Cuadrilla 31

Se lograron dos jabalís en Bicobres Sur

Hubo bastantes fallos por parte de los tiradores

Por fin se pudo echar la cacería que se había suspendido el sábado día 7 de Noviembre a causa del viento y del agua que se cernía sobre Liébana. Hoy se caza en el lote de Bicobres Sur y a las ocho de la mañana empezaron a llegar los cazadores a Ojedo, donde debían presentarse para entregar las acreditaciones ante la guardería y donde Tasín, como jefe de cuadrilla, fue dándoles las explicaciones oportunas. Una vez efectuados los sorteos de los puestos, éstos fueron ocupados por los tiradores y entraron los perros en acción por encima del cementerio de Ojedo y por Casillas.

Pronto, muy pronto cogieron demanda. Había jabalís en el lote, así lo demostraban los perros, que con sus ladridos avisaban a sus dueños que aquello prometía. Un buen perro de caza debe de ladrar en cuanto detecta el rastro. Aquel perro que carece de ésta inclinación a ladrar, no es útil para el cazador, pues no avisa al avistar a una pieza.

Efectivamente, por encima de Casillas, sacaron de su encame a dos marranos que emprendieron una veloz carrera en dirección a San Tirso. Los perros iban a una prudente distancia, y los jabalís en un principio iban juntos, pero al llegar a la ermita de San Tirso, se separaron. Uno de ellos siguió monte arriba y se pudo escabullir de los tiradores sin que nadie le molestara, ya que nadie le vio pasar, únicamente detectaron su huída los perros que le perseguían. Su hermano de fatigas se había dado la media vuelta y volvió monte abajo en dirección a Llayo para toparse con los monteros que ascendían tras él. Y Angel Gutiérrez Soberón fue el que primero le divisó entre el arbolado. Se escondió tras un roble y cuando creyó que ya le tenía a la distancia oprtuna, le soltó un pepinazo con el resultado que el jabalí dio un par de vueltas pero se volvió a levantar y siguió su marcha. Angel le volvió a disparar y ésta vez la pólvora hizo su efecto, ya que el jabalí quedó inmóvil y los perros pudieron a entrar a morder sin ningún tipo de reserva. Era un buen ejemplar que superaba los 70 kilos.

Pero los perros seguían con su búsqueda y fueron varios los jabalís que salieron de sus encames, pero unas veces por la viveza de los marranos que al menor descuido logran esquivar los tiros y en otras por la poca puntería de los cazadores, hizo que la mayoría de los jabalís lograran sobrepasar la barrera que estaba cubriendo el lote y lograron escabullirse para la parte del hayedo de Lobá.

Pero siempre tiene que haber alguna excepción, ya que cerca del collau Taba estaba Basilio, el de Ojedo, que vio cómo el sonido de los perros le iba llegando cada vez más cerca. "Algo viene..", pensó. Así que se preparó con la máxima atención, se echó el arma al hombro y apenas sin respirar estuvo con todos los sentidos atento a todo lo que tenía a su alrededor. En la mayoría de las ocasiones, cuando al jabalí se le dan pocas ventajas, el éxito suela acompañar al cazador. Solo hace falta que éste acierte en el disparo. Y eso fue lo que hizo Basilio, que empezó a oir el ruido de la hojarasca del monte y cuando tuvo delante al marrano, le soltó un disparo que en principio parecía que sería suficiente para dejar al jabalí en el sitio, pero éste aún cogió más brío en su carrera. "No le dí.. y se me escapó..", dijo Basilio para sus adentros. El jabalí se metió en una canal y el cazador fue tras él, para encontrar la forma de poder rematarlo. No hizo falta, el único disparo que había hecho, fue suficiente ya que allí encontró al jabalí pataleando en la riega cada vez con menos ímpetu. Había sido un gran disparo que le había roto la columna. Era también un buen jabalí, parecido al primero.

Y así concluyó la cacería, que resultó bastante amena. Se oyeron bastantes disparos, pero la puntería de los cazadores no fue la deseada. Otro día se lograrán mejores resultados.

Datos aportados por Ana Gutiérrez

CUADRILLA 31

-