Buenas eran las perspectivas que se presentaban ante la cacería que se iba a celebrar en el lote de Arabedes. Desde siempre, éste lote ofrece un amplio campo de posibilidades para que no se baje del monte de vacío. Así que con ánimos exultantes se presentaron los componentes de la cuadrilla 31 en Tama para hacer las acreditaciones de la documentación ante la guardería. A la vez Tasín, como jefe de la cuadrilla, fue el encargado de comunicarles dónde se tenían que colocar los puestos y advertirles por dónde iban a entrar los monteros con los perros. El día estaba muy bueno, la mañana estaba bastante fresca pero el sol ya doraba los Picos, presagio de que, a lo lardo del día, iba a hacer calor. Una vez colocados los tiradores, entraron los monteros por el encinal de Allende y pronto supieron que los jabalís no estaban muy lejos. Encima de Cabañes, ya cerca del Collado de Pelea, estaban colocados algunos puestos y por allí trataron de colarse los jabalís en dirección a Bejes, pero no contaban que Elías, el de Lomeña, tenía el punto de mira donde tiene que estar y que su pulso no estaba alterado. En menos de media hora tumbó dos jabalís, uno de ellos bastante grande, para el que necesitó los tres tiros que tenía en la recámara. Al segundo, con un disparo le bastó.
En la Peñuca de Colio estaba Borja que pudo ver cómo los perros subían tras un jabalí que cruzó por encima de Penduso y que presumiblemente tendría que pasar muy cerca de donde él estaba situado. Para más seguridad, se parapetó detrás de una piedra para asegurar mejor el disparo y a la vez para no ser visto por el animal. Como por la zona, apenas había arbolado, pudo contemplar toda la maniobra del jabalí, que intentó subir a la peña, pero que luego cambió su rumbo y venía derecho hacia el cazador. Cuando Borja vio que el marrano estaba ya una distancia prudencial para hacer el disparo, decidió esperar un poco, arriesgándose a que el jabalí pudiese cambiar su rumbo, pero no fue así y de un certero disparo le dejó seco, quedando a disposición de los perros de Miguel y de Angel que mordieron con toda la rabia del mundo. Como en el lote había jabalís, los perros trabajaron mucho para intentar sacarlos de sus encames y lo consiguieron, porque fueron muchos los jabalís que salieron a escena, pero unos porque son muy listos, otros por falta de puntería de los cazadores y otros porque los puestos no estaban colocados todo lo bien que debían estar, total que se pudieron escabullir.
Pero el que no lo pudo lograr fue uno que en el río de Colio trató de reírse de los cazadores ya que pasó entre dos de ellos y aunque le tiraron logró superar la barrera y cruzar el río en dirección a Viñón. Iban detrás de él los perros de Juan Carlos y también el propio montero, aunque a mayor distancia. El jabalí seguía su marcha, aunque cada vez cansina, y en vez de ascender por el robledal, se metió monte abajo. Pero no contaba con la presencia de Juan Carlos que le vio venir y echando el rifle al hombro le soltó un disparo, pero el jabalí siguió corriendo. Un segundo disparo le hizo rodar hasta casi donde estaba el cazador. Pasaba ya la hora de la comida cuando los perros vuelven a "calentarse" y despiertan de la siesta a un marrano por encima de Viñón. El jabalí estaba fresco y los perros ya habían sudado bastante, así que no necesitaba correr mucho para disfrutar de la suficiente distancia entre ambos. Pasó por la pradería de Llés y tomó la ruta hacía Arguebanes. Arriba en el alto, muy cerca de las antenas, estaba Marcos que estaba viendo cómo se le acercaba el jabalí. Se preparó y cuando estimó que ya le podía tirar, lo hizo pero sin mucho éxito, ya que el jabalí emprendió una marcha aún más veloz. Menos mal que el marrano no cambió de dirección y siguió acercándose a Marcos que ésta vez no falló. Seguro que ese disparo lo hubiera firmado su abuelo Vidal. Así terminó ésta cacería dejando a todos con un buen sabor de boca. Hubo muchos disparos, se mataron cinco jabalís y los perros pudieron trabajar bastante, que es lo que les gusta a los monteros. Datos aportados por Ana Gutiérrez |