalí que llegó hasta los dominios de Basilio a quien de nuevo se le presentó la oportunidad de hacer diana. Y la hizo aunque le costó lo suyo. Cuando creyó tener el marrano en buena posición, le soltó un disparo y el jabalí siguió su marcha como si nada hubiera pasado. "Mala suerte...." pensó Basilio. Cuando llegaron los perros y siguieron en la persecución, se acercó Basilio para ver el rastro del jabalí por si le había herido; "yo siempre creí que le había dado, pero el marrano no hizo nada raro". Efectivamente, un hilo de sangre iba manchando los helechos, señal que la bala había hecho diana. Siguió a los perros y se encontró con que estaban parados intentando entrar a un malherido jabalí que les hacía frente. Éste no podía andar, solo se sostenía con las patas delanteras, pero los perros tampoco podían morder. Cuando llegó Basilio, viendo el panorama, aún tuvo arrestos para sacar una foto del pulso entre perros y jabalí y luego solo tuvo que rematar lo que tán bien había hecho anteriormente.
En total fueron tres hermosos jabalís que echaron por tierra las previsiones mañaneras de algunos cazadores. No estuvo mal, los perros trabajaron lo que pudieron y los cazadores se divirtieron pasando un feliz día.
Datos aportados por Ana Gutiérrez