Cuadrilla 103

La cuadrilla 103 bajó diez jabalís de Bicobres

Magnífica mañana la que amaneció en el valle de Bedoya. Nubes altas y una temperatura de unos 5 grados que para el mes de Enero no está nada mal. La cuadrilla 103 tiene que cazar hoy en Bicobres, aquí en los montes de Bedoya y siempre que así sucede, la expectación y el buen ambiente entre los cazadores eran notorios. "Hoy vamos a hacer el cupu....", decían los más atrevidos. "Menos alegrías, que para eso hay que apuntar bien y me parece que hoy todavía anda la gente de resaca..., algunu ni se acostó....", comentaban otros.

En esas conversaciones andaban los componentes de la cuadrilla mientras hacían la correspondiente acreditación ante la guardería. Jorge, el jefe de la cuadrilla, les advertía "Hoy vamos a cubrir por la Sieta , el Collau. la Burdia , Sardanes y la Calleja de Saria. Los perros van a entrar por San Pedro y Salarzón".

No tardaron muchos minutos en avisar que ya estaban los cazadores en sus puestos cuando Jorge manda entrar a los monteros con sus perros y éstos no tardaron en avisar que allí había "tomate". De la Mata de Salarzón sacaron de su encame a una reata de jabalís. Cuando salieron arriba, a Brañes, se pudieron contar. Eran nada más y nada menos que nueve marranos que trataban de cruzar a toda velocidad por la cabecera de la Sieta en dirección a la Tuemba. No se pararon mucho a otear el horizonte porque aquella zona estaba bastante bien cubierta por las escopetas.

Entre ellas, estaba la de Benjamín que estaba colocado donde él bien sabe. Y parece que había leído el pensamiento de los jabalís, ya que allí se le presentaron. La entrada de los jabalís no es una cuestión matemática pero Benjamín ya tiene muchas batallas jabalineras en sus espaldas y sabe las querencias y pasos de los animales y en esta ocasión tampoco falló.

Fueron varios los disparos que retumbaron contra la Peña, con el resultado de dos jabalís que no pudieron cruzar el cerco que cubría Benjamín. Eran las 10 de la mañana y todos se frotaban las manos, la cacería había empezado como todos querían.

Mucho más abajo, en Panadín, los perros de Pepe el de Ojedo despertaron a un jabalí que estaba metido en su madriguera y que emprendió su huida monte abajo cruzando el río pero allí estaba Pepe que de un certero disparo le dejó a merced de los perros.

"Estoy viendo un rebañu de jabalís....", se oía por la emisora. "Pero dónde?", le contestaban. "Están en las Bárcenas, están metíos en el monte por encima del invernal de Federico y van en dirección al Caldillu, no corren muchu..., pero no les puedo tirar, están muy lejos", les informaba Jose Centeno que estaba de puesto en Canalimpia.

No tardaron en oírse disparos, ya que los jabalís se dispersaron y la mayoría intentó cruzar el río para adentrarse en Lobá. En Nozalín estaba Abelín que, como ya es habitual en él, no falló y los dos jabalís que intentaron pasar por sus dominios allí quedaron durmiendo. No eran muy grandes.

Muy cerca de allí otro jabalí intentó también el mismo destino, pero lo intentó exactamente entre los puestos de Ceci y de Juanjo, con el resultado que uno por otro..., el marrano se les escapó sin lograr tirarle, únicamente se oyó el reproche mutuo entre los dos cazadores.

En la Burdia estaba Sergio que se dio cuenta que los perros venían con "algo". Sergio tomó todas las precauciones, quitó el seguro del rifle, tomó aire y esperó. No tardó mucho en salir a los prados el jabalí. No era muy grande, pero Sergio sabe que no hay que precipitarse en disparar. Esperó a tenerle más cerca y de un único disparo le hizo dar unos cuantos botes y terminó rodando varios metros por el prado.

Sergio ni se movió de su sitio. Esperó a que llegaran los perros y cuál fue su sorpresa al ver que delante de ellos y muy cerca "traían" otro jabalí. Cuando el jabalí logró distanciarse un poco de los perros, Sergio le disparó y el marrano siguió el mismo camino que su compañero: el de los remolques.

A José Centeno le salió en Canalimpia otro. Le vio en el monte, le pudo seguir cómo se adentraba en el río, cruzándole. Venía derecho a él. Le esperó y cuando le tenía ya muy cerca le apuntó y apretó el gatillo. "Pero ¿qué pasa aquí?", pensó el cazador. Se le había encasquillado el rifle y el jabalí pudo escapar mirando de reojo al cazador, "dándole las gracias". Mala suerte la del cazador y buena para el jabalí.

Muy cerca de allí también se le presentó la oportunidad a Manuel Relea que, como ya va siendo costumbre en él, tampoco la desaprovechó. Primeramente había visto cómo dos jabalís se habían adentrado en el río, pero no salían de allí. Esperó y esperó, hasta que unos metros más arriba salió uno de ellos para intentar también cruzar el camino para meterse en Lobá. Pero sin llegar al camino, Manuel le disparó y el jabalí quiso seguir, pero no pudo. Tenía rota la "espina". Con el estruendo del disparo salió del río el compañero y Manuel le tuvo que disparar por dos veces para verde doblar las patas.

A última hora, los cazadores que estaban en la Sieta se retiraron y cuando bajaban con sus vehículos por la carretera de Salarzón, a Manín se le cruzó delante del Suzuki un jabalí. No le dio tiempo ni siquiera a frenar, dándole un buen golpe quedando el jabalí aturdido y dejando el coche con los correspondientes abollones. El herido jabalí se metió monte abajo y se encontró con David que estaba recogiendo los perros. Un disparo sirvió para tener que cargarle y sacarle donde los remolques. Era el décimo de la jornada y también el más pequeño de todos.

Así se dio por terminada la cacería donde hubo bastantes disparos, también bastantes "conejos", pero todos contentos porque se mataron diez jabalís y todavía en el monte quedan suficientes para posteriores cacerías.