En el bar del Pajeru en Potes estaban citados los componentes de la cuadrilla 31 para ir a cazar en el lote de Arabedes. La mañana estaba fresca y como ya es habitual en todo el mes de este Octubre que estamos pasando, no se veía una nube, con lo que se vaticinaba otra jornada de calor en las horas centrales del día.
Mientras iban presentando las acreditaciones ante la guardería, Tasín como jefe de cuadrilla les informaba que hoy iban a empezar por Arguebanes. "Hace mucho tiempo que no se echa esa zona. Estuvimos ayer inspeccionando el monte y hay muchos jabalís", les dijo.
Los vaticinios de Tasín pronto se confirmaron porque los perros empezaron a trabajar desde el primer momento con buenas demandas, así que la presencia de jabalís esa cierta.
"Acaban de levantar en la riega y los llevan monte arriba". "No sé cuantos serán, pero son unos cuantos...". "Es una chona parida y lleva unos cuantos pequeños", se oía por la emisora.
Por todos los cazadores es conocido el problema que surge con las jabalinas paridas. Normalmente la madre se escurre pero los pequeños se quedan en cualquier resquicio o bardal para entretener a los perros que empiezan a dar vueltas y al final no cogen ninguno. Eso fue lo que ocurrió hoy. Y no fue solamente una cerda parida, fueron varias las que salieron, pero allí quedaron todos comiendo bellotas hasta el mes de Enero por lo menos. Seguro que para esa época ya no tendrán tanto escondite como tenían hoy.
La cacería prometía mucho porque, como ya queda dicho, por todas partes salían jabalís. Luego hay que contar con la pericia y maña de los marranos y el desacierto de los cazadores que veían cómo los jabalís ponían pies en polvorosa escabulléndose de las balas y del asedio de los puestos.
Tuvo que ser el jefe de la cuadrilla, Tasín, el que pusiera las cosas en su sitio y diera una lección a sus compañeros. Eran ya las once de la mañana cuando oye por la emisora que los perros llevaban un jabalí. "Atentos los que estáis encima del invernal, que llevan un jabalí muy grande..". Y allí estaba Tasín que minutos más tarde pudo observar cómo el marrano cruzaba por un pequeño escampado y venía en su dirección. Todavía estaba un poco lejos, así que esperó unos instantes mientras se parapetaba detrás de un roble. No pasó mucho tiempo hasta que se le presentó relativamente cerca. Un único disparo de Tasín en la sien del jabalí, sirvió para que el marrano diera un bote y no le dio tiempo de recorrer diez metros para caer fulminado. Era el primero de la jornada y de bastante peso, con una bonita boca.
Entre los monteros hoy estaba de invitado Berto el de San Miguel con sus perros. No es difícil que a un montero se le presente la oportunidad de disparar en una cacería. Eso le ocurrió hoy a Berto, que vio cómo sus perros cogieron demanda y sin darle tiempo de acercarse hasta ellos, se le presentó de bruces un jabalí. Rápidamente quitó el seguro del rifle, le encaró y cuando tuvo al marrano dentro de la mira le soltó un disparo que le hizo rodar unos metros, pero, como muchas veces suele ocurrir, el jabalí se volvió a levantar y prosiguió su marcha. Un segundo disparo sirvió para que quedara inmóvil. Cuando Berto se acercó a inspeccionarle, un fuerte ruido le sorprende. Se revuelve y ve, no muy lejos, a otro jabalí que intentaba huir de la quema. En un abrir y cerrar de ojos, Berto le dispara la única bala que tenía en la recámara, pero el jabalí quedó en el monte en espera de comer aún muchas bellotas. No hubo suerte porque "era todavía mayor que el que maté", decía luego Berto.
Era ya el mediodía y los perros seguían trabajando. El calor apretaba, pero con más voluntad que otra cosa, todavía sacaban fuerzas de donde apenas había. Otro motivo fundamental era que había muchos jabalís y eso les animaba a ello. No era extraño oir disparos cada pocos minutos, aunque el acierto de las escopetas no fuera el deseado.
El que sí tuvo puntería fue Luis Manuel, que necesitó dos disparos para llevarse un jabalí para Trillayo. Era también de un buen tamaño y mejor aún su boca. Allí estaba su hijo Iván para presumir de padre.
Iván presumía de padre, pero había otro padre que presumía de hijo. Me estoy refiriendo a Angel Gutiérrez Soberón, de Pumareña, que vio cómo su hijo Angelín derribaba a un jabalí. No fue fácil la tarea. Angelín vio el marrano cuando ya estaba casi encima. No pudo casi ni prepararse, pero en un instante, como los buenos cowboys, le dio tiempo a desenvainar y soltar un zambombazo que hirió al marrano de muerte. Un segundo disparo ya solo sirvió para rematarle. ¡Bien por Angelín...!.
Ya iban cuatro, pero aún sonaron más disparos como los que hizo Héctor, que no desaprovechó su oportunidad. No le había avisado nadie, ni siquiera los perros, de la presencia de un jabalí; pero Héctor, como los buenos cazadores, estaba atento. Un leve ruido provocó que su corazón se acelerase por momentos. No volvió a oir más. De pronto otra vez el mismo ruido. Sigilosamente se prepara y unos metros más debajo de donde se encontraba vio cruzar al jabalí. Todo se quedó en un intento porque las balas de Héctor le pararon y solo pudo rodar unos pocos de metros por el monte para quedar inmóvil.
Y cuando ya se acercaba la hora de dar por finalizada la cacería, se vuelven a oir tres nuevos disparos. "Acabo de matar otru..". Era la voz de José María, el de Casillas, que necesitó vaciar el cargador para rematar y poner punto final a una jornada donde la presencia de jabalís fue muy grande. Los fallos también fueron abundantes, pero a cacerías de estas se apuntan todos los cazadores, por lo menos no se aburrió nadie. Y aunque hubo bastantes fallos, se bajaron seis jabalís, todos ellos de buen porte.
Y dentro de quince días otra vez se vuelve a cazar en el mismo lote, así que había que dejar alguno para entonces. No hay que ser avariciosos..
(Información facilitada por Miguel González)