Se notaba un cierto nerviosismo, a la vez que ilusión, en los componentes de la cuadrilla 103 en San Pedro de Bedoya mientras presentaban la documentación correspondiente al responsable técnico del medio natural (el guarda). Era lógico, se trataba de la primera cacería de la temporada y algunos estrenaban el traje, otros el arma..., en fin que el estreno se las prometía, además con la ventaja de que la cacería se iba a desarrollar aquí en el valle.
"Vamos a empezar por Matavega", les iba diciendo Jorge, jefe de la cuadrilla. "Se va a cortar por el caminu vieju de Castro, la carretera general, la Prá, Sierratama, los albergues, Miseja y Cobeña. También vamos a mandar tres puestos a la Sieta por si los jabalís se pasan, además pueden parar a los perros que lleguen por allí".
Eran las 9 y media cuando Jorge manda comenzar la cacería con la suelta de los perros. No tardaron en oírse los primeros ladridos, pero los jabalís no se veían por ninguna parte. "Los estamos pisando y no salen....", decían los monteros desde Matavega. Pero todo tiene su límite. Eran ya las diez de la mañana cuando desde el "mirador" (el mirador llaman a la curva de la carretera que va desde Trillayo a Cobeña, donde se avista éste pueblo). "Mira, miraaaaa, un jabalí por el prau, es grandísimu...". El jabalí había salido desde Matavegas y se encaminaba hacia la Sorbera. Pero unas yeguas que había en un prao le hicieron volverse y después de vadear el río se encaminó por los praos de Casajo en dirección de Castro. "Es muy grande...", repetían, a la vez que gritaban desde el mirador. "Esi se marcha para Arabedes, va en dirección a la carretera general y se marcha para allá," comentaban los entendidos. Pero no contaban que muy cerca ya de la carretera había colocado Jorge un puesto. Allí estaba Marcos que hoy debutaba con la cuadrilla. En cuanto Marcos le visualizó, le soltó un pepinazo pero no hubo suerte, el jabalí siguió corriendo, aunque cambió el rumbo, dirigiéndose ahora de nuevo al hondón de los praos de Casajo que llegó a cruzar. Cuando ya se iba a adentrar en el bosque sonaron dos disparos seguidos. Fue Aníbal el que los hizo. Aníbal no estaba muy seguro de haber hecho diana y cuando se acercó pudo comprobar que había fallado. Eso era lo que creía, ya que el jabalí no había dejado nada de sangre y había seguido su ruta. Aníbal metió a sus perros por donde había huido el marrano, y a los pocos minutos..., cual no sería su sorpresa al ver a sus tres perros dando aullidos y a la vez mordiendo a un hermoso jabalí. ¿Qué había sucedido?. Que los perros llegaron hasta el marrano cuando aún estaba vivo y éste se encargó de dejarles su etiqueta antes de cerrar la boca por completo. "Me cogió a los tres perros.......", avisaba Aníbal por la emisora. "El jabalí está muerto, pero tengo a los tres perros heridos. ¿Sabéis alguno el teléfono de Wladi?. "Sí, ahora mismo le llamo", le respondieron. Pero Wladi, (el veterinario), el sábado no estaba en Potes. "Rubén, hay que arrancar para San Vicente de la Barquera con ellos porque, sobre todo uno, tiene una buena tajá en una pata". Eran las 10 y media de la mañana y la cuadrilla se quedó sin tres perros y eso a principios de temporada no es una buena noticia. (Hay que reseñar que por la tarde volvieron los tres perros cosidos a casa y aunque tienen para unos días, seguro que saldrán adelante).
Jorge avisa a los monteros que: "No le saqueis las tripas, que me comunicó el guarda que tiene que venir un veterinario para analizarle". "Vale, pero pregúntale al guarda si también le va a analizar los huevos, los tiene gordísimos, parecen los de un caballo. Y si no los va a analizar, se los echo a los perros", le contestaron. No exageraba el cazador, porque el jabalí rondaba los 100 kilos.
Por debajo de el Cotero del Pando, cerca de Castro, hay un puesto que desde hace cerca de un año se llama "el tiru de Chico". Allí mató Chico el año pasado la friolera de seis jabalís en una sola jornada. Hoy estaba allí Pedrín, el del Bodegón. Y Pedrín se lució matando dos jabalís con pocos minutos de diferencia, uno de ellos también bastante grande, más de 80 kilos. "Me parece que a esti pasu le vas a quitar el nombre a Chico y vamos a tener que llamarle el "tiru de Pedrín". Pero no llegó a los números de Chico y Pedro se conformó con los dos jabalís.
Francisco, de Pendes, que estaba de montero, se quiso unir a la fiesta y en la Fuentuca, cerca de Castro, tumbó otro jabalí que intentaba cruzar la carretera y río en dirección a Arabedes.
Tampoco podía faltar hoy el sello de Abelín y por encima de Cobeña, en la ermita, paró los pies a otro jabalí que trataba de huir pegado a la peña de la Ventosa.
Era ya mediodía y se habían matado cinco jabalís. "Vamos a mandar más puestos a la Sieta y vamos a echar desde Cobeña para arriba", avisaba el jefe de la cuadrilla. No había terminado de hablar Jorge, cuando le interrumpe Soberón por la emisora avisando que: "Estoy viendo un jabalí en las viñas, se metió junto a una caseta, por encima de unos pinos". "¿Pero en qué pinos?", le contestó Juanjo. "Ahí...., un cachu debajo de donde estás tu", le señaló Soberón. "Pero, pero.., pero si, si no es un jabalí, que es un perru negru...", le contestó Juanjo. Menos mal.
"¿Viste pasar por ahí al Francés?". (El Francés es otro perro de Aníbal). "No, no le he vistu", le contestan. Pero a los pocos minutos se oye: "El Francés baja cantando alegre en dirección a la Badarca, va muy apurau...".
Efectivamente, enseguida llegó a la Sieta un jabalí que tenía mucho calor, ya que lo primero que hizo fue acercarse a un regato y darse un placentero baño. Pero no acertó al escoger la bañera, estaba en mitad de los prados y aquella zona estaba muy bien cubierta por los rifles. No tenía escapatoria, era su úñltimo baño. El marrano siguió su camino, pero ya había varios cazadores que le tenían dentro de su mira. Cuando el jabalí se fue acercando, sonó el primer disparo, su autor Pablo, el de Colio. El jabalí cambió su rumbo y la emprendió pradería arriba. Segundos más tarde suena otro, en esta ocasión de Ceci, y el marrano se quedó clavado, solo movía la cabeza pero era incapaz de dar un paso. Un tercer disparo de Felipe bastó para rematarlo y ver cómo el jabalí bajaba rodando unos veinte metros praos abajo. Parecía una pelota, o mejor que una pelota, un enorme globo por su tamaño. Pasaba de los 90 kilos y aparte de tener las dos patas delanteras rotas por efecto de las balas, lucía una bonita boca.
Poco después llegó jadeante "Francés" para morder cuanto pudo. Cuando llegaron los demás perros se enzarzaron entre ellos en una disputada pelea. Todos querían ser los "dueños" de aquel festín. Fue tan grande la reyerta que tuvieron que intervenir varios cazadores para separarles con el resultado de que perros y cazadores armaron una pelotera rodando por los suelos y lo peor fue para Raúl Mena que acabó sangrando en una pierna por efecto de los dientes de Francés, que aparte de saber cantar muy bien, también gasta malas pulgas cuando tiene que defender lo que cree que le pertenece.
Solo falta añadir que a este último jabalí le dispararon tres tiradores y oficialmente se le atribuyó su muerte a Pablo, aunque hay serias dudas de si fue él quien le mató. El que esto escribe, estaba presente y cree que en realidad el que le rompió las dos patas delanteras por la misma altura fue Ceci, porque el jabalí estaba cruzado y a la vez parado en el momento del disparo. Si el jabalí va corriendo (así iba cuando disparó Pablo) es imposible que una única bala le rompa las dos patas a la misma altura, además una vez que sonó el primer disparo (el de Pablo) el marrano siguió andando unos metros. Con las dos patas rotas (quedaron colgando solo por la piel) era imposible dar un paso. Por tanto al César lo que es del César y a Ceci lo que le corresponde.
Con el sexto jabalí en el zurrón y como ya eran las cinco de la tarde, les avisó Jorge a todos: "Coger los perros y vamos todos a San Pedro a sacarnos unas fotos". Minutos más tarde estaban todos radiantes detrás de los seis trofeos que tenían delante, además tres de ellos muy grandes.
Pero todo se volvió un poco triste cuando Aquilino avisaba que le faltaba el perro. "Un perru blancu escapó detrás de un venau al rás de la peña de Salarzón en dirección al Lomberu. Pasó muy altu y no le pude parar", le avisaba Angel Cuevas. "Sí, blancu es el miu, así que sería el mismu", le contestaba Aquilino, que la emprendió en su búsqueda. El transmisor le iba indicando el lugar por donde estaba y cuál no será la sorpresa de Aquilino que la señal le condujo hasta las cercanías de Cahecho donde encontró a su perro con un tiro en la cabeza. ¿Quién se dedicará a perpetrar semejantes acciones?, porque esta operación tuvo que realizarse con todo el conocimiento. Un perro blanco es imposible confundirlo con cualquier otro animal. Repugnante y detestable conducta de quien se dedica a estos menesteres.
Resumiendo, seis bonitos jabalís, un montero herido en una pierna (en principio leve), tres perros en el quirófano, otro sabueso con muy malas pulgas y desgraciadamente otro perro víctima de un energúmeno.