 Preciosa mañana la que amaneció  el pasado Domingo en Liébana para ir a cazar. Era todo idóneo: la temperatura  fresca como debe de ser, los cazadores con ganas de ir al monte, los perros juguetones  y nerviosos, y en principio también una buena zona para cazar, como es el lote  de Arretuerto, ubicado en terrenos de Cabezón de Liébana, Torices, San Andrés y  sube hasta las laderas de Peña Sagra.
Preciosa mañana la que amaneció  el pasado Domingo en Liébana para ir a cazar. Era todo idóneo: la temperatura  fresca como debe de ser, los cazadores con ganas de ir al monte, los perros juguetones  y nerviosos, y en principio también una buena zona para cazar, como es el lote  de Arretuerto, ubicado en terrenos de Cabezón de Liébana, Torices, San Andrés y  sube hasta las laderas de Peña Sagra. 
                          El punto de reunión en la Venta  de Vieda, donde se encontraron también con los componentes de la cuadrilla 35  que también les toca cazar hoy. 
            “Vamos a cubrir desde San Andrés  al Puente de San Cosme, sin llegar a Buyezo. Estuvimos el otro día mirando el  lote y no se ve muy revueltu, pero hay bastantes bellotas. A ver si damos con  ellos. Por la tarde echaremos la zona de Torices”, les indicaba José Angel, el  jefe de la cuadrilla, mientras presentaban la documentación a la Guardería.
                          Una vez colocados los puestos, se  manda entrar a los monteros. No habían pasado ni un cuarto de hora, cuando en  la zona alta se oyen los primeros disparos. Allí estaba Marcos Besoy que se  acababa de acomodar en su puesto cuando levanta la vista y ve tres jabalís  cruzar por la ladera de enfrente. Estaban bastante lejos pero, deprisa y  corriendo, Marcos preparó su rifle y sólo le dio tiempo a hacer un disparo,  pero con poco acierto. Alertado por la situación, también los llegó a ver  Sebrango que quiso probar, pero tampoco sus disparos encontraron carne. 
            Este acontecimiento animó a la  cuadrilla, pues era una clara señal de que había jabalís en el  lote. Pero una cosa es tener ésa impresión y  otra muy distinta la realidad. Los perros trabajaban recorriendo el monte, pero  los jabalís no aparecían por ningún sitio. 
                           Por fin llegaron al “domicilio” de  un buen ejemplar, que le levantaron de su caliente cama y le pasearon por el  monte durante un buen rato. “Atentos arriba, que llevan unu muy grande…...”,  avisaban por la emisora. Por encima del puente de San Cosme estaba Jesus Caviedes,  que alertado por los perros, pudo intuir por dónde venía el jabalí. Incluso le  pudo ver, pero no le tiró porque iba derecho al puesto donde estaba situado Marcos.  El marrano, muy listo, dio un revés y se introdujo entre la maleza. Marcos dejó  de verle durante unos momentos, hasta que por fin el jabalí sale de estampida y  oye el estruendo del disparo que le hizo Marcos. “Pies para qué os quiero…..”,  el marrano estaba ágil y se escabulló en el monte en dirección a Buyezo. Estaba  claro que hoy no era el día de Marcos, o por lo menos no tuvo la fortuna de  otras veces que siempre suele dejar el pabellón muy alto a la hora de apuntar.
Por fin llegaron al “domicilio” de  un buen ejemplar, que le levantaron de su caliente cama y le pasearon por el  monte durante un buen rato. “Atentos arriba, que llevan unu muy grande…...”,  avisaban por la emisora. Por encima del puente de San Cosme estaba Jesus Caviedes,  que alertado por los perros, pudo intuir por dónde venía el jabalí. Incluso le  pudo ver, pero no le tiró porque iba derecho al puesto donde estaba situado Marcos.  El marrano, muy listo, dio un revés y se introdujo entre la maleza. Marcos dejó  de verle durante unos momentos, hasta que por fin el jabalí sale de estampida y  oye el estruendo del disparo que le hizo Marcos. “Pies para qué os quiero…..”,  el marrano estaba ágil y se escabulló en el monte en dirección a Buyezo. Estaba  claro que hoy no era el día de Marcos, o por lo menos no tuvo la fortuna de  otras veces que siempre suele dejar el pabellón muy alto a la hora de apuntar. 
                          Calentados los perros, sacaron  otros dos jabalís. “Son muy pequeños, son dos y los llevan en volandas……”. Eran  tan pequeños que ni siquiera los pudieron ver los cazadores, se metieron entre  la maleza y huyeron fuera del lote. Eran pequeños, pero ya sabían álgebra a la  hora de escabullirse.
                          Era ya casi mediodía cuando muy  cerca de allí, aunque un poco más abajo, estaba Francisco, el de Pendes, de  puesto. Oía lejos los ladridos de los perros y poco a poco se iban acercando. “A  ver si traen algo…...”, pensaba, mientras agarraba el rifle con fuerza. Los  perros cada más cerca, así que Francisco quitó el seguro del arma y puso todos  sus sentidos en alerta. No tardó en oir también el ruido de las hojas que  alguien arrastraba. Por fin el ejecutor de ese ruido se presenta ante el  cazador que no dudó en soltarle un disparo. El jabalí saltó y se abalanzó monte  abajo, pero no fue muy lejos porque un segundo disparo sirvió para que los  perros pudieran morder al primer ejemplar del día, y que posteriormente sería  el único. 
                          Por la tarde se echó la zona de Perejita  y se siguió con el mismo ritmo que por la mañana, únicamente se divisó a un  jabalí que cruzaba por unos castros, pero muy lejano de los tiros. De hecho en  toda la tarde no se oyó ningún disparo. 
            Con éstas circunstancias, José  Angel dio la orden de recoger los perros y retirarse hasta Ojedo donde los  Guardo, allí encontraron todos un buen retiro para saciar sus ansias culinarias  y a la vez recordar las vicisitudes de la jornada. Ahora a esperar hasta el  próximo fin de semana que toca cazar en casa, en Bedoya, donde siempre salen  jabalís, aunque “esti añu no hay ni la mitad que otros años. No hay jabalís. No  se ven hozaduras en los praos. Yo creo que entre los lobos y que se mataron  muchos en años anteriores, los jabalís en Liébana mermaron muchu. Fíjate que hasta  ahora en esti añu sólo hubo un cupu en Liébana y eso no es normal. Ni siquiera  los “galácticos” matan. Hoy solo mataron tres en Bicobres Sur”. Esas eran las  conversaciones que se podían oir en el comedor de los Guardo.