Ya empezaba a despuntar el día cuando iban llegando los cazadores al aparcamiento Tama. Hoy la cuadrilla 141 tiene que cazar en Arabedes, uno de los mejores lotes lebaniegos. "Ayer estuvimos dando una vuelta por el monte y vamos a meter los perros por Arguébanes. Hay bastantes jabalís, tienen el monte muy revueltu, los tenemos bien localizaos...", les decía Tino, el jefe de cuadrilla.
Así que, cuando terminaron de presentar las acreditaciones, Tino les seguía advirtiendo: "Los de los puestos tenéis que subir al monte por Rases y los monteros, como queda dicho, por el pueblo de Arguebanes".
No hizo falta esperar mucho para dar la razón a Tino, porque los perros pronto empezaron a dar señales de que allí había jabalís. Y para corroborarlo allí estaba el joven Rubén que necesitó dos disparos para abatir al primero de la jornada. Bien empezaba el día.
Minutos más tarde su padre, Aníbal, para que no le riñeran en casa, tuvo que sacar su ingenio y su puntería para parar a otro jabalí que pretendía huir de la refriega. Aníbal tuvo que recorrer unos cuantos metros para poder cortarle la marcha. Cuando le tuvo a una distancia prudencial, le soltó un disparo que el marrano acusó, pero como no paraba, Anibal le volvió a disparar quedando el jabalí a merced de los perros.
Y para que todo quede en familia, Miguel, hermano de Aníbal, también tuvo su oportunidad y no la desaprovechó, aunque necesitó tres disparos para parar al jabalí que cruzaba a toda velocidad entre el robledal.
Pero no todo resultó un camino de rosas. Los perros levantaron en varias ocasiones, pero la puntería hoy no estuvo muy fina. Muchos disparos y muchos fallos, si se puede llamar así. Pienso que no es nada fácil acertar a la diana, y en muchas ocasiones, aunque se acierte, el resultado no es el apetecido, pues son muchos los jabalís que logran seguir su ruta después de recibir el impacto. No caen a la primera, ni a la segunda, ni siquiera a la tercera. Son muy duros y hay que acertar en sus órganos vitales para verles dar los últimos pataleos.
Era ya casi mediodía cuando Pepe, el de Ojedo, vio cómo los perros sacaban de su escondite a un jabalí bastante bueno. Salió debajo de la antena y Pepe le pudo seguir con la vista su trayectoria. El jabalí pretendía cruzar para terrenos del pueblo de Llés, pero allí estaba Pepe esperándole para hacer un único disparo que fue suficiente para que los perros mordieran a rabiar.
Después de comer el bocata, los de los puestos subieron hasta el Puerto de Trulledes y los perros entraron por encima de Colio. Es un terreno peligroso, ya está metido en los Picos y con muchos desventíos que en ocasiones ya dieron más de un susto tanto a jabalís y perros como a los mismos monteros. Hoy no ocurrió así, pero si en la parte baja del valle el aire soplaba con fuerza, allá arriba arreciaba aún más.
Ese huracanado viento, hoy no fue obstáculo para que salieran los jabalís. Por todos es conocido la dificultad de cazar con el aire, pero en ocasiones hay excepciones y hoy las hubo. Para ello se tienen que juntar varios factores, como que haya jabalís y que luego salgan al raso. Otro factor importante es que el cazador tenga puntería. Hoy los jabalís salieron, aunque muchos lograron escapar de la "quema", pero otros tuvieron la desgracia de intentarlo por donde estaba colocado Aquilino. No calcularon bien, porque hoy Aquilino estaba en plena forma. Para empezar, paró al primer jabalí que lo intentó. No le tenía muy lejos, pero venía en una vertiginosa carrera, lo que hacía más complicado el desenlace. Tuvo que hacer dos disparos para que el marrano cesara en su empeño. "Ya cayó otru....", avisó a sus compañeros. Alguno ni se enteró, porque hoy se puede decir que las emisoras para poco valían. Con el aire que hacía no se entendía lo que hablaban, de todos modos, una noticia como la que dio Aquilino seguro que la escucharon la mayoría.
Más abajo, Pepe volvió a tener una segunda oportunidad cuando se le presentó un jabalí que venía a la desesperada. El marrano ya se había podido evadir de los cazadores que le tiraron varias veces, pero no lograron quitarle ni un pelo. Venía a toda velocidad y no se dio cuenta que casi tropieza con Pepe que estaba al acecho. Dos disparos acabaron con la carrera del jabalí.
Se acercaba ya la hora de acabar la cacería y los perros seguían en su empeño de "arrear" a más jabalís. Viendo que los perros se "apuraban", cantando a grito pelado, los cazadores se dieron cuenta que traían "mercancía" y se pusieron en guardia. Uno de ellos, Aquilino, divisó a un grupo de jabalís que la emprendió monte arriba. "Eran por lo menos cinco, los que yo vi...", comentaba luego. Iban en dirección a la Peña y el cazador se llevó una desilusión, ya que por allí no había ningún compañero para cortarles. Pero siempre ocurren cosas inexplicables. Dos de los jabalís se dieron la vuelta y se encaminaron hacia los tiros. El ánimo de Aquilino subió como la espuma. "Seguro que vienen para acá...". Efectivamente, pocos minutos después, los tiene a menos de cien metros. Aquilino espera a que crucen un pequeño montículo y cuando se adentran en un pedregal, les suelta tres disparos. Primero al uno y luego al otro. Uno de los jabalís no dio muchos pasos más, pero el segundo logró seguir, aunque no muy lejos porque Aquilino le volvió a disparar hasta verle tieso entre dos piedras.
Y llegó la hora de finiquitar la cacería (las 17,30). "Teneis que venir algunu a ayudarme a bajar los jabalís", avisaba Aquilino. "Pero ¿cuántos mataste?", le contestaron. "Maté dos más..., aquí a mis pies tengo a tres y no son malos...", les decía a sus compañeros un exaltado Aquilino. "Ahora mismu vamos para allá, vamos a ayudarte, que te lo mereces..".
Luego, otra odisea más fue cruzar la villa de Potes que era un hervidero de gente. Charangas, cofradías y "devotos" del orujo ocupaban calles y rincones imposibilitando el paso a los cazadores con su "mercancía" en los remolques. Los ocho jabalís también quisieron participar de la fiesta, aunque solo fuera de cuerpo presente.