Aunque la temporada de caza finalizó la pasada semana, aún quedan pendientes algunas cacerías que en su momento fueron suspendidas por diferentes motivos. Este es el caso de la cuadrilla 103 que en su momento se le suspendió la cacería de Monte Cubino y en compensación va a cazar hoy en el lote de Arretuerto, que comprende terrenos que van desde Puente Asnil hasta cerca de la Virgen de la Luz, pasando por Torices. Es un lote largo y a la vez estrecho, pero bastante bueno a la hora de albergar jabalís.
Mientras se presentaban las acreditaciones en el Mesón de Vieda y se sorteaban los puestos, Jorge, el jefe de la cuadrilla, les iba informando de cómo se iba a desarrollar la cacería. "Vamos a echar la parte alta del lote que es donde están los jabalís. Estuvimos echando un vistazo al monte y se ven bastantes rastros, así que vamos a despedir bien la temporada. Los puestos van a cerrar desde el Collau Perejita hasta la praería de Tormes y por la riega que baja al puente de San Cosme, en la carretera que sube a Buyezo. Por la tarde echaremos la parte de abajo."
No habían llegado aún los cazadores que debían colocarse en los puestos altos del lote, cuando se oyen los primeros disparos. "¿Qué pasó.., quién tiró?", preguntó Jorge. "Fui yo, acabo de matar un jabalí que venía sin perros", les respondía José Angel que estaba situado cerca de la carretera que sube a Buyezo. No eran aún las 10 de la mañana.
Bien empezaba el día, los perros no daban abasto de tantos jabalís que levantaron. Los monteros animándoles y los de los puestos atentos a no desaprovechar la ocasión de pararles los pies. Pero el que se los paró a otro jabalí fue el montero Primo que de un solo disparo le dejó a merced de los perros.
En la riega que baja desde la Virgen de la Luz por la praería de Tormes estaban situados el grueso de cazadores. Uno de ellos era Nisio, de Ojedo, que hoy estaba de invitado y fue el encargado de frenar al tercer jabalí de la jornada con un par de disparos. Pero a pesar de haber muchos cazadores en la zona, los jabalís conocían mejor el terreno que ellos y se las ingeniaron para escapar de las balas. Jesus, Jose Centeno, Luis, Angel Fombellida, Nel..., todos tuvieron oportunidad de tirarles, todos tiraron y ninguno con acierto.
Tuvieron que ser los monteros los que desenredaran aquel entuerto. Primeramente fue Sergio quien disparó en dos ocasiones para apuntarse el cuarto ejemplar del día. Y seguidamente le correspondió el premio a otro montero, Lucio, que necesitó las tres balas del cargador para parar los pies al quinto.
Y para rematar el lucimiento de los monteros, a Sergio le volvió a tocar la oportunidad de disparar a un rebaño de jabalís. Le salieron cinco a la vez y cuando apercibió de ello, se echó el rifle a la cara y les vació el cargador con el resultado de ver a uno de ellos rodar para ya no volver a levantarse.
Era ya casi mediodía y el día se estaba poniendo oscuro por momentos. El aire, agua, incluso la nieve hizo acto de presencia en los puntos altos del lote. Pero todo eso no fue obstáculo para que Pablo, de Colio, no desaprovechase la oportunidad de ver al séptimo jabalí de la jornada a sus pies. Pablo estaba situado cerca de la pista que va a la Virgen de la Luz y debido al viento huracanado apenas oía a los perros. Tenía la emisora apagada porque por el mismo motivo tampoco la podía oir. Pero lo que no tenía apagado eran los ojos y vio al jabalí subir monte arriba. De vez en cuando el marrano se paraba, cogía respiración, oteaba el horizonte y seguía su marcha, hasta que las balas de Pablo le cegaron completamente.
Como el día cada vez se ponía peor, y ya eran algo más de las tres de la tarde, Jorge con buen criterio mando recoger los perros y retirarse todos a mejor cobijo. "Ya matamos bastantes, nos vamos para abajo que aquí hace mucho frío".
Y así se puso fin a la cacería y a la temporada. Hoy resultó muy entretenida, salieron muchos jabalís, los perros trabajaron lo indecible, los monteros bajaron los índices del colesterol y la gran mayoría de los situados en los puestos demostraron que tienen que aprovechar el tiempo de vacaciones para asistir a algún cursillo de tiro. "Hay que dejar alguno en el monte para que críen....", alegaba alguno. Tendrán razón.
Fotos de J.A. Cuevas