Tercera jornada de caza en esta temporada para la cuadrilla 141. Hoy toca cazar en Pámanes, que para los que no lo conocen diré que está por la zona de la Venta Pepín. Antes de las 8 de la mañana ya estaban todos los cazadores en la Viñona para correr con el obligatorio registro de las acreditaciones ante la guardería.
El guarda tiene, entre otras, las siguientes obligaciones: la inspección de la documentación y armas de los cazadores y la protección de la caza sobre todo de las especies protegidas.
Digo esto porque el sábado, después de comprobar la documentación de los cazadores, el guarda les llamó y les leyó la lección: "Ya lo sabéis todos, pero quiero recordaros que en la zona donde vais a cazar es una zona donde habitualmente todos los años aparece el oso. Os lo digo porque a ver si os confundís y en vez de disparar a un jabalí, lo hacéis sobre el oso. Tener un poco de cuidado y ya sabéis que no se puede disparar ante cualquier cosa, hay que estar seguros a quien se tira".
Así que, con la lección bien aprendida, partieron los cazadores a sus puestos, mientras los monteros esperaron a que Tino, como jefe de cuadrilla, les mandara entrar en el lote. La mañana estaba con una temperatura excelente, pero a medida que avanzaba el día, el sol calentó de lo lindo.
Tardaron un buen rato los perros en encontrar rastro de los jabalís. Y cuando cogieron demanda..., "los mis perros llevan algo, mirar a ver qué es", preguntaba Chanchel por la emisora. Al poco rato recibe la respuesta: "Tranquilu, Chanchel, que acabo de verlos ahora mismu y van detrás de un corzu que pasó hace un ratu por aquí". "Pues cógelos, coño, que no se pasen...", le replicó de no muy buen humor el montero.
Y un rato después los mismos perros sí que cogieron una demanda, esta vez de las buenas. Nada menos que levantaron de su encame a tres jabalís, que emprendieron una veloz carrera en dirección a Calejo Linares. Uno de ellos olió la pólvora que le lanzó el mismo Chanchel, pero todo se quedó en el olor, porque los tres lograron evadirse a terrenos ajenos al lote. En honor al cazador hay que decir que el jabalí estaba bastante lejos, pero Chanchel no es de los que suelen fallar. O ¿será que ya está perdiendo facultades?.
El que tiene todas las facultades a tope es Pascualín (el hijo de Pascual y que es nuevo este año en la cuadrilla), que necesitó dos disparos para detener a un buen jabalí. Aunque bien pensó que se le escapaba, pues al primer disparo el marrano se metió en una canal y le perdió de vista. De todos modos el cazador logró, después de una buena carrera, cortarle el camino antes que lograra su huida. Era un macho que dio en la báscula los 90 kilos, aunque la boca no era de las más exageradas.
A Tasio también se le presentó la ocasión para lucirse. Le faltó poco. Disparó a un jabalí, bastante bueno, y dar seguro que le dio, pues fue dejando un pequeño rastro de sangre, pero el marrano siguió con su ruta. Le metieron los perros, pero el jabalí ya estaba a varias leguas. La herida no fue muy grave.
De pronto salta la alarma...... "Acabo de ver un osu...., se metió pa bajo, pal riu. Iba despaciu, no corría muchu", se oyó por la emisora. "¿Dónde estás?", le preguntó rápidamente el guarda. "Estoy debajo de la Venta Pepín, junto al argayu". A los pocos minutos allí estaba el guarda que pudo comprobar cómo el plantígrado se había metido para la zona de Cueva que ya pertenece a otro lote distinto de donde se estaba cazando. Así que la cacería prosiguió sin novedad.
Eran ya las dos y media cuando los perros se volvieron a animar. El calor ya apretaba, pero aún tuvieron agallas y fuerzas para sacar de su escondite a dos jabalís. Los marranos se levantaron con pocas ganas de correr, pero ante el acoso de los sabuesos, se metieron monte abajo. Y muy cerca de donde minutos antes había pasado el oso, se les presentó la ocasión primero al purriego Pascual, que no quiso ser menos que su hijo, y de dos disparos derribó a una hembra de unos 50 kilos. Minutos más tarde, la otra hembra se presentó delante de Pepe, el de Ojedo, que casi se tiene que apartar para dejarla paso, pero Pepe hizo alarde de su puntería y de un único disparo la paró en su intento de huida.
Era ya la hora de comer y Tino les dice que hay que echar la parte alta del lote. El calor ya hacía mella sobre todo a los perros, pero había que andarlo todo. Una vez colocados los puestos, entran en acción los sabuesos y pronto se anima la cacería. Los jabalís saliendo de sus encames y los de los puestos pegando tiros, pero todos pudieron salir ilesos de aquella guerra. Es muy difícil en este tiempo matarles. La maleza que cubre los montes no los deja ver y todos sabemos lo inteligentes que son los jabalís para ahuyentarse ante el peligro. En la mayoría de las veces, el cazador sabe por donde pasó cuando llegan los perros siguiendo el rastro.
Pero no todo iban a ser fallos, porque a Francisco, el de Cosgaya, se le presentó la ocasión cuando pudo ver a un jabalí que se le acercaba. Estaba entre la carretera que va a Polaciones y la Venta Pepín. Cuando creyó que ya le tenía a tiro, le disparó pero el marrano emprendió una carrera aún mayor. Parecía que no posaba las patas en suelo. Francisco ante el peligro de que se le escapara, tuvo la picardía de cruzar por un sendero para cortarle el paso. Con tan buena fortuna que lo logró. Un nuevo disparo sirvió para que el jabalí diera unas vueltas por el suelo, para ponerse de nuevo de pie y emprender la huida. Un tercer disparo de Francisco, valió para acabar de rematarle. Era una hembra de unos 60 kilos.
Se acercaba ya la hora de poner fin a la cacería, así que Tino se lo hizo saber a sus compañeros. "Recoger los perros y bajar, que ya es la hora". De esta manera terminó la cacería. Todos contentos porque los perros pudieron morder lo que les apeteció. Los de los puestos, muchos de ellos, también tuvieron ocasión de gastar munición, aunque de la puntería no vamos a hablar hoy. Pero no hay que ser avariciosos y es bueno dejar algún jabalí para otras ocasiones...