Eran las ocho de la mañana y en el aparcamiento de la Viñona había pocos coches y tampoco sobraban los remolques con perros. Algo raro ocurría ya que no es muy normal. Al hacer un pequeño recuento, se nota la ausencia de algunos cazadores, unos por el trabajo, otros tenían que vendimiar, otros con gripe..., en fin, aunque eran suficientes para completar el mínimo exigido para celebrar la cacería, en comparación con otras veces, eran pocos. Hasta el jefe de la cuadrilla, me refiero a la 103, tuvo que abandonar la cita, delegando en José Angel, el de Cobeña. Hay que cazar en Cuesta Bernizo que comprende la zona de Lomeña hasta Vendejo.
"Vamos a cerrar por la pista de Lomeña hasta el Collau Boya, otros se van a colocar enfrente de la Viñona en la riega de Robejo y dos o tres, si hay gente, los voy a poner en la Peña El Cigal, encima de Vendejo", les iba diciendo José Angel.
Así comenzó la cacería, pero los perros no encontraban nada. "Dónde hay hoy cacería? Ni se oyen perros, ni monteros ni por supuesto tiros, esto parece un funeral...", comentaba alguien por la emisora. Y tenía razón, los perros daban vueltas y vueltas pero sin ningún resultado.
Eran ya las once de la mañana cuando los perros de Sergio encontraron en su madriguera a un adormilado y a la vez reposado jabalí. Le obligaron a levantarse para emprender una carrera de campo a través ya que el jabalí, acosado por los perros, cruzó todo el monte hasta la riega de Robejo. Allí estaba Francisco, el de Pendes, que hoy había dejado el perro en casa y estaba de puesto. Francisco le vio venir y le dio tiempo a prepararse. Cuando el jabalí intentaba llegar hasta la riega para darse un pequeño baño, le soltó un disparo y el marrano desistió del remojón y cogió más velocidad, pero un segundo disparo le hizo dar un salto y quedar inmóvil unos metros más adelante. No era muy grande, pero por lo menos ya se habían estrenado.
A partir de aquí, silencio y más silencio, nadie se salía de tiesto y todos se aburrían en sus puestos. Los perros recorrían el monte dando vueltas y más vueltas, pero los jabalís no asomaban por ningún sitio.
Tuvo que ser Anibal el que a gran distancia vio a uno que pretendía salir del lote en dirección a Caloca. Estaba muy lejos, pero Aníbal le hizo dos disparos para ver si lograba darle la vuelta. Pero el jabalí sabía que atrás quedaba plomo y siguió su ruta quedando en el monte para una nueva ocasión.
A las cuatro y media, en vista de que aquello no tenía visos de animarse, José Angel mandó recoger los perros y dio por finalizada la cacería. "Vamos a la Viñona a tomar unas cervezas donde Sixto que hace mucho calor..".
Así se terminó lo que se daba. Poca caza obtenida, pero siempre queda el lado positivo: "otro día será, seguro que los que hoy no cayeron, otro día serán más grandes...". El que no se consuela.......