Buena mañana la que amaneció en Liébana el sábado día 12 de Setiembre, con una buena temperatura y un cielo algo nuboso que pronto se fue despejando quedando un día espléndido. Hoy toca cazar a la cuadrilla 103 aquí en Bedoya y la expectación y los lógicos nervios entre los cazadores se dejaba notar en los corrillos de la cuadrilla. “Dicen que ya encargaron la comida en Tama donde Fofi, así que habrá que hacer el cupu rápidu”, comentaba un cazador, “pero yo por si acasu traigo un buen bocadillu, igual nos pasa como el añu pasau que no matamos ningunu”.
Jorge, el jefe de la cuadrilla, fue ayudando al guarda a la hora de las presentaciones de documentos por parte de los componentes de la cuadrilla y una vez hecho el sorteo de los puestos, les avisó: “Ya sabeis que hay que colocarse el chalecu reflectante y también os quiero recordar que hay que tener mucho cuidado con el tema de seguridad a la hora de disparar. Hoy vamos entrar con los perros por Castro y por las cochineras y vamos a cerrar desde los albergues por Sierratama, Grillero, Miseja, las Cortinas, la Sieta y todo el hondón de la Ventosa”.
Eran las 9,25 cuando se oye por la emisora la voz del montero Miguel al jefe de cuadrilla: “¿Ya pueden entrar los perros?". “Sí, Miguel……, al ataque”, le contestó Jorge. Apenas habían pasado diez minutos cuando de nuevo Jorge toma la emisora para avisar: “Sube un jabalí por toda la cotera de Carbonera. Ahí te va, Juanjo, ahí te va…...”. Juanjo, que estaba colocado al hondón de la Ventosa, en Piedracavá, se puso en guardia hasta que vio al marrano que venía no muy lejos. Juanjo le disparó y el jabalí siguió su ruta como si nada había pasado. “¿Qué hiciste, Juanjo?”, le preguntan. “Nada, me pasó bastante cerca pero no le dí y marchó monte arriba. Era bastante chicu”, respondió desmoralizado el cazador. Minutos más tarde llegaron los perros que siguieron el rastro y a unos 100 metros más arriba se encontraron con el jabalí que estaba dando los últimos “estrincones”. Cuando llegó el montero y vio el trajín de los perros, no le comentó nada a Juanjo, que llegó a terminar el día sin saber que había tenido el honor de matar el primer jabalí de la cuadrilla 103 en esta temporada.
“Estáte quietu, José Angel, que te va derechu, el jabalí está ahora justu encima de la casa”, le avisan. Pero hoy no era el día de José Angel, que estaba colocado en la Puentuca, cerca de la carretera general en Castro, ya que el jabalí oyó los disparos pero sólo le sirvieron para que emprendiera más velocidad. “¿Cayó esi?”. “No, se escapó, seguru que tengo mal la mira”, respondió José Angel.
Otro que tampoco tuvo su día fue Jesus Caviedes que se las veía muy felices cuando vio aparecer un par de jabalís en Sierratama que venían también enfrente suyo. A Jesus le dio tiempo a prepararse y tener dentro de la mira al mejor de los dos. Cuando los tenía a unos diez metros, aprieta el gatillo y cuál sería su sorpresa que la bala se negó a salir. Apretó unas cuantas veces el gatillo pero el rifle se le encasquillo y los dos jabalís volvieron a nacer ese día.
“Ahí en la Valleja hay un jabalí que debe de estar heridu, los perros le arrearon aquí abajo y ahora están paraos, seguro que les está haciendo frente. Yo creo que está jodíu”. Efectivamente, el jabalí estaba herido pero aún tenía fuerzas para seguir y ante el acoso de los perros salió del bardal y llegó hasta donde estaba Pascual que le pudo parar en su empeño de fuga. No era tampoco muy grande pero contaba ya como el segundo de la jornada.
Más arriba, concretamente a la cabecera de la Sieta, llegó un jabalí que yo creo que se quedó sordo ante la cantidad de petardos que le lanzaron. Primeramente fue Abelín al que le dio tiempo a vaciar el cargador dos veces, pero el jabalí siguió su camino sin que le tocaran un pelo. Cuando el marrano ya se creía que había salvado el pellejo llegó donde estaba Marcos que le disparó tres veces para verle rodar casi hasta los pies del cazador.
En la Ermita de Cobeña, encima del pueblo, estaba Pablo el de Colio, que vio cómo los perros subían de la parte de Castro a un jabalí. El cazador le dio tiempo a prepararse y cuando le metió en la mira le soltó un único disparo para verle caer. Era una hembra de unos 60 kilos.
De nuevo en la Sieta apareció, más abajo que el anterior, otro marrano muy grande. Cruzó los 300 metros de pradería en menos de 30 segundos. Esa velocidad fue la que le salvó ya que le tiraron Abel (padre) en una ocasión y Serafín Alles en dos. A éste último aún tuvo tiempo suficiente para hacer un tercer disparo, pero el arma también se le encasquilló y el jabalí pudo marchar indemne en dirección a la Dobra. “Quietu Rubén, estáte quietu que le tienes debajo de ti”, le avisan. Rubén, que es montero, le respondió: “No llevo arma”, así que el jabalí pasó cerca del montero en dirección a Cobeña. “Va derechu al silo…….”, anunciaba Jorge que estaba viéndole desde la carretera que conduce al pueblo. Y en el silo ya dijimos más arriba que estaba Pablo que de nuevo tuvo la ocasión de hacer un único disparo para ver otra hembra bastante grande, de unos sesenta kilos a merced de los perros.
Pasaban ya de las tres de la tarde cuando Serafín se encontraba sentado sobre una piedra en los praos de la Sieta. Tenía el arma apoyada sobre las piernas y de repente ve un jabalí que viene en su dirección. Venía sin perros y no corría mucho. En menos de un segundo, Serafín pensó lo más conveniente para poder matarle. En ese segundo Serafín planeó que si echaba el rifle al hombro el marrano daría la media vuelta y se fugaría. Así que esperó unos segundos más sin apenas respirar ni pestañear hasta que el jabalí llegó a una charca que allí había para “llagunarse”. Entonces fue cuando el cazador se echó el arma al hombro y soltó un disparo, quedando el jabalí “tieso”. “Le maté……”, dijo el cazador para sus adentros. Pero cuando se iba acercando al marrano éste dio un salto y emprendió una carrera. Serafín reaccionó bien (estaba a menos de 10 metros) y dos nuevos disparos fueron bastante para que rodara unos metros por el prao.
Era el sexto de la jornada y como los perros, debido al poco entrenamiento que aún tienen y al calor, ya estaban cansados, Jorge dio la orden de bajar todos (perros y cazadores) a San Pedro para hacerse la foto de rigor. “Hay que revisar más las armas que hoy dejamos de matar unos cuantos por ese motivo”, les decía Jorge. “Ahora vamos a Tama a merendar”. Y así se dio por finalizada la cacería donde salieron muchos jabalís pero los cazadores no estuvieron hoy muy finos a la hora de disparar.