Cuadrilla 103

En La Hoyona se mató un único jabalí

No hay romería, que no pese al otro día

A más de un cazador de la cuadrilla 103, al amanecer el Domingo, cuando le sonó a la oreja el despertador le entraron ganas de olvidarse de los jabalís y darse media vuelta en la cama. La noche anterior hubo verbena en Pumareña y aunque los sones del Dúo Cambalache ya no se oían, sin embargo los excesos de la velada se notaban al día siguiente. "No hay romería que no pese al otro día....."

Pero, mejor o peor, todo se arregló y a las ocho de la mañana ya estaban todos en La Viñona para preparar la cacería correspondiente al lote de La Hoyona, que para los no entendidos diré que es un lote relativamente pequeño y está situado por encima de Pesaguero y Avellanedo y sube por Cueva hasta Piedrasluengas.

Algún bostezo que otro, pero todos dispuestos a repetir la jornada del día anterior. Una vez hecho el sorteo de los puestos, dio comienzo la cacería, que en principio no se presentaba muy halagueña, porque alguien comentó que el día anterior se había celebrado una cacería en el lote contíguo de Pámanes y los perros se habían adentrado en La Hoyona donde se iba a cazar hoy y habían barrido con los jabalís. "Alguno quedaría", dijo un entusiasta Pedrín, el del Bodegón.

Y efectivamente, al poco de empezar los perros cogen demanda y se llegaron a ver tres marranos que pudieron huir adentrándose en el lote de Margaperas. Se acercaba ya el mediodía cuando a Benjamín se le presentó otro que le llegó a disparar pero con poco acierto, ya que logró rebasar la línea donde estaban situados los tiros. Era pequeño.

Estaban ya algunos en los puestos comiendo el bocata cuando los perros se empezaron a apurar. "Estar atentos que llevan a unu bastante grande", se oyó por la emisora. El monte estaba bastante limpio ya que era un hayedo. Allí estaba apostado Ceci detrás de un haya cuando ve asomar al jabalí. Se prepara y cuando le parece que ya está a tiro, le suelta un disparo que sirvió para que el jabalí emprendiera más velocidad. Le suelta otro y lo mismo. "Esto no puede ser", dijo Ceci para sus adentros, así que aún le dio tiempo para disparar por tercera vez y esta vez sí que acertó. El marrano dio su último salto y se echó a rodar monte abajo. "Igual bajó rodando doscientos metros", comentaba Ceci a Manín y a Nel cuando bajaron a sacarle de la canal donde había parado. Era un buen marrano, no estaba muy gordo, pero tenía unos buenos dientes. "Creí que se me escapaba, le pegué tres tiros y le dí con dos, uno en una paletilla y otro en el lomo", decía un satisfecho Ceci.

No es una buena forma eso de tener dos cacerías en días consecutivos, pero no se pudo hacer de otra manera. Los perros, aún con poco entrenamiento y con el calor de la jornada, se cansan pronto, lo mismo los monteros que son los que se pegan unas buenas palizas pateando los aún espesos y enrevesados montes. Así que visto lo cual, y con buen criterio, Jorge dio por terminada la cacería a las cuatro de la tarde.