A la cuadrilla 103 le toca hoy cazar en Pámanes, lote situado en la zona más alta de Pesaguero, desde Valdeprado, Cueva y Venta Pepín hasta el límite con la provincia de Palencia.
Amaneció un bonito día en Liébana, eso sí: con unas pocas nubes altas y una temperatura fría debido a la altura donde está el lote, pero pronto lució el sol con toda su fuerza.
Jorge, como jefe de la cuadrilla, fue el encargado de situar los puestos y no eran aún las nueve y media cuando ya dio la orden de soltar los perros, que pronto avisaron a los tiradores de la presencia de jabalís en la zona.
Efectivamente, los perros de Miguel González, el hermano de Aníbal, levantaron un marrano que, por lo que se vio, no tenía muchas ganas de salir de su encame, hasta que debido a la insistencia de los perros se decidió a poner tierra por medio monte abajo, con tal mala fortuna que se dio de bruces con el propio Miguel, que de un único disparo le hizo rodar unos metros por la pendiente hasta quedar inmovil. Dio un peso cercano a los 60 kilos.
Bien había empezado la cacería. Monteros y perros seguían pateando y trillando el monte, mientras los tiradores permanecían atentos en sus puestos. Los jabalís son muy astutos y por cualquier sitio tratarían de huir de las balas. Y quedó demostrado con con poner atención no es suficiente ya que los jabalíes nacieron en el monte y le conocen bastante mejor que los cazadores. A Manín le pasaron dos muy cerca, pero ni se enteró. El que sí los vio fue Jesus Cabiedes, incluso le dio tiempo a prepararse y a respirar hondo, pero la puntería no la tuvo fina y los dos jabalíes pudieron huir lejos de los tiros.
El que no falló fue Juanjo Heras, de Potes, que cuando tiene la ocasión de disparar a los marranos, pocas veces se le escapan. Hoy lo hizo por partida doble, ya que primeramente tuvo que tirar dos tiros para parar a un jabalí que venía unos cien metros por delante de los perros. Sabía que le había dado pero Juanjo no se movió para cerciorarse del resultado. Y acertó ya que, sin esperarlo, se da cuenta que viene otro marrano a continuación. Un solo tiro acabó con su carrera, quedando los dos inmóviles casi en el mismo sitio. Ambos pesaron alrededor de los 50 kilos.
Poco después los perros de David, sacaron de su encame a otro jabalí. Tardó en salir de su escondite, incluso hizo frente a los perros, hasta que por fin se decide y emprende una vertiginosa carrera con el perro tocándole las pezuñas. A David le dio tiempo a disparar hasta cuatro veces, pero sin mucha suerte ya que el jabalí pudo seguir su camino hasta adentrarse en territorios ajenos al lote. David echó la culpa del error a que tuvo miedo a matar al perro, ya que jabalí y perro venían muy cerca uno del otro. Por esta ocasión, y sin que sirve de precedente, habrá que creerle.
Parecía que el lote estaba lleno de marranos, ya que una chona parida se le ocurrió acercarse de nuevo hasta Miguel, que necesitó dos disparos para hacerla doblar las patas. Era la segunda pieza del día que abatía el cazador, lo que hizo que acabara la jornada radiante de alegría y satisfecho por la hazaña lograda.
Ya iban cuatro y no eran las doce de la mañana, pero en el monte aún seguían saliendo marranos, como el que sorprendió a Jose Centeno, que estaba arrimado a un haya echando un cigarro, cuando oye un gran estruendo en el monte. Pensó en un perro, pero enseguida se dio cuenta de la clase de "visitante" que se le acercaba y deprisa y corriendo se echó la escopeta al hombro y le dio tiempo a disparar, para ver cómo el jabalí pegó un salto y rodó unos metros por la pendiente hasta quedar inmóvil.
Y el sexto tuvo que llegar de la mano y del acierto de José Angel, de Cobeña, que este año se está saliendo. Le venía una pareja y les disparó los tres tiros reglamentarios. La primera impresión del cazador fue que había fallado, ya que los marranos siguieron mejor o peor, su marcha. Efectivamente, uno de ellos logró huir de la quema, pero el otro fue dejando un rastro de sangre que sirvió para que José Angel le siguiera para rematarle en una riega donde estaba herido de muerte, cerca de donde le había tirado.
"Hay que ir a por el cupu..." espoleaba Benjamín por la emisora a sus compañeros. Y para ratificarlo, un cuarto de hora más tarde, le salen a Ceci otros dos. Les soltó los tres tiros del cargador y le ocurrió muy parecido a lo que pasó a su compañero José Angel. Los dos marranos se metieron por un escobal a toda velocidad. "Yo creo que les dí..." pensaba Ceci. Pero la realidad reflejaba otra cosa. Mete los perros por el citado escobal y allí se armó la marimorena entre los perros y un jabalí que había quedado herido. Tuvo que rematarle para que los perros pudieran morder a sus anchas. Fue el mayor de toda la cacería, con un peso de 75 kilos. El otro marrano seguro que a estas horas ya está en Polaciones lo más cerca.
Así terminó la bonita jornada. No se llegó al cupo, pero ocasiones hubo para ello y donde tanto los perros como los monteros y tiradores se entretuvieron, porque salieron muchos jabalís y siempre es conveniente dejar alguno para otra ocasión..., aunque a algunos no les guste.