Primera jornada de caza para la cuadrilla 103 en ésta temporada, que corresponde echarla en el lote de Poda Cordancas. A las ocho de la mañana, cuando los primeros rayos del sol se asomaban entre las crestas del pico Agero, ya estaban todos sus componentes en Lebeña, junto a la Iglesia, sorprendiendo a unos atónitos turistas que pasaron allí la noche y se desesperezaron con el ruido de motores, perros y cazadores.
"Hoy hay que hacer pronto el cupo, que hay que ir a San Miguel a Pumareña", comentaba Manín. "Me parece que si es por eso, vamos a oscurecer en Cordancas, porque por ésta zona hay pocos jabalís; si bajamos un par de ellos, nos podemos dar por satisfechos", replicaba David.
"Bueno, vamos a empezar por Cicera" les dijo Jorge, como jefe de la cuadrilla, "y vamos a amarrar en cortu, quiero decir que los tiros no van a subir a Pasaneu, se van a quedar más abajo". A ver, José Angel, saca la gorra y mete en ella los números que vamos a sortear los puestos". "Los que tengan del 1 al 9 que se acerquen, que éstos tienen que estar todos juntos y los voy a colocar yo; del 9 en adelante tienen que ir desde Cicera por la pista que sube a Joldupe y será José Angel el que os coloque, así que todos a los coches y vamos hasta Cicera", remató Jorge.
No eran las nueve de la mañana y ya estaban todos, perros, monteros y tiradores en el bonito pueblo de Peñarrubia y a los pocos minutos empezó la cacería. Y no empezó mal, porque los perros pronto cogieron demanda, lo que animó a todos. Con lo que no contaban era que los jabalís se las saben todas, o casi todas, y casi siempre se meten por donde no hay nadie. Así le pasó a Benjamín que vio a uno escabullirse entre unos helechos, pero bastante lejos. Le soltó un tiro que fue suficiente para que el jabalí emprendiera una marcha aún más rápida en su huida.
Minutos después se volvieron a oír más disparos. Jesus vio venir hacia él un buen ejemplar, le esperó a que se acercara y cuando le tuvo ya relativamente cerca, le soltó un pepinazo que el marrano acusó, pero dio un bote y siguió su marcha. Otro más y el jabalí seguía el mismo camino, pero cada vez más lejos. Jesus no se puso nervioso y le soltó el tercero y de éste ya no pudo escapar. Una vez en el suelo pudo comprobar que le había dado con los tres disparos, uno en la boca, otro en el costillar y el tercero en la parte trasera. "Creo que si no le doy con los tres disparos, el jabalí se escapa" comentaba un feliz Jesus mientras inspeccionaba al marrano, que por cierto dio un peso de alrededor de 70 kilos.
Era ya mediodía cuando Berto, un joven del pueblo de Barreda, invitado hoy a la cacería, necesitó dos tiros para echar por tierra a otro jabalí al que venía pisando las pezuñas el perro de David.
Y el que volvió a tener su oportunidad fue Benjamín, que vio pasar a otro por una ladera y le volvió a disparar, pero también estaba muy lejos, errando en el tiro. No era muy grande, por eso Benjamín le dejó para una nueva oportunidad.
El que volvió a nacer el sábado fue otro marrano, por cierto bastante grande, que se le presentó de bruces a Serafín Alles, de Cobeña. El muchacho vio venir al jabalí desde bastante trecho, pero no se puso nervioso. Se tomó todo el tiempo del mundo para dejarle acercarse, se echó el rifle al hombro, encontró al jabalí con la mira y cuando le tenía ya a escasa distancia, le soltó un pepinazo que nadie oyó, nada más que el cazador y el jabalí, ya que apenas lo que se sonó fue el chasquido del gatillo porque tenía la recámara sin bala, lo que hizo que el marrano tuviera el tiempo suficiente para huir ante los improperios de un desolado Serafín.
El que sí las tenía en la recámara fue Abelín que necesitó las tres balas para echar a rodar a otro. Abelín es de los que falla poco y hoy no se lo pensó mucho para tirar a un marrano que estaba bastante lejos, pero su pericia y su puntería fueron suficientes para matar al tercero de la jornada.
Eran las tres de la tarde, cuando Jorge les avisa que van a echar la parte de Poda. Estaban ya preparados para ello, cuando una repentina y densa niebla cubrió toda esa zona y ante tal panorama se dio por terminada la cacería. Al día siguiente había que volver a cazar y tampoco era necesario castigar mucho a los perros.