Cuando a los componentes de las cuadrillas de Bedoya se les acerca la fecha de cazar en los montes del pueblo, se les ilumina el espíritu. Alguno, yo creo, que piensa que no hay jabalís nada más que aquí, que cuando salen a otros lotes, los jabalís son distintos. De todos modos algo sucede cuando se caza en Bedoya, de hecho, lo más normal es que siempre se haga el cupo.
Bien, pues esto es lo que ocurrió hoy. Por todos es sabido de las dificultades de la última semana con la nieve caída. Afortunadamente unos días de viento sur sirvió para que se marchara bastante nieve, aunque en cotas un poco altas (aproximadamente a partir de los mil metros) no se puede cazar por estar aún cubierto.
Hoy toca cazar en casa, así que desde hace unos días el tema de conversación de la semana, no fue otro. "¿Por dónde empezaremos? ¿Tendremos buen día? ¿Se marchará la nieve? Creo que en el Ríolallena está lleno de ellos...".
Por fin llegó el día y a primera hora fueron llegando los cazadores a San Pedro donde se acreditaron ante la guardería y donde Jorge, como jefe de cuadrilla, les fue informando de la manera que se iba a cazar. "Vamos a meter los perros desde Sierratama, por Lusía, encima de Aliezo y hasta Llayo, y vamos a cerrar desde la riega de Llayo, por el carrascal arriba hasta Peñalaju y Llandelpozo para bajar hasta el cementerio de San Pedro. Si nos da tiempo, por la tarde echaremos la zona de Cobeña", les iba diciendo a la vez que se iba haciendo también el sorteo de los puestos.
Cuando estuvieron ya cubiertos los puestos se dio la orden de empezar con los perros. Soltarlos y empezar a ladrar con ganas, todo fue uno. Los jabalíes estaban cerca. De hecho a los veinte minutos de soltarlos ya sonaron los primeros tiros en la riega de Llayo. Los perros de David llevaban en volandas a un jabalí que se pudo escabullir del tiroteo y pasar a terrenos de Bicobres Sur con los perros detrás, que tampoco saben de divisiones territoriales. Hasta el pueblo de Cambarco tuvo que ir David a buscarlos a los pocos minutos para reintegrarlos de nuevo a la cacería.
Mientras tanto en Llandelpozo, José Angel, de Cobeña, logró detener de un único disparo a otro jabalí que también pretendía huir de la quema. Eran las 10 de la mañana y el movimiento de perros y monteros prometía. Las emisoras echaban fuego, todo el mundo hablaba, por todos los lados asomaban jabalís y los disparos retumbaban de norte a sur.
En Lusía estaba el joven Lucio, de Lamasón, que se había apuntado éste año en la cuadrilla. El chaval sintió un ruido entre los pinos que no era normal. Una persona no podía meter aquel estruendo, así que se puso detrás de un pino y se echó el rifle al hombro cuando vio asomar un bulto negro que se le aproximaba. Era el jabalí. A Lucio seguro que le empezaron a temblar las piernas, pero no el pulso ya que de dos disparos vio cómo el marrano quedó inmóvil recostado contra un árbol. Era el primer jabalí que mataba el muchacho y no cabía de alegría cuando vio al jabalí tumbado delante suyo, aún con un ligero movimiento de patas. "Le maté, le maté...", fue lo que se lo ocurrió decir por la emisora.
Por encima de Carondino, en Rancabiedes, estaba Manín también vigilante y con la escopeta preparada, porque los perros sonaban cada vez más cerca. Entre las hayas vio aparecer la figura del jabalí, se le veía bien porque era muy grande. Manín esperó hasta tenerle más cerca para mandarle un misil que el jabalí no notó. Un segundo disparo fue la guinda, ya que el marrano cayó el suelo, dio una vuelta pero se volvió a levantar para intentar seguir su marcha, pero ya mermado en su integridad. El tercer disparo ya fue para que el animal dejara de sufrir. Era muy grande, pasaba de los ochenta kilos.
Por encima de Manín, ya cerca de la cumbre, concretamente en Peñalaju, estaba Felipe, al que cariñosamente se le conoce como el Negro, que también tuvo la oportunidad de disparar y además con acierto a un jabalí que intentaba huir de la "quema". Un único disparo fue suficiente para detenerle en su intento.
En Fuentepernal estaba cubriendo Abelín que veía cómo el sonido de los perros se iba acercando. No le hizo falta tomar muchas precauciones porque el jabalí le vino derecho. Un único disparo también fue suficiente para que el marrano quedase inmóvil después de dar un par de vueltas y quedar a merced de los perros.
Eran ya las dos de la tarde y los perros ya habían llegado hasta los tiros, así que había que cambiar de zona. Fue Jorge quien avisó por la emisora que había que hacer un pequeño alto para comer y luego se iba a echar la zona de Cobeña. Se habían matado ya cinco jabalís, pero había que intentar llegar al cupo. "Los que podais venir hasta Sierratama y desde aquí planificamos para la tarde", les avisó por la emisora. Junto a la ermita, algunos dentro del portal para resguardarse de la gélida brisa que corría, comieron el bocadillo, mientras planificaban la maniobra para la tarde. "Vamos a cerrar desde las Llamizas hasta Palmín y la Tuemba. Los perros van a entrar por Cobeña".
Y así lo hicieron, además con éxito porque los perros pronto se impacientaron y empezaron su particular rastreo cogiendo demanda. Unos por el encinal de Cobeña, otros por Dobros y la Badarca , total que arrearon con todo lo que había por allí y había bastante, porque en Mallaneda y en la Tuemba empezaron a sonar tiros como en una romería. Fue todo muy rápido, entre otras cosas porque el terreno a batir era pequeño, pero entre perros, disparos, voces y emisoras.., aquello era impresionante. En media hora se terminó, con un balance otros tres jabalís, pero los que pudieron poner pies en polvorosa fueron muchos más.
Lucio, el chaval, se volvió a lucir y mató otro jabalí. Hoy no cabía de gozo, seguro que tardará en olvidarse del 26 de Diciembre del 2.009.
Otro que también repitió fue Abelín que necesitó los tres disparos para hacer rodar a un marrano. En una breve pausa, fue Jorge quien preguntó por la emisora: ¿Cuántos se mataron?, a ver si nos pasamos del cupu...". Iban ya siete, así que dejó la emisora rápidamente porque algo raro se le cruzó delante de sus ojos. Era un buen jabalí que intentaba cruzar la fatídica barrera. Pero el marrano falló en su intento porque Jorge solo necesitó un disparo para avisar a todos que la cacería había terminado. "Vamos para abajo, ya cayó el octavo".
Así se dio por terminada la cacería. "Alucinante" la calificó algún cazador porque hubo de todo: bastante frío, sobrados aciertos, muchos fallos, voces, muchas risas, bromas, alguna que otra pequeña discusión, buen trabajo de los perros, pero al final, con la "mercancía" ya en San Pedro, todos contentos y felices por la jornada vivida.