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Entrevistas

Carmen Cuevas Fernández

"Yo creo que en Bedoya es donde más trabajó la mujer"

Carmen Cuevas tiene su residencia habitual en Santander pero pasa largas temporadas en su casa natal de Esanos, donde la suelen visitar con frecuencia sus hijos y nietos.

Hola Carmina, tienes que contarnos algo de cuando eras pequeña, de lo que hacías, a qué jugabais y cómo se vivía en Bedoya.

No, no tengo nada que contar, además tengo muy mala memoria, pregúntale a Trini que esa sí que te puede contar muchas cosas, me dice.

A Trini ya la preguntaré, pero ahora deseo hacerlo contigo. ¿No te atreves?

Es que me da mucho apuro.

“¿Porqué no lo haces? Si no te va a preguntar nada raro, solamente para que nos cuentes lo que se hacía cuando eras pequeña”, la propone su hijo que estaba presente. “Anda, anímate y hazlo, yo sé que puedes contar muchas cosas”, la insistía.

Los ánimos de su hijo la convencieron y aquí la tenemos dispuesta a contestar las preguntas.

¿Cuándo y dónde naciste?

Yo nací la víspera de Reyes, el día 5 de Enero de 1942 en Esanos. Mis padres fueron Lucio Cuevas e Irene Fernández. Yo era la mayor de dos hermanas. Mi madre era nacida en Navedo, en Peñarrubia. Entonces todos los niños nacíamos en casa. Me comentaba mi madre que la asistió en el parto María Marcelo y yo creo que no entendía mucho. Tenía mucha amistad con mi madre y fíjate que yo nací en la cocina….

¿Naciste en la cocina?

Sí, según me dijo mi madre nací en la cocina y seguro que con pocas medidas sanitarias. Luego yo no quería el pecho ni bien ni mal. Me daban la leche de vaca rebajada con agua y creo que me puse malísima porque la leche de vaca es muy fuerte. Mi madre pensaba que me moría. Entonces no había leche para los pequeños.

¿Qué recuerdos tienes de cuando eras pequeña?

Yo me acuerdo que de niña era muy feliz y cuando empecé la escuela era lo más. A mí no me quitaron nunca de ir a la escuela, aunque había otros niños que sí faltaban porque tenían que ir con el ganado, otros a ayudar en casa. Ahora bien, cuando salíamos de la escuela, cada una teníamos su tarea. Unas a pelar las patatas para la cena, otras a pelar la hoja para echar a los animales….., para lo que hiciera falta.

¿Llegaban los Reyes Magos a Esanos?

Sí, mi madre siempre me echaba algo, pero me acuerdo que a algunos niños nunca les echaban nada y yo me llevaba unos disgustos….., no entendía que los Reyes hiciesen eso.

¿Se pedían los Aguinaldos?

Sí, se pedían el día de Reyes. Casi no me daba tiempo a ver los juguetes porque sin que amaneciera ya estábamos todos los niños en San Pedro donde casa de Amadita para pedir los Aguinaldos. Eramos los niños de San Pedro y Esanos. Empezábamos por casa de Sinforosa y de Valentín Abad. En algunas casas, las menos, no nos daban nada y les cantábamos “Allá arriba en aquel alto hay un perrito cagando para los amos de esta casa que no nos dan aguinaldo”. En otros lugares nos daban una manzana, o alguna cosuca así a cada uno. Dinero poco. Como eran muchas casas, cuando llegábamos a las últimas de Esanos ya casi no nos daba tiempo porque era la hora de Misa. Teníamos que correr para coger las cosas.

¿Erais muchos niños?

Sí, éramos bastantes, aunque a algunos muchachos no les dejaban en casa ir a pedir los aguinaldos. Me acuerdo que Moisés, que luego fue mi marido, era uno de ellos. El que más nos daba era D. Gerardo Cantero, que nos daba una peseta a cada uno y Dª Paula, cuando estaba por aquí, nos daba unas pastinas de turrón. Los demás, unas manzanas o algo parecido. Teníamos manzanas en casa, pero se agradecían, no todos las tenían. También eran muy generosas unas señoras de las Narezas, creo que se llamaban Ángela y Patricia.

¿Eras miedosa de pequeña?

Mira, Lucita y yo subíamos mucho a las vacas que teníamos en los invernales de La Varga y los Cotillos. Teníamos que enveredar las vacas por el monte arriba hasta el Cercau y hasta los Llanos de Enebro. Yo siempre había oído que en las Bárcenas había mucha fruta: peras, ciruelas, manzanas….; en una ocasión, al bajar ya para casa, pensamos: “Hoy tenemos que entrar”. Así lo decidimos las dos y cuando apenas ya se veía, allá que entramos y en eso empezó a cantar el cárabu. Mira...., un miedo….; no nos dio tiempo a coger nada de fruta y emprendimos una veloz carrera hasta casa.

Como subíamos casi todos los días, en otra ocasión nos pasó algo parecido en los Huertos de Sária. Lucita Cuevas se quedó abajo y yo me subí al árbol y al momento sale una señora entre unos fréjoles gritando, “Eehhhh, dejad eso que tiene amu”. Lo tiré todo y a correr; no comimos ni una ciruela.

¿Te acuerdas de algún maestro?

Cuando yo era chiquitina tuvimos un maestro de posada en casa. Se llamaba Jaime. En mi casa se quedaba a comer y a dormir iba a casa del abuelo de Trini que vivía enfrente en la casa del Molino, donde ahora vive Santiago. Me tenía muy consentida, me sacaba muchas fotos. De pequeñina no tengo mucha queja, aunque comprendo que había gente que lo pasó mal.

Yo empecé en la escuela con Cuqui que era una maestra buenísima, yo creo que todo el mundo la quería. A las niñas nos quería muchísimo, a “sus niñas” como decía, nos quería a todas. Con sus niñas que no se metiera nadie. Y cuando hacíamos la Primera Comunión nos vestía ella. A mí me puso tirabuzones.

Cuando íbamos a misa, las niñas nos colocábamos todas en los bancos de adelante y a la otra parte se ponían los niños. Éramos muchos, no es como ahora que no hay ninguno. Detrás teníamos unas señoras mayores, como mi abuela y otras de San Pedro que se llamaban Patricia y Ángela. En alguna ocasión, si alguna niña se reía por algo, entonces esas señoras nos daban con la cachava y la maestra acabó cambiándonos a la otra parte de la iglesia.

Cuando se marchó Cuqui yo lloré lo que Dios quiso. La maestra se había casado con uno de aquí, que se llamaba Eladio Soberón y cuando volvió al verano siguiente por aquí, subían andando desde Tama y al verla asomar por la carretera, ya estaba yo llorando de emoción.

Luego vino otra maestra que era de León y se llamaba Ceci, pero no era igual, no. Puede ser que con Cuqui estábamos muy consentidas. A mí me hizo cambiar hasta la escritura. Me acuerdo que una vez Ceci me mandó salir a poner las uñas para darme con la regla. Cuando me iba a dar, yo retiraba las manos para atrás. “Que te he dicho que pongas las manos”, me gritaba. Hasta que me dio con unas ganas…..

¿A qué jugabais?

A la piedra, al relonchu, a la semana. Yo me acuerdo si encontraba un trozo de teja curioso, lo guardaba para jugar. Me traía mi madre los lunes de Potes unas alpargatas y a otro día ya estaban rotas. Era algo pingo yo de pequeña. ¿Sabes lo que es eso?, pues que era algo trotona y en cuanto podía escaparme lo hacía para ir a jugar a la cuerda. Cogíamos una especie de yedra, la atábamos y a saltar; daba gusto. Y cuando nos mandaban con las ovejas para la parte del Pañeu, también jugábamos al calvu con los muchachos.

¿Aprendiste algo de costura?

Sí, ya de mozuca me mandaron a Aliezo a aprender donde una señora que se llamaba Teresa. Iba con Elenita, la de Pumareña. Bajábamos por el atajo y yo me quedaba allá. Éramos unas cuantas, venían también de otros pueblos, como de Cambarco y de Cobeña. De este pueblo iban Trini y su hermana Julia. Anteriormente habían ido allí Mercedes Soberón, Clementina Vega y no sé si Victoria Cuevas también fue. Estábamos todas en una habitación y me hizo mi madre un colchón pequeñín de lana de oveja; por el día le enrollaba y por la noche le extendía. Aprendí a hacer pantalones, me acuerdo de hacérselos a mi padre. Llevábamos cada una la comida, huevos, y alguna cosa más. No había ni cocina económica, la lumbre era en el suelo. No sé cómo nos arreglábamos para preparar la comida. Mi madre siempre intentó que yo aprendiera muchas cosas. Posteriormente me fui a servir.

¿Se pasaba hambre en Bedoya?

No todas las familias vivían igual. Mi padre tenía vacas y éramos solamente dos hermanas. No pasamos hambre, pero tampoco sobraba nada. Caprichos, ninguno.  Me acuerdo que yo las patatas cocidas por la noche no las podía ver. Madre mía…., me ponía en una mesa y hasta me dormía con las patatas delante. Había mucha gente que también se comían patatas para almorzar. Mi madre, como era de Peñarrubia, era mucho de leche y borona para almorzar, por eso por la mañana no se comían. Mi padre tampoco las quería. Había gente que lo pasaba regular, tenían pocas fincas. Entonces se agrandaban las fincas rozando por el monte, ahora es al revés el monte se mete a las fincas. Yo con mi madre cuántas bardas pude quitar allá en el Gallardo, ahora hasta me gusta hacerlo. Yo creo que lo heredé de atrás.

Veo que nombres mucho a tu madre….

Mi madre era muy alegre, siempre la gustaba estar cantando y eso que la tocó vivir lo suyo. Se quedó sin madre de chiquitina. En Peñarrubia se trabajaba distinto a Bedoya, allí no había tanta hortaliza, pero mi madre se acostumbró y luego era casi la que más cebollas plantaba en Bedoya. Las mujeres aquí traían una vida…., trabajaron muchísimo porque el hombre trabajaba fuera y hacía los trabajos brutos, pero después a la mujer la tocaba la casa, los hijos y la hortaliza, que entonces en Bedoya había mucha. Ya empezaban bien temprano en la huerta regando o lo que fuera, luego llegaban a casa a prender la lumbre (no había butano) para calentar la leche para almorzar, o para preparar la comida para los cerdos. Las mujeres de atrás, en general, tuvieron una vida de mucho trabajo. 

¿Íbais a misa?

Teníamos un cura que se llamaba Don Baltasar, era de León y vivió aquí con dos hermanas; quería mucho a los niños. Por las noches íbamos los niños a la ermita de los Ángeles que se decía todos los días el rosario y nos daba caramelos; los niños le queríamos mucho. Con la gente mayor ya era más recto.

Había varias casas donde se rezaba el Rosario todas las noches, pero en mi casa no era así. En mi casa ni tenían tiempo, con todo lo que tenía que hacer mi madre…..

Los Viernes, cuando nos tocaba la Vez, íbamos a Santo Toribio. Yo siempre iba con mi primo Manolín Prellezo; a Manolín yo le quería mucho; íbamos andando, claro. En una ocasión, hacía mucho calor y al entrar en la Iglesia, que estaba fresca, me desmayé.

¿Qué trabajos desempeñaste?

Empecé con doña Paula y Mariano Dobarganes que vivían al par de mi casa. Primero había estado allí trabajando para ellos Honorina y luego me mandó mi madre a mí. Yo era muy pequeña y la verdad que yo no hacía mucho. Doña Paula era muy curiosa para en casa, pero era bastante caprichosa y me acuerdo que venían a lavarla la ropa una señora que creo que se llamaba Andrea que era de Salarzón y Sagrario, la de San Miguel. Doña Paula era muy limpia, pero nadie la daba gusto. Una que la gastaba mucho jabón, la otra que si no sé qué, total que luego me mandaba a mí que acababa de salir de la escuela, tenía catorce años, y me mandaba a la fuente a lavar. Yo no sabía lo que hacer con las sábanas. No me atrevía a gastar jabón, estaba allí frota y frota en aquellas piedras, sin casi jabón….., lo que yo eché en ese lavadero para lavar las sábanas. Cuántas vueltas ha dado uno, por los sitios que yo he andado….

Después estuve trabajando en Potes en el Preventorio de Don Daniel. Allí estaba también una prima mía. El Preventorio estaba a cargo de monjas. Don Daniel era buenísimo para los críos, fue a México a sacar dinero. Tenía varios preventorios en la provincia, en Arredondo, en Santander, en Potes y en más sitios. Eran niños pobres y huérfanos.  Mucho ayudó ese hombre y me acuerdo que todos los años hacía en Santander una corrida de toros. Nos pagó a todos los que trabajábamos allí el viaje a Santander para ver los toros. Era la primera vez que bajé yo a Santander. De Potes alquiló un autobús con los niños y trabajadores del Centro. Me gustó mucho la corrida de toros porque toreaban a caballo.

¿Se cortaron orejas?

Que no me acuerdo de tanto....., yo apenas tenía catorce años. Lo que más me gustaba era el que iba con el caballo, bastante sabía yo de toros. Los toreros creo que lo hacían gratis, lo que sacaban era para los niños. De ese señor, de don Daniel, cuando veo la estatua que tiene en Santander me recuerda aquella época y el celo que sentía con los niños, los tenía un cariño….

¿Diversiones ya de mozucas?

Por las navidades, en casa de Fidel Bustamante, hacíamos una comida para celebrar los aguinaldos, también se bailaba algo. No me acuerdo quien tocaba el tambor. Mira, te diré que había muchachas que los padres no las dejaban bailar a lo agarrau. ¡Qué disgustos….!, algunas, las pobres, no podían bailar nunca, solo si tocaban la jota.

Pero de lo que más me acuerdo es de cuando íbamos a las fiestas de la Cruz. Íbamos andando, claro, y salíamos de casa en alpargatas y al acabar la carretera de Bedoya las escondíamos en los bardales y nos poníamos los zapatos. Eso lo hacíamos muchas. Los zapatos no los queríamos más que para los Domingos y a veces nos hacían daño. A la vuelta volvíamos al bardal a coger las alpargatas. Había que mirar mucho por lo poco que había.

Por la Cruz lo pasábamos muy bien. Llevábamos la merienda de casa a Santo Toribio y por la tarde al baile a Potes. Ese día nos dejaban estar hasta más tarde. Mi madre le decía a Honorina, que era ya mayor, que me cuidara y mi madre quedaba confiada que Honorina estaba pendiente de mí, pero ella andaba a lo suyo. “Cuídame padre, cuídame madre, si no me cuido yo, no me cuida nadie”. Yo disgustos a mis padres no les dí, creo que era bastante buena. Me acuerdo que cuando llegaba a casa entraba con mucho sigilo para no meter ruido. Subía con sumo cuidado las escaleras y basta que quisiera eso, empezaba a crujir la puerta. Yo no sabía qué hacer para que no vieran que llegaba tan tarde, pero mi madre se enteraba de todo, claro.

¿Sabes de algún vecino que destacara por ser caritativo con los demás?

Creo que mi abuelo, el de la Torre, era buenísimo, ayudaba mucho a la gente. Mi padre le quería mucho.

¿Cómo vivían las mujeres?

Yo creo que en Bedoya es donde más trabajó la mujer. Mi madre se hartó de plantar cebollas. Luego iba con el carro y el burro a venderlas hasta Panes. Otras veces llegaba hasta Carmona y mi padre iba a acompañarla hasta el Collau Joz. A veces iba solo con el burro y otras con el carro del burro. No te imaginas lo bien que manejaba mi madre el carro. Cuando iba hasta Potes, lo mismo. La decía mi padre que “las cuerdas (riendas) del burro déjalas para mí, no me las uses para nada”. No sabes lo bien que las manejaba mi madre. Para frenar o para continuar la marcha. Yo iba a veces hasta Potes con ella y mi madre siempre iba vendiendo cosas, era muy emprendedora. Empezaba por Tama a vender las cebollas, los tomates, los fréjoles o lo que fuera. En Ojedo, donde los Torre, en el Hostal de Potes…, iba a todos los sitios a vender.  Luego siempre había en casa arroz, azúcar y lo que hiciera falta. Yo no soy como ella.

Dices que tu madre salió con hortalizas al cambio, ¿te tocó ir a tí?

A mí no, pero a mi madre sí que salió muchas veces al cambio. Llevaba sobre todo cebollas y fruta para cambiarlo por maíz. Solía llegar hasta el pueblo de Carmona. Allí se quedaba siempre en casa de una señora que era sola. Por allí la querían mucho. A mí me quería llevar con ella, pero nunca quise. En Carmona iban todos los mozos del pueblo por la noche a ayudarla a desgranar el maíz. Lo traía ya desgranau, así abultaba menos. Mi madre también solía llevar castañas y orujo. Asaban las castañas y los mozos aprovechaban para probar el orujo.

Otras veces iba hasta Panes, solía ir con Ángeles Cantero y con Juana la de Martín también bajó alguna vez. Me contaba mi madre que en una ocasión venían con los burros bien cargados por la carretera del Desfiladero y venía un camión con uno de Potes, que no me acuerdo cómo se llamaba, pero vivía donde ahora está la Seguridad Social, y se las ingeniaron para subir al camión a los burros y la carga que traían. Los burros no querían subir ni bien ni mal, pero allá subieron. Entonces había pocos coches.

¿Qué me dices del racionamiento?

No me acuerdo mucho de ello. El pan de la panadería a mí no me gustaba mucho, me gustaba más lo que amasaba mi madre.

¿Tienes Internet?

Yo tengo internet abajo, en Santander y solo veo las cosas que pones tú en la página de Bedoya. Me gustan mucho las biografías que haces de gente de personas ilustres de acá y las entrevistas. Tú no sabes lo que yo disfruto con todo lo que pones en internet.

Pronto te verás tú allí……

Ay Dios mío…., pero ¿estás grabando todo lo que te digo?. Que lo vean los hijos, ya verás qué desengaño se van a llevar.
Sí, sí, me decías que no tenías mucho que contarnos y ya veo que no es así. Ya tengo para rellenar unos cuantos folios, por eso te agradecemos que nos hayas detallado cómo se vivía en Bedoya no hace tantas fechas, pero bien diferente a los tiempos actuales. 

José Angel Cantero
Setiembre - 2.023

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