Con mucha dudas se presentó la cuadrilla 31 en la mañana del Domingo en el bar de la estación de Potes. “¿Nos dejarán cazar hoy?”, pensaban los cazadores. Los últimos días había caído nieve y todos temían que no se pudiera cazar en el lote de Arabedes, que es donde toca hacerlo hoy. “Yo creo que no va a haber problema, desde Pumareña se ve completamente limpia toda la parte de Pendes. Desde el Habario para abajo no hay nada”, les decía Miguel.
De todos modos, el guarda llamó a Juan Carlos, el jefe de la cuadrilla, y le dijo que, antes de coger la documentación a los cazadores, había que acercarse a ver el lote. Y así se hizo. Cogieron un coche y en pocos minutos estaban en el Habario. “Vamos a hacerlo bien”, le dijo el guarda. “Desde la carretera que va a Cabañes para abajo se podrá cazar, apenas hay nieve”. Así que todos contentos, sobre todo los cazadores que quedaron en Potes tomando cafés en el bar la Estación, esperando el regreso del jefe de la cuadrilla.
Una vez todos en Potes, Juan Carlos dio la pauta a sus compañeros por dónde tenían que cerrar el lote y “los monteros vamos a entrar por la Allende. Estuvimos dos días viendo ésta zona y hay bastantes jabalís. Vimos una cuadrilla de ocho por encima de Allende y todos de buen porte, pero seguro que hay muchos más”.
Eran ya más de las 10 cuando los monteros soltaron los perros y éstos no tardaron en cantar. Lo hacían tan bien y tan fuerte que despertaron a los jabalís teniendo que salir éstos de sus madrigueras a corretear por el monte.
Correr….., corrieron los que pudieron y otros tuvieron que doblar las rodillas ante el acierto de los cazadores. El primero que la dobló fue ante Juan Bautista que necesitó gastar dos balas para ver al marrano a sus pies.
En el Janillo, debajo del invernal de Gaspar, estaba hoy de puesto Héctor y veía subir a tres jabalís delante de los perros de Jesús Carlos, el de Viñón. “Vienen derechos a mí”, pensaba el cazador y así sucedió. Según iban llegando los jabalís, Héctor les iba dando su merecido, pero los dos primeros llegaron casi a la vez y sólo pudo tirar a uno de ellos, dejándole seco. El otro logró escapar hacia el collau Pelea. El tercero se hizo de rogar bastante y no acababa de llegar. “Yo ví subir tres, así que tiene que asomar……”. Estaba cavilando Héctor, cuando aparece ante sus ojos un enorme jabalí que no fue más arriba porque las balas de Héctor no se lo permitieron.
Como se estaba echando una zona bastante reducida, el monte estaba bien cubierto de escopetas. Era muy difícil que los jabalís pudieran eludir el cerco sin ser vistos. En el Habario estaba el joven Marcos, de Pumareña, que ya demostró en varias ocasiones lo que puede hacer con un rifle. Hoy también se lució y de un certero disparo dejó al marrano a merced de los perros.
Carlos, el de la cajiga, fue el afortunado de liquidar al siguiente. No tuvo demasiados problemas para hacerlo, ya que el jabalí le vino derecho al puesto y le pudo tirar a poca distancia.
Los vecinos de Cabañes se preguntaban qué pasaba. Estaban sorprendidos por el tiroteo que se estaba produciendo. Miguel Angel tuvo que vaciar el cargador para matar al siguiente de la lista y de prisa y corriendo tuvo que volver a cargar para descargarle de nuevo ante otro jabalí que venía tras suyo. A escasos metros uno de otro quedaron los dos jabalís a merced de los perros de Clemente.
Marcos volvió a poner a prueba su rifle y la prueba le salió perfecta ya que el jabalí no dio más pasos después de recibir su castigo. Era el segundo de Marcos.
Pablo, el de Cabezón, también se quiso sumar a la fiesta y no quiso ser menos que sus compañeros, matando otros dos jabalís. No le resultó nada fácil ya que al iniciar los disparos, uno de los marranos se dio la media vuelta y tuvo que dispararle a bastante distancia, pero hoy Pablo tenía el pulso en su punto y dejó a los dos jabalís listos para subirlos al remolque.
Un invitado, Roque, tuvo la suerte y el orgullo de quedar bien ante la cuadrilla. “Para que vean que también sé tirar…”, pensó cuando ya tenía al jabalí tieso a sus pies.
Eran ya las cuatro de la tarde cuando el “Mellizu” avisa que está en la riega que baja de Cabañes con un jabalí. “Le acabo de matar, pero tenéis que venir a ayudarme para sacarle del río. Es muy grande y yo solo no puedo”, les avisaba por la emisora.
Juan Carlos, el jefe de la cuadrilla llevaba buena cuenta de los jabalís logrados y al percatarse que ya habían llegado a la docena les avisa que recojan los perros y “vamos todos para Potes a calentarnos y a celebrarlo….”. Y bien que lo celebraron con una buena merienda-cena en el bar de la Estación, donde tuvieron tiempo a contarse unos a otros las incidencias de la jornada. Un estupendo día de caza, sin duda.
Informó: Adrián
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