 Por fin llegó el día esperado  para la cuadrilla 103. Parecía que no iba a llegar nunca, pero aquí están los  cazadores en el bar de la Viñona para presentar la documentación ante la  guardería y recibir las primeras   indicaciones del jefe de la cuadrilla. Se ven caras nuevas y también se  nota alguna ausencia, eso ocurre al inicio de cada temporada, siempre hay altas  y bajas (por desgracia algunas muy tristes). Hoy toca cazar en el lote de Margaperas.
Por fin llegó el día esperado  para la cuadrilla 103. Parecía que no iba a llegar nunca, pero aquí están los  cazadores en el bar de la Viñona para presentar la documentación ante la  guardería y recibir las primeras   indicaciones del jefe de la cuadrilla. Se ven caras nuevas y también se  nota alguna ausencia, eso ocurre al inicio de cada temporada, siempre hay altas  y bajas (por desgracia algunas muy tristes). Hoy toca cazar en el lote de Margaperas.
                          Margaperas se encuentra  entra las poblaciones de Vendejo y Avellanedo. Es un lote pequeño, posiblemente  el más pequeño de toda la zona lebaniega. A ese inconveniente hay que añadirle  que es largo y muy estrecho, lo que dificulta la labor de los monteros a la  hora de dirigir a los perros, que en cuatro carreras suelen sobrepasar los  límites del lote, con los problemas que eso conlleva. 
            “Estuvimos el jueves ojeando el monte y la verdad es  que está pocu andau, apenas que se ven rastros de jabalís, pero algunu sí que  hay”, les iba diciendo José Angel, el jefe de la cuadrilla, mientras se sorteaban los  puestos. 
                          Una vez colocados  todos en sus puestos, se da la orden de entrar los monteros con los sabuesos. Vueltas  y más vueltas, pero los jabalís no aparecían. Eran ya las 10 y media de la  mañana cuando los perros de Raúl sacaron el primer jabalí de su escondite. Por  la forma de moverse parecía un buen jabalí, ya que cada poco se paraba haciendo  frente a los sabuesos. Nadie le había visto, pero un buen montero sabe cuándo los  perros llevan algo que merezca la pena. Y hoy la merecía porque por fin se pudo  divisar al jabalí. Fue Primo el que por la emisora les avisó de que "es muy grande…..,  atentos arriba que enseguida os va a salir".
                          Pero en  esta ocasión el jabalí en vez de emprender la huida monte arriba, se avalanzó  hacia la carretera que sube a Piedraslenguas. Por allí andaba Felipe que le  pudo divisar, cosa algo difícil en esta época por la espesa vegetación existente,  pero Felipe le metió en la mira del rifle y le disparó. El resultado, cosa rara  en éste cazador, no fue el esperado y deseado, ya que el marrano desapareció  con más vida que la que traía. 
            “Aquí tengo los perros locos  alrededor de un bardal, atentos arriba que os van a salir”, avisaba David. Pero  enseguida les avisa de nuevo “son rayones, están los perros liados con ellos, a  ver si logro sacarlos de aquí, porque con el calor que hace se van a cansar enseguida y no van a querer  trabajar más". Tenía razón el montero, el calor reinante y el poco entrenamiento  aún de los sabuesos, decidía el éxito o el fracaso de la cacería.
                          Pero el entusiasmo  volvió de nuevo entre los cazadores. En la “Cadena”, donde está la traída de  agua a Vendejo, le salió un jabalí a Jairo, un invitado. El cazador se vio  sorprendido por la situación y cuando quiso reaccionar ya era tarde. Disparó  por dos veces, pero sólo valió para que el marrano emprendiese una veloz  carrera monte abajo. Allí se encontraba otro invitado, Evaristo. Éste sí que estaba  atento, pero la velocidad del jabalí privó al cazador de tener el acierto exigible  para detenerle. Los tres disparos en ésta ocasión no sirvieron para nada,  porque a los pocos minutos los vecinos de Vendejo se sorprendieron al ver al  jabalí cruzar por medio del pueblo a toda velocidad hacia la peña del Cigal. 
                          Y como los monteros ya  habían recorrido todo el lote y el calor apretaba cada vez más, José Angel, con  buen criterio, decidió dar por finiquitada la cacería. Eran las dos de la tarde  y “vamos a dejarlo, así que recoger los perros y nos bajamos a comer a la Viñona”.  
            Hoy en Margaperas se metió poca bulla. En el monte no  se metió ruido, pero para rematar la jornada,  en la Viñona las voces sí que se oyeron dando buena cuenta de una sabrosa  comida donde se comentaron las incidencias de una sosa y desangelada jornada.