Bonita mañana la que amaneció el pasado Domingo en Liébana, con cielos despejados, agradable temperatura y algunas neblinas rastreras cubriendo los cauces de los ríos. La cuadrilla 31 tiene que cazar en el lote de Barcenilla que se ubica desde Cabezón de Liébana hasta los montes de Yebas, pasando por Piasca y Los Cos. Un bonito lote donde la fauna salvaje siempre está presente.
“Estuvimos por la semana viendo el monte y por la parte de debajo de Yebas se nota que apenas hay jabalís, pero por la parte alta del lote se ve muy revuelto, así que vamos a aprovechar y empezar por encima de Yebas, cubriendo por la pista que sube a Los Cos hasta el Picu la Gallina. Ya sabéis que tenemos pocas escopetas, sólo 23, así que tenemos que estar atentos porque los jabalís se escurren siempre por donde no hay nadie”, les informaba Juan Carlos, el jefe de la cuadrilla.
Todo estaba de cara porque pronto los perros empezaron su trabajo sacando a los jabalís de sus madrigueras. En la Collá del Salce salieron nada menos que seis juntos, aunque pronto se fueron dispersando. Bauti fue el primero en aligerar el cargador de su rifle, tirando a un jabalí que pasaba bastante cerca suyo. El marrano dio un par de saltos, con los correspondientes chillidos, rodó unos metros, pero al momento se levantó a toda velocidad y se introdujo en el monte. “No puede ir muy lejos….”, pensaba Bauti. Cuando llegaron los perros les metieron tras el jabalí, pero no apareció por ningún sitio. Creo que tanto los saltos, como los chillidos fueron provocados por el susto del impacto y el jabalí marchó con más vida que la que traía.
Pero los disparos seguían sucediéndose. “Aquí tengo un jabalí, le acabo de matar…..”, avisaba Tomás, de Los Cos que estaba de invitado. Tomás no desaprovechó la ocasión y le pudo tirar cuando el marrano intentaba cruzar la riega de Yebas.
Unos más arriba y otros más abajo, le riega de Yebas estaba bien cubierta con las escopetas. Sabían, por la experiencia de otras ocasiones, que por esa zona se solían escurrir los jabalís, así que hoy se procuró “juntar” un poco a los tiradores.
Diego fue el encargado de detener al siguiente, dos disparos fueron suficientes para verle rodar hasta quedar en la citada riega.
Más abajo estaba José el alguacil que suele fallar pocas veces y hoy tampoco lo hizo, aunque sólo pudo detener a uno de los dos marranos que le llegaron.
El que tampoco falló fue Raúl, que después de pasear los perros a un marrano durante un buen rato, por fin el jabalí decidió intentar saltar el cerco, pero la puntería de Raúl se lo impidió.
Era ya casi mediodía y ahora se le presentó la ocasión a Rufino. Un hermoso jabalí, que precedía unos metros a los perros, intentaba cruzar la riega. Diego respiró hondo y con un disparo vio cómo el marrano dio un revés y se dio la media vuelta, pero ya con menos facultades. Un segundo disparo fue la puya definitiva.
Se iba ya acercando la hora de finalizar la jornada y Juan Carlos, en vista que los sabuesos ya estaban cansados y los jabalís ya escaseaban, mandó recoger los perros y bajarse todos para Potes.
Caminaba Rufino por un sendero en busca de sus perros cuando a cuatro pasos le salió de morros un jabalí. Rufino apenas le dio tiempo a coger el arma y disparar. La bala llegó a impactar contra el jabalí, pero no lo suficiente para detenerle. Unos minutos después el marrano llegó, ya malherido, a la riega de Yebas donde estaba Diego que le remató.
En otro lugar del lote, por encima de Los Cos, estaba Manuel Pando que le ocurrió prácticamente lo mismo. Cuando ya se disponía a recoger los bártulos, le sale un jabalí a pocos metros. Manuel se lució y un único disparo fue suficiente para dejarle inmóvil.
Por todos es conocido que las cuadrillas lebaniegas acordaron un pacto entre ellas de matar solamente seis jabalís como máximo en cada jornada. Hoy la cuadrilla 31 mató siete, pero que nadie lo tome como una desobediencia o un desacato a ese pacto. El destino quiso que en un lapso de tiempo de menos de un par de minutos, dos cazadores muy lejanos entre sí, se les presentó la ocasión de disparar y sin saber uno del otro así lo hicieron con el correspondiente acierto de ambos. No hubo mala intención por parte de nadie, solamente la casualidad lo quiso así.
Y así se dio por finalizada la cacería, con los remolques llenos y la satisfacción de todos los componentes por el buen trabajo, tanto de perros, monteros y escopetas. Así da gusto.
Informó: Adrián