Tercera cacería de la cuadrilla 31 y tercera oportunidad para bajar en los remolques algún jabalí, ya que en las dos cacerías precedentes bajaron vacíos. Buena mañana, aunque fría, la que amaneció el pasado sábado y Juan Carlos, el jefe de la cuadrilla fue el encargado de dar las oportunas instrucciones a la cuadrilla mientras se presentaban las acreditaciones ante la guardería.
Hoy toca cazar en el lote de Raíz Acebal, un lote bastante grande, pero con la particularidad que este año aún no se había batido por ninguna cuadrilla. “Vamos a ser los primeros en cazar en el lote. Seguro que los jabalís van a estar tranquilos, nadie les molestó. El jueves estuvieron mirando el lote Rufino y el Mellizu, que lo conocen bien, y dicen que está bastante andau, que hay jabalís, así que ahora depende de nosotros el sacarles de los encames y darles el destino codiciado”, les indicaba Juan Carlos.
“Hoy nos falta gente, así que vamos a tener que cubrir bastante lejos unos de otros. Los monteros vamos a entrar unos desde Barrio y otra línea desde Ledantes, por toda la canal hasta Riofrío, donde estarán los puestos”, proseguía el jefe de la cuadrilla.
Cuando los monteros iban a ocupar sus puestos, Adrián y Marcos ascendían por la citada canal y ..….”mira dónde están..….”, balbuceó Marcos a su compañero. Cinco jabalís estaban cruzando por la ladera. Estaban bastante lejos de los cazadores, que dudaban si tirarles o dejarles, debido a los muchos metros que había de distancia. “Vamos a tirarles los dos a la vez, tu tira a los primeros y yo a los últimos …..”, decidió Adrián. Dispararon los dos y solamente se oyó un disparo ya que las dos balas salieron al unísono. Pero solo sirvió para que los marranos cogieran más velocidad y se salieran del lote.
Una vez colocados todos los puestos se dio la orden de entrar los monteros y no tardaron en despertar a los jabalís. Fueron los perros de Berto, el de San Miguel, los que levantaron un jabalí que emprendió una veloz carrera monte arriba. Allí estaba Celín con su nieto, cuando ésta avisa a su abuelo. “Mira, mira abuelu por donde viene un jabalí..….”, advertía el chaval. Celín se preparó y cuando el marrano se puso a la distancia adecuada le soltó un pepinazo, pero el jabalí aún corría más. “Le dí en el culu, le dí en el culu, pero sube como un spunik …..., atentos los que estáis arriba”, decía Celín. Allí estaba Tejero, de Colombres, que solamente necesitó un tiro para ver al marrano cómo daba sus últimos pataleos.
Más arriba de Celin, estaban Bauti, Adrián y Marcos, cuando los perros subían tras un jabalí de un gran porte. Como los puestos estaban bastante separados, el marrano y los perros de Berto, Oscarín y el Mellizu se salieron del lote. “Era muy grande, le vi en una escampau del monte que hay más arriba”, advertía Bauti. No pasaron muchos minutos cuando se vuelve a oir los ladridos de los perros que venían muy apuraos. Habían podido dar la vuelta al jabalí y lograron meterle de nuevo en el lote. Bauti, tuvo que correr para arriba y para abajo para escoger la mejor posición. “Yo creo que le van a meter por aquí..….”, pensó. Y no pensó mal, ya que a los pocos minutos allí tenía delante suyo al marrano que no pudo dar muchos pasos. “Venía a por mí, casi me come…...”, decía un eufórico Bauti. Era el segundo de la jornada.
Y minutos más tarde llegó el tercero, que precisamente fue el más celebrado de la jornada. Se oían los perros de Clemente muy apuraos y se acercaban al lugar donde estaba de puesto Miguel, el de Pumareña. El veterano, que no viejo, cazador sabe de sobra lo que hay que hacer en un trance de ésta naturaleza. Se recostó sobre un roble, se echó el arma a la cara, aguantó la respiración todo lo que pudo y cuando tuvo delante al jabalí le soltó un disparo que sirvió para ver al jabalí rodar por la pronunciada pendiente del monte unos pocos de metros. Sólo necesitó otro disparo para rematarle cuando el marrano ya no podía andar. “Esti ya no come más bellotas…….”, avisaba Miguel a sus compañeros. La algarabía entre estos fue muy grande. “Muy bien, Miguel, se nota que no se te olvidó…...”. “Enhorabuena”, le felicitaba otro. “El que tuvo, retuvo..….”, en fin todo el mundo feliz por la suerte y pericia del cazador.
Pero la alegría de Miguel se vio aumentada cuando Marcos, su nieto, avisaba que tenía a sus pies a otro jabalí que llevaban los perros del Mellizu. “El cabrón casi se me escapa, venía como una centella y casi no le veo, aquí está el monte muy espeso….”, anunciaba el joven Marcos.
Era ya mediodía, cuando se oyen más disparos. "¿Quién tiró?", preguntaba el jefe de la cuadrilla. “Soy Diego, acabo de matar un jabalí que traían los tus perros, aquí están mordiendo…...”, contestaba el eufórico cazador.
Entre los invitados que había cazando, estaba Riki, que quiso dejar en alto su prestigio como cazador. Necesitó dos disparos para acabar con la vida del sexto de la jornada que venía perseguido por los perros de Clemente y que no estaba precisamente nada cerca.
José, el alguacil de Camaleño, quiso también dejar bien claro que sabe disparar y, aunque necesitó dos disparos, fueron suficientes para frenar la carrera del jabalí. Era ya el séptimo de la jornada.
Se aproximaba ya la hora de terminar la cacería, cuando los perros del Mellizu se “volvieron locos” aullando junto a un zarzal. El montero se acercó y se dio cuenta que allí había algún jabalí. Los perros animados por las voces del montero lograron sacar de su escondite al marrano que no fue muy lejos. El Mellizu se encargó de sumar el número ocho para bajarle en los remolques.
En resumen, buena cacería, muy entretenida, donde los perros pudieron trabajar mucho y los tiradores también dejaron alardes de su puntería. Se pudo lograr el cupo (12 jabalís), pero hay que dejar alguno para las próximas cacerías.
Pero no terminó aquí la jornada. Lo mejor estaba por llegar. Y fue la merienda-cena en casa Yoli, Vega de Liébana, donde dieron buena cuenta de una caliente sopa, unas patatas con chorizu y una rica carne a la plancha, acompañado todo por un excelente vino, donde las risas y la alegría rondó por doquier.
Informó: Adrián |