Hoy es el estreno de la temporada cinegética para la cuadrilla 103. Hay que ir a cazar al lote de Cotera Oria que está por la zona alta de Liébana, por los alrededores de Caloca. A las 8 de la mañana ya estaban todos los cazadores en la Viñona para presentar las acreditaciones ante el Técnico Auxiliar del Medio Natural como ahora se llama a los guardas encargados del control de las batidas.
No se veía ni una nube en el cielo, a la vez que a esas horas ya corría un ligero viento que soplaba del sur y que más de uno ya sudara pensando solo en sus perros. "Hoy está un día criminal para cazar.., aparte del calor que hace, con esti vientu los jabalís nos detectan a kilómetros de distancia", comentaba Benjamín mientras se sorteaban los puestos.
Aunque se trató de aligerar el tiempo de los preparativos, cuando Jorge, como jefe de la cuadrilla, mandó entrar a los perros, ya pegaba el sol con fuerza, pero hoy parecía que el sol estaba más cerca que otros días.
Una vez dada la orden de entrada de los monteros con sus perros, pronto se dieron cuenta que no había jabalís, o por lo menos así lo demostraban los sabuesos que recorrieron mucho terreno y apenas abrieron la boca. Claro, la primera regla para cazar es que lo más importante es que haya caza. Si no es así, mal vamos.
Pero algo sí que había en Cotera Oria porque eran ya casi las once de la mañana cuando los perros levantaron de su encame a un jabalí que emprendió una veloz carrera en busca de su salvación. Dicen que los jabalís en épocas de intenso calor, van buscando zonas húmedas del bosque. Este no fue el caso porque salió de un espeso brezal y cruzó por encima del pueblo de Caloca. "Ahí llevan los perros un jabalí..", pregonaban los monteros, "atentos los que estais en esa ladera de la izquierda por bajo de la peña.....". Para el marrano no hacía calor o por lo menos no lo demostraba. Se acababa de levantar y estaba relativamente fresco, si se puede decir así, porque el sol apretaba fuerte. A cuatro patas se presentó donde estaban los puestos y fue precisamente a darse de bruces donde estaba Nel, que estaba atento a todo lo que acontecía a su alrededor. Nel quitó el seguro del rifle y se preparó ante la inminente llegada del marrano. Cuando creyó que le tenía ya a tiro, encaró su rifle y buscó con la mira al jabalí. Un fuerte estampido resonó en toda la zona, pero el jabalí logró escapar y adentrarse entre la maleza del monte. Al perderle de vista, Nel ya no le pudo volver a disparar. Poco tiempo después y un trozo más abajo, ocurrió parecido con Ceci que solo pudo divisar el movimiento de los brezos pero ni vio al jabalí, ni por supuesto le pudo disparar.
Aquí quedó bien claro el duelo que sostiene el cazador con los jabalís. No es un duelo de fortaleza física, sino un duelo de astucia. Un duelo donde el cazador cuenta a su favor con una cierta tecnología, y la pieza cuenta con el conocimiento exhaustivo del monte; conoce todas las sendas, todos los pasos, todas las vías de fuga. Y solamente será capturado cuando el jabalí cometa un error en su estrategia. Pero por desgracia para el cazador, esos errores se producen en muy pocas ocasiones.
Y precisamente una ocasión de esas ocurrió hoy. Ya era casi mediodía cuando los perros volvieron a coger demanda. "No sé cómo aguantan, acaban de levantar un jabalí y ya se meten a la riega a beber. No pueden más......", decían los monteros. "Atentos arriba, le acabo de ver cruzar por los praos y es bastante grande. Parece que no posa los pies en el suelu...", comentaban por la emisora. Minutos después sonaron dos disparos y el silencio se hizo el amo del lote. "¿Qué pasó? ¿se escapó?". Nadie contestaba y la pregunta que hacían se estaba contestando por sí sola. Hasta que José Pablo, de Colio, cogió su emisora para anunciar a sus compañeros que "le maté, le maté..., le maté". Por tres veces repitió esas palabras hasta que pudo acabar la frase "le maté de dos tiros y tiene unos colmillos muy buenos". Efectivamente, Pablo había tardado en comunicarlo porque le había disparado de bastante lejos y tardó unos minutos en poder encontrar entre la maleza del monte a un jabalí que pesó alrededor de los ochenta kilos.
Todavía tardaron bastante más los perros en llegar hasta allí para poder morder. Algunos apenas tenían fuerzas para abrir la boca. Era tal su cansancio que apenas trabajaban, se tumbaban. Y no digamos nada de los monteros, que acabaron poco más o menos como los perros. Ante esta situación, sin perros y sin monteros, Jorge dio por terminada la cacería a primera hora de la tarde.
En resumen, fue una cacería sosa donde apenas salieron jabalís, solamente dos, y donde tampoco se hicieron disparos. Pero hubo quien supo sacarle punta, "no os preocupéis, si la temporada empieza mal, no le deis más vueltas, seguro que terminará peor". Pero pronto le respondieron "pero yo os quiero decir que no empezó tan mal porque ahora mismu nos vamos todos al bar de la Viñona y ya veréis cómo entran unas cervezas..., va a ser lo mejor de la cacería". Amen.