Por fin la cuadrilla 103 pudo echar la cacería en Bedoya, suspendida el pasado Domingo por culpa de la lluvia. Y paradojas de la vida, hoy también amaneció lloviendo, pero mucho menos que el Domingo. El lugar de reunión es en Ojedo, “porque a las 8 de la mañana es aún de noche y en Ojedo tenemos luz para los papeleos, cosa que no tenemos en San Pedro”, les había anunciado José Angel Cuevas, el jefe de la cuadrilla.
Mientras los cazadores van presentando sus acreditaciones ante la Guardería, el jefe de la cuadrilla les va informando de la planificación de la jornada. “Como veis hoy tenemos una densa niebla y de ésta manera no podemos cazar en la parte alta del lote, como teníamos pensado. Dice Ángel que en Salarzón no se ve, así que vamos a empezar desde Castro hasta la Sieta. No se ven jabalís por las viñas, algunu anda por el castañeu de Cobeña, pero a ver si levanta la niebla y damos con ellos”.
Hoy se nota la falta de cazadores; es un día laborable y eso siempre ocurre. Tras el tradicional sorteo de los puestos, los cazadores salen a colocarse en los lugares que les asignó el sorteo, aunque se nota que no había mucha prisa. Los más veteranos saben que en los días de lluvia los jabalís tardan más en encamarse, así que eran ya casi las 10 de la mañana cuando José Angel da la orden de entrar los monteros, que lo hacen por Castro y Casavegas.
Una vez iniciada la cacería, los perros tardaron bastante en animar la jornada, hasta que debajo de Cobeña avisan por la emisora: “atentos que llevan algo……, atentos arriba, que van hacia la Badarca. Yo creo que son dos jabalís, porque los perros no llevan la misma dirección”.
Efectivamente, eran dos, uno se metió ladera abajo y el otro al revés, la emprendió en dirección a la Tuemba. A los pocos minutos dos disparos retumbaron contra la Cuesta del Pandu. Más abajo, en la Puentuca, ya cerca de la carretera que va al desfiladero estaba Francisco de la Vega, de Pendes, que vio cómo los perros le traían “mercancía”. Francisco no se puso nervioso, pero debido a la vegetación no veía al jabalí. Los perros cada vez los tenía más cerca, así que “viene hacia mí……”, pensaba. Y no se equivocó. Un disparo fue suficiente para ver al marrano dar dos saltos y acostarse, pero el animal aún no tenía sueño. El segundo disparo fue ya para dormirlo profundamente.
Su compañero, (me refiero al otro jabalí) llegó hasta la Sieta, donde poco a poco la niebla iba levantando, incluso salieron a relucir algunos rayos de sol. Eso lo agradecieron los que estaban allí de puesto, porque horas antes no veían a más de 100 metros. La Sieta ofrece siempre inmejorables puestos para visualizar a los jabalís, ya que allí tienen que atravesar la pradería y al cazador le da tiempo para prepararse para el lance del disparo.
Así, el que se preparó como mandan los cánones fue Luis Gómez que hoy estaba de invitado, que vio al jabalí correr por los praos en su dirección. Estaba por encima del pueblo de Salarzón y un disparo fue suficiente para ver al jabalí dar un par de vueltas para quedarse a merced de los perros que le traían.
En el Enebral de Trillayo los perros de Raúl Mena sacaron de su encame un jabalí, que emprendió una veloz carrera por las viñas en dirección a Socarrera. Allí cruzó el río y se adentró entre los praos de la Cabaña y Praulastrá. Por aquella zona estaba de puesto Fidel, el hijo de Emilio el de Armaño, que tardó en ver al jabalí. Cuando se quiso dar cuenta ya se adentraba en la Cuesta del Joyal. Un par de disparos sirvieron para que el marrano corriese más aprisa.
En las Llamizas fueron ahora los perros de David y de Pepe los encargados de levantar dos marranos, que la emprendieron ladera arriba. “Atentos en la Sieta que llevan dos….., unu es muy grande”, avisaba David. Perros y jabalí pasaron por Palmín y llegaron a la cabecera de la Sieta. Allí estaba hoy otro invitado, Urbano, de Comillas, que acabó con la carrera de uno de ellos de un certero disparo. El otro jabalí pasó cerca de donde estaba de puesto Primo, que no tuvo el acierto suficiente y tanto el jabalí como los perros se metieron por la Mata de Salarzón en dirección a Sierra la Cal. Una pena, porque la escasez de jabalís en el lote era considerable y si los pocos que salían se escapaban….
Era ya el mediodía y el jefe de la cuadrilla, en vista que allí ya no había nada que hacer, decidió ampliar la zona de caza y se echó desde Salarzón a la calleja de Sária, la Burdia, la Pandilla, Retorturas y el Collau de Taruey. Estaban haciendo el cambio cuando se oye los ladridos de unos perros que estaban muy apurados por la zona de Puentevau. Eran los perros de Pepe que lograron dar la vuelta al jabalí que se habían escapado por la mañana en la Sieta.
Y paradojas de la vida, tanto perros como jabalí llegaron de nuevo a la Sieta y allí se toparon con Serafín Alles, que es un experto cazador. Serafín metió el marrano en la mira del rifle y le dejó que se fuera acercando y aunque el corazón le iba palpitando cada vez con más fuerza, su cerebro se mantenía tranquilo. Un disparo fue suficiente para dejar al marrano listo para cargarle en los remolques.
Y no dio más de sí el día. No salieron más jabalís, cosa extraña, pero este año los entendidos dicen que en Bedoya hay pocos. En vista de ello, eran ya las cuatro de la tarde y el día de nuevo empezaba a enfriar, José Angel dio el aviso de recoger los perros y bajar todos a San Pedro. El próximo Domingo les espera el lote de la Hoyona.