Tercera cacería para la cuadrilla 103. Hoy toca cazar en el lote de Poda-Cordancas. “Tenéis que estar en Lebeña un poco primero, a ver si en vez de a las ocho, nos juntamos a las siete y media……”, les había anunciado el día antes Jorge, el jefe de la cuadrilla. El motivo de éste adelanto se debe a que era conveniente agilizar los requisitos ante la guardería para luego trasladarse unos hasta Peñarrubia y otros hasta Pasaneu, “los monteros van a entrar por Cicera; vamos a cubrir desde Arcedón hasta Traslaventa, pasando por Los Llaos, Sandelasierra y la Mesa. Estuvimos viendo el lote y por encima del pueblo de Cicera está muy revuelto de jabalís, que andan a las castañas”, les añadía Jorge.
Una vez posicionados los cazadores, se dio la orden de entrar los monteros y muy pronto empezó el “cante” de los perros y las voces de los monteros anunciando la presencia de jabalís. “Acaban de salir un rebañu de ellos…….”, gritaba Raúl Mena por la emisora. Poco después llegó el montero hasta una señora que estaba apañando castañas y que aún tenía el susto reflejado en su rostro. “Conté nueve….…, casi me atropellan”, le dijo al montero. Los marranos se dispersaron en varios grupos y tres llegaron donde estaba Pablo, de Colio, que haciendo gala de su puntería tumbó a uno de ellos. “No pude tirar nada más que a unu, venían a toda leche y no me dio tiempo a más”, resumía el cazador, orgulloso por la pieza cobrada.
La función del jefe de cuadrilla no se encamina solo a dirigir la batida, también se le asigna un puesto, concretamente estaba situado cerca de Traslaventa, y para demostrar a sus compañeros que también sabe apuntar, hoy necesitó un único disparo para ver a los perros morder con rabia a un precioso jabalí.
Muy cerca de allí, estaba apostado Sebrango, de Bárago, que estaba oyendo a los perros cada vez más cerca. Se colocó detrás de una roca, cogió el rifle y se puso en posición de “ataque”. El corazón le empezó a latir más deprisa y cuando vio asomar una mole se le puso a “cien”. Era un enorme jabalí que instantes después se paró, oteando el horizonte. A Sebrango se le olvidó que tenía que respirar, tragó saliva y mantuvo la respiración todo lo que pudo. No le disparó porque aún estaba bastante lejos. El marrano volvió a emprender la marcha y se vino derecho donde estaba el cazador. Dos disparos fueron suficientes para que el jabalí diese un bote y aunque aún le quedaban fuerzas para continuar la marcha, no pudo ir muy lejos, ya que el plomo que recibió era fatídico. Era un gran ejemplar de más de 90 kilos y unas enormes defensas.
En “Mingo Alvarez”, dando vista a Lamasón, estaba de puesto Francis y tuvo la fortuna de gastar la pólvora del rifle con un jabalí que llegaba amenazado por los perros. Allí quedó a merced de los canes.
En el hondón de Cordancas estaba el montero Sergio siguiendo a sus perros cuando éstos se paran ante un hormazo. Sergio se acerca y empieza a animarles, a la vez que vocea para ahuyentar al “inquilino” que allí se resguardaba. No tardó en salir a toda velocidad un jabalí que Sergio frenó de dos disparos para que los perros mordieran a su antojo.
Recordando viejos tiempos, hoy también fue protagonista Chico que no se quedó atrás a la hora de interceptar en su huida a un jabalí que trataba de huir de la “quema”. El desenlace final se resolvió con el marrano chamuscado al recibir los impactos que le lanzó Chico.
“Vamos a echar la zona de la Braña de los Tejos..….”, les anunció Jorge. Eran ya las cuatro de la tarde y minutos después los perros de David y Emilio levantaron un enorme jabalí que cruzó los milenarios tejos y bajando por la Matilla, cruzó el hondón de Poda. Venía derecho a los Llaos donde estaba Benjamín, que se relamía viendo el “bulto” que se le acercaba. Pero todo se vino abajo cuando el marrano se cruzó en Poda con unos turistas y desvió su ruta. Benjamín no pudo por menos de “increpar” a los intrusos y ver cómo el jabalí ascendía en dirección a la Selvilla. Dos disparos solo sirvieron para que el marrano acelerara su marcha. Estaba muy lejos. “Era muy grande, seguro que pasaba de los cien kilos…….”, comentaba luego el cazador. Como anécdota diré que hubo que ir a buscar los perros que le siguieron hasta San Tirso, así que atravesó todo el valle de Bedoya.
Con éste “mal sabor de boca” se dio por finalizada la montería. Pero, así y todo, los cazadores bajaron contentos con la media docena de jabalís en los remolques en un lote que en anteriores ocasiones no se les daba muy bien. Hoy se desquitaron.